
Fentanilo: del quirófano al narcotráfico
Lo que se ve o se percibe no siempre es lo que existe. En política, como en la guerra, el poder construye una versión de la realidad que responde a sus necesidades o pulsiones. El presidente Trump intenta hacerlo al proyectar que su país es víctima de abuso por otras naciones, señalando como prueba el déficit comercial. Este señalamiento impacta severamente a Canadá y México, sus socios comerciales, vecinos y aliados. Es un argumento parcial y exagerado, como el argumento sobre los migrantes indocumentados en su mayoría criminales, para él y los suyos. Su deseo de regresar la manufactura a Estados Unidos ignora el cambio estructural en la economía mundial y en el mercado laboral estadounidense, hoy enfocado principalmente en los servicios. Estados Unidos es una potencia económica no por lo que produce, sino por lo que crea y acumula, que le permite compensar con creces su déficit fiscal. En otras palabras, su economía sigue siendo la más exitosa del mundo y, hasta antes de Trump, era sinónimo de certeza y confianza. A diferencia de México, en EU los mercados, los medios y la clase política han impedido en buena medida que se normalice la narrativa de Trump. Las encuestas de sus primeros 100 días muestran un notable deterioro en su aprobación y un amplio rechazo a casi todas sus decisiones. Solo en migración y control fronterizo obtiene una evaluación menos negativa. Por cierto, su mayor “logro”, reducir el flujo migratorio, se debe a las autoridades mexicanas, aunque no ha cumplido su promesa de deportaciones masivas. López Obrador, en cambio, sí logró imponer su narrativa. Ayudó el profundo descontento social, emoción más potente que cualquier argumento racional. Los programas sociales y el aumento al salario mínimo dieron credibilidad a su discurso, a pesar de los malos resultados en múltiples áreas. Desde temprano embistió a los medios, a empresarios y a líderes de opinión independientes. Las conferencias matutinas tuvieron un efecto político y mediático tan relevante que debilitaron casi por completo el escrutinio social. La propaganda oficial se mezcló con la información, y aunque hubo espacios críticos, fueron severamente golpeados y su influencia, ya de por sí limitada, se redujo aún más. Claudia Sheinbaum fue la candidata de la continuidad y por eso ganó. No así Marcelo Ebrard, su mayor rival interno. Xóchitl Gálvez, su principal contendiente externa fue claramente derrotada, en buena parte por el peso negativo de las dirigencias partidarias y errores estratégicos en la campaña. Paradójicamente, los resultados en elecciones locales fueron menos adversos para la oposición. La continuidad fue votada y ganó con contundencia. La presidenta ha actuado en consecuencia. Su gobierno es, abiertamente, la gestión de la continuidad. El lema del “segundo piso de la cuarta transformación” lo resume todo. Pensar o anticipar una ruptura o contraste con su antecesor fue un error común en muchos observadores críticos o independientes. La realidad, sin embargo, se impone por distintos caminos. El más evidente y trágico es la violencia. Ante ella, se ha modificado la estrategia, aunque los resultados siguen siendo parciales y persiste la deuda respecto de las víctimas de desaparición forzada, tema minimizado por ambos gobiernos. La economía también enfrenta dificultades: déficit fiscal, bajo crecimiento y escasa inversión. A pesar del incremento en la recaudación, que da cierto respiro y tranquilidad, el panorama se complica con la imposición de aranceles y la intención del gobierno estadounidense de relocalizar la manufactura en su territorio. En este contexto, el crecimiento económico será difícil de alcanzar. Tanto Trump como Sheinbaum construyen una relación que parece positiva, pero es más apariencia que realidad. En el fondo, hay tensiones y desacuerdos sustanciales, decir que la presidenta teme a los criminales es un insulto. México concede más y recibe menos: imposición de aranceles, amenaza a la industria automotriz mexicana y se ratifica la relocalización de manufacturas en EU. En materia migratoria, las fuerzas armadas mexicanas son utilizadas para contener el flujo migratorio. En seguridad, Trump plantea incluso la intervención militar directa, algo que ya ocurre en términos de inteligencia. Dos son las ideas que contrastan con la realidad frente a Trump: una, que las negociaciones generan condiciones favorables para la economía mexicana; la otra, que el “entendimiento” alcanzado frena las pretensiones intervencionistas. Si la presidenta ha logrado convencer a muchos de que con la reforma judicial México será “el país más democrático del mundo”, ¿por qué no intentarlo con su versión sobre la relación bilateral?