“…que le están degollando a su paloma”
Uso de Razón
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de enero de 2017.- El Chapo fue entregado a Obama y no a Trump.
Si la extradición hubiese sido un día después, o una semana o un mes después, se habría visto como un gesto de complacencia para tranquilizar la rudeza del magnate que hoy toma posesión como Presidente de Estados Unidos.
“Así entienden los mexicanos, con dureza”, habría dicho Donald Trump y la prensa en ambos lados de la frontera.
Qué bueno que se agotaron los procedimientos y el narcotraficante fue entregado a un Presidente amigo y no a uno que se ha declarado anti mexicano.
Haber extraditado a Guzmán Loera a las autoridades del Presidente Trump, habría sido un pésimo mensaje de debilidad ante la prepotencia del nuevo mandatario, que sentaba precedente para las negociaciones de otro orden que se van a llevar a cabo.
Era poner la mejilla para que nos abofetearan, pues sólo entendemos cuando se nos trata mal.
Obama, al menos en el discurso, fue respetuoso con México y un teórico defensor de los migrantes (aunque en la práctica batió récord de deportaciones).
Trump no se merecía ese regalo. Hubiera sido una muestra de debilidad ante un agresor.
Había quienes decían que México no iba a entregar nunca al Chapo porque podía decir en Estados Unidos cuestiones sensibles sobre su relación con políticos, a cambio de reducción de su condena.
Guzmán Loera ya está en una prisión de la Unión Americana y si tiene algo que decir, que no haya dicho aquí, va a ser información valiosa que se utilice en contra de las autoridades mexicanas.
Los políticos que le pudieron haber brindado algún tipo de protección deben estar temblando porque no les depara un futuro tranquilo.
No hubo temor a ello y El Chapo fue entregado.
Cuando Osiel Cárdenas, ex jefe del cártel del Golfo (cuando ese grupo y los Zetas eran una misma organización criminal) fue deportado a Estados Unidos, comenzaron las primeras investigaciones sobre el ex gobernador tamaulipeco Tomás Yarrington, que hoy tiene orden de aprehensión en México y en la Unión Americana.
Tal vez fue coincidencia, pero sería el único caso de testigo protegido que pudo haber dado información valiosa de la vinculación entre narcos y políticos.
Con todos los demás casos de extraditados, que son muchos, no ha habido ningún resultado tangible y sí hay la prueba de que salen muy rápido de la cárcel.
En lo que se refiere al Chapo, alguna autoridad -o ex autoridad- de Durango o Sinaloa podría estar nerviosa.
Sin embargo no hay que cifrar muchas esperanzas sobre la calidad de la información que podría proporcionar Guzmán Loera, pues una persona que atisba la posibilidad de volver a la libertad, puede cantar La Marsellesa en sánscrito si es que se lo piden.
Osiel, el sanguinario líder del cártel del Golfo, que mandó matar un juez federal porque no le difirió una audiencia, va a volver a la libertad dentro de pocos años y se encuentra en una prisión de mediana seguridad en la Unión Americana.
De cualquier manera extraditar al Chapo significa para México quitarse un peso de encima. Un problema menos.
Que lo cuiden los vecinos, que lo alimenten los vecinos, que se encarguen de su vigilancia y de atender a las visitas del capo.
Y como gesto político, se le entregó al Presidente Obama y no al Presidente Trump.
Aunque quien lo va a exprimir será este último.