Coahuila y la paz
La X en la frente
Rosendo Radilla Pacheco vs México fue el caso que transformó de fondo el sistema jurídico mexicano.
Se trató de la condena que contra el Estado mexicano dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la desaparición forzada de Rosendo Radilla a manos del ejército en la década de los 70 durante la Guerra Sucia.
Efectivos militares lo detuvieron y desaparecieron por componer corridos. A raíz de esa sentencia, que fue la primera que condenó a México por violaciones a Derechos Humanos, se gestó la más grande reforma constitucional de nuestra historia moderna en 2011.
A partir de ahí cambió la forma de entender, enseñar y aplicar el derecho y se puso al centro de todo (con todas sus letras) a los Derechos Humanos.
Gracias al caso Radilla hoy todas las autoridades mexicanas a todos los niveles y no solo los juzgadores estamos obligados y facultados para aplicar obligatoriamente las normas internacionales que contengan Derechos Humanos, aunque vayan en contra de nuestras leyes, e incluso de nuestra propia Constitución.
Esta semana estuvo en Oaxaca uno de los artífices del caso Radilla, Silvano Cantú.
Estuvo en el Tribunal Superior de Justicia impartiéndonos un curso intensivo sobre Reparación del Daño en materia Penal y Victimal.
Con la claridad propia de quien no solo conoce sino es apasionado del tema, Silvano (que hoy no pasa de los 40 años) exhibió con sutileza una de las más grandes debilidades de nuestro sistema de justicia y despertó conciencias sobre la importancia de poner al centro de los procesos penales a las víctimas.
Y nos dejó una tarea insoslayable en los nuevos tiempos: hacer efectiva y asequible la reparación del daño en todas sus dimensiones.
Toda persona que es víctima de un delito, en incluso sus familiares, sufren la violación de uno o más derechos humanos.
Y esas violaciones tienen que repararse integralmente.
Y nuestro papel como jueces y magistrados no solo es trazar en nuestras sentencias el camino para determinar acciones y prestaciones de que conste la reparación, sino además asegurarnos por todos los medios a nuestro alcance de que dicha reparación se cumpla efectivamente.
Silvano, que es académico y activista defensor de Derechos Humanos, vino a recordarnos que hoy por hoy el centro de la impartición de justicia no son las leyes, sino las personas. Cuando Arturo Zaldívar introduce al término de sus intervenciones públicas la fórmula sacramental “hasta que la dignidad se haga costumbre”, resume el nuevo paradigma que tiene a las personas como origen y destino de la procuración y la administración de justicia.
Es necesario y urgente que el derecho victimal se convierta en herramienta de uso cotidiano en todos nuestros juzgados y tribunales.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.