El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de junio de 2019.- Hay que agradecer que no tenga un maquillista personal que viaje en avión particular a China.
Solamente por eso, habría que valorar la decisión personal de Beatriz Gutiérrez.
Porque, a final de cuentas, es absolutamente personal. La Ley, que no ha sido cambiada, da completo uso y usufructo del dinero público a las esposas, a esa entelequia que todavía, en algunas entidades federativas, se conoce como primeras damas.
A criterio de cada presidente de la República que hemos tenido quedó el papel de su esposa. Y la manera en que lucraban o, mínimo, se servían con la cuchara grande del erario. Tuvieron todo a su disposición, desde miembros de la Guardia Imperial, camionetas, aviones, hasta millones de pesos para comprar diseños exclusivos en esa falsa ilusión de competir con la realeza europea.
Todo dentro de la Ley.
Como sigue sucediendo en varios Estados de la República, gobernados por cualquier partido político.
Beatriz decidió, y durante estos primeros meses de gobierno ha dado prueba, dedicarse a labores propias de su profesión. Obvio que esta es la primera diferencia, tener una profesión, un título, una maestría, un doctorado. Trabajo que hace, además, sin recibir un centavo.
Lo que le permite, obsesión cierta, fomentar la lectura, los libros, la cultura.
Dice la doctora Gutiérrez que los libros en su casa, la del Presidente, han sido objetos muy preciados que leen, escriben, disfrutan. Que, a diferencia de lo sucedido en años anteriores, se pretende que el acto de leer se convierta en algo placentero, deje de ser incluso punitivo para los niños.
Vaya pecado del que está hablando Beatriz. Leer, desear, fomentar que sea lea como un acto lúdico, gozoso. Que peligro tan grande para la ignorancia consentida, incluso propiciada oficialmente. Para la doctora esto de los libros equivale, para quien los escribe, para esas almas inquietas, a encontrar paz. Y los ciudadanos críticos son quienes se forman en los libros, en sus contenidos.
De donde la promoción de lectura, en la que ella está inmersa, busca acercarnos a la paz. “Necesitamos leer para la paz”, dice.
Vaya atrevimiento para una mujer, vaya pecado inmenso que podría, en algunos casos, despertar la conciencia. Cambiar a hombres y mujeres que encuentran, que podrían descubrir en la lectura un ejercicio que lleva a la tranquilidad. Ella quiere cambiar el rostro de la lectura para incursionar en el mundo espiritual de las letras.
Quiere que México sea un país de lectores. Y, no habla de la revista Hola.
Ella presentó la Estrategia Nacional para Fomentar la Lectura.
¿Y el maquillista?
Necesitamos cambiar las leyes. Para que en ninguna entidad federativa, para que nunca más en la Presidencia de la República, haya primeras damas que utilicen el erario para pagar caprichos, para llenar sus bolsas, para consolar sus frustraciones.
No podemos pedir que estas mujeres hayan leído, ni siquiera por error, un libro. O que, como Beatriz, sueñen con palabras, pero sí podemos obligarlas a una honestidad ordenada por la Ley.
Nunca más un maquillista en un avión particular pagado con nuestros impuestos…
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