Economía en sentido contrario: Banamex
Raúl Ávila Ortiz | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 25 de noviembre de 2018.- De julio pasado a la fecha hemos experimentado un gobierno dual entre los presidentes saliente y entrante.
Presas los dos de un formato institucional rígido, los dos y sus respectivos aliados han acudido al pragmatismo para transitar hacia el 1o de diciembre.
De un lado, el Presidente con la más baja calificación ciudadana en cualquier último año de un sexenio. Del otro, el Presidente electo con el mayor apoyo en las urnas en cuatro décadas y con un gobierno unificado con el congreso en el que desde 1997 no alcanzaba mayoría.
En medio de los dos, un contexto excepcional plagado de graves retos tocantes a los principales fines del estado constitucional: seguridad, economía y bienestar, derechos, justicia.
El cogobierno inició en julio con un acuerdo (que debió ser y no fue formalizado por escrito y con transparencia) entre los dos para hacer una entrega-recepción ordenada.
De lo mejor que lograron juntos hasta ahora fue concluir la negociación del nuevo acuerdo trilateral de libre comercio. En lo restante, una serie de contrapuntos e imprecisiones.
Peña Nieto optó por la estrategia del repliegue que borra al adversario que motivaba la polarización. Ese movimiento estratégico, sumado a apariciones tácticas para informar sobre sus mejores cifras le ha rendido algunos frutos secos.
Ante la ausencia del polo opuesto, acaso difuminado en el fantasma del neoliberalismo, AMLO y Morena ensayan métodos y hasta se atacan a sí mismos.
NAIM, consultas, comisiones bancarias, reformas legales en remuneraciones, seguridad y administración pública, entre otras, han oscurecido positivos tales como el cambio inducido de la política antidrogas que comienza a girar del prohibicionismo a la prevención en salud.
El bono democrático comienza a gastarse de manera prematura y lo que viene no es fácil: el gobierno constitucional.
Lo que viene no es menor porque fortalecer al Estado sin dividirlo o sin lesionar al mercado y avasallar a la sociedad dentro de los marcos de la Constitución democrática es arte de auténticos estadistas. Solo estos cuatro renglones reflejan decenas de retos.
Por ejemplo, grandes pensadores y gobernantes históricos han recomendado reconcentrar poder y atribuciones para enfrentar con éxito la debilidad y crisis de las repúblicas, pero en el caso mexicano las tres transformaciones previas muestran que hacerlo puede generar rupturas graves durante el proceso (ya vía la agudización de la violencia y el crimen, la confrontación política y hasta la pérdida territorial).
Dadas las limitaciones de la economía petrolera y las finanzas públicas habrá que instrumentar la ineludible reforma fiscal, a la vez que mantener certidumbre para el sector privado que genera 5 veces más que el monto del presupuesto federal anual.
A la brecha de coherencia, entre promesas electorales importantes y ciertas políticas de gobierno (lease la Guardia Nacional) habrá que responder con resultados apreciables en el corto y mediano plazos antes de que caiga el primer civil inocente.
Ante la previsible polarización entre adversarios políticos y actores sociales será indispensable y urgente la redefinición interna de los partidos y del sistema de partidos, incluida la fuerza amorfa de Morena.
Otro tanto debe pasar en la sociedad civil organizada que deberá amortiguar junto con los medios de comunicación y redes sociales los radicalismos minoritarios de cualquier signo que pululan en todo cambio de régimen político y económico.
El próximo 1o de diciembre el Presidente Electo se convertirá en Presidente Constitucional y concluirá la peculiar transición entre gobiernos muy a la mexicana.
Pese al preocupante deterioro de los indicadores de desarrollo humano y estado de Derecho en Mexico, en particular corrupción e impunidad –y quizás por ello– la legitimidad y margen de maniobra del gobierno entrante debe ser preservada y utilizada con eficacia.
Debe ser así pues la experiencia revela que un cambio tan profundo como el que se proyecta con la 4a transformación nunca ha sido lineal y mucho menos terso.