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BRASIL, 8 de abril de 2018.- El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, tras dos días de resistencia en el sindicato del que surgió a la política, se entregó la noche de este sábado para comenzar a cumplir los doce años de cárcel que le impuso la Justicia por corrupción.
Lula fue recluido en una celda especial en la ciudad de Curitiba.
«Cometí un crimen», que fue «llevar los pobres a la universidad, permitir que compren coches, que tengan comida» y «si es así, seré un criminal el resto de mi vida», dijo en un discurso cargado de emoción que fue una despedida de los miles de simpatizantes que, desde el jueves, rodearon el sindicato en que se había atrincherado.
Con ese discurso, puso fin a la resistencia que inició el pasado jueves y después de que la Justicia dictara un auto de prisión en su contra, se enclaustró junto a dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo.
Nueve personas resultaron heridas, entre ellas una niña y un policía, en los disturbios que se produjeron a las puertas de la sede la Policía Federal de Curitiba durante el ingreso en prisión del expresidente brasileño, según fuentes oficiales.
Los incidentes ocurrieron cuando aterrizó en el recinto el helicóptero en el que viajaba Lula y explotaron dos supuestos petardos en medio de la concentración de simpatizantes del exmandatario, según señaló la Policía Militarizada.
Los agentes federales que se encontraban en el interior de la sede policial reaccionaron entonces lanzando gases lacrimógeno que obligaron a los partidarios del líder del Partido de los Trabajadores (PT) a dispersarse calle abajo.
Las fuerzas de seguridad también hicieron uso de balas de goma contra la masa de manifestantes que apoyaban a Lula. Ninguno de los heridos se encuentra en estado grave, si bien algunos de ellos fueron trasladados a hospitales de la zona, de acuerdo con el organismo.
El juez Sergio Moro, que le halló culpable de corrupción en un caso asociado al escándalo en Petrobras, le había dado plazo hasta las 20.00 GMT del viernes para entregarse, pero Lula lo ignoró.
Hubo complejas negociaciones para su entrega con la Policía, que se vio inhibida de intentar cumplir el mandato del juez en un predio que estaba rodeado por miles de incondicionales de Lula, pues temía que hubiera enfrentamientos.
La última excusa para postergar su encarcelamiento fue una misa celebrada en el sindicato, en memoria de su fallecida esposa, que habría cumplido 68 años.
Lula rompió su encierro y su silencio con la misa, y pareció surgir el líder sindical de puño alzado y verbo encendido de años atrás, que atacó a la «elite», a la prensa y a «jueces al servicio los poderosos», a los que acusó de llevarlo tras las rejas para evitar que vuelva a gobernar.