Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de septiembre de 2020.- La retirada fue la imagen de la derrota. La Guardia Nacional tomó el camino de retorno de la presa La Boquilla en Chihuahua, entre gritos de pobladores sensibles al escenario que estaban viviendo, por el rechazo de productores a entregar agua de las presas fronterizas a Estados Unidos, por acuerdo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Los civiles muertos en el enfrentamiento, Jaime Torres y Yesica Silva, fueron suficientes para el retiro de la Guardia, que en el ánimo de los chihuahuenses también son víctimas de un gobierno federal fallido.
“Ánimo, la culpa no es de ustedes, es del presidente, ánimo, a ustedes los matan”, “Con Chihuahua no se juega”, eran frases repetidas en la formación de infantería y vehículos blindados.
El error de diseño no se enmendó ni con el decreto de López Obrador para reforzar con las Fuerzas Armadas la operación en la población civil de la Guardia de Luis Rodríguez Bucio.
Militares contra ciudadanos es una pésima fórmula donde Alfonso Durazo Montaño y Olga Sánchez Cordero tienen su parte, y ahora el presidente inyectará mil 200 millones de pesos más en el Presupuesto 2021 para ver si logra la efectividad planeada.
En los hechos, el utilitarismo de la Sedena de Luis Crescencio Sandoval y de la Semar de Rafael Ojeda Durán, forzado por López Obrador, golpea a las Fuerzas Armadas aunque los llene de privilegios y los exponga a la tentación de contratos de miles de millones de pesos en actividades totalmente civiles.
La retirada de La Boquilla es la continuación de un capítulo, diferente, del frustrado operativo en Culiacán donde se capturó y liberó ahí mismo a Ovidio Guzmán López, hijo de El Chapo Guzmán Loera, ordenado por el presidente.
Andrés Manuel está condenando a las Fuerzas Armadas a un papel de comparsa donde los tres principales mandos militares aparecen como una guardia pretoriana en las conferencias mañaneras, no solo en el tema de de seguridad, sino en la construcción de Santa Lucía, rifa del presunto Avión Presidencial, programas sociales y construcción de sucursales del Banco del Bienestar, hospitales Covid y más asuntos que no les competen.
No hay duda que el conflicto también ha servido para hacer política. En Palacio Nacional se rasgan las vestiduras porque quisieran tener el monopolio de la explotación política de los temas, nunca será así, aún con el constante bombardeo de Andrés Manuel a cualquiera que no comulgue con sus ideas y proyectos.
El gobernador de Chihuahua Javier Corral Jurado fue el anfitrión de los gobernadores de la Alianza Federalista el día del rompimiento, más que con la Conago, con el autoritarismo presidencial. Ahora el estado es el epicentro del rechazo al centralismo que suma una derrota más a los militares de la Guardia Nacional.
El presidente juega rudo y encontró sayos. En el mes patrio el nacionalismo le echa en cara el entreguismo al gobierno de Donald Trump al pretender secar a los agricultores chihuahuenses, para beneplácito del presidente de los Estados Unidos.
El conflicto mete al presidente en un escenario que dice abominar: represión a la población civil y abuso de la fuerza pública. Ahora tiene dos muertos y un frente abierto.