Llora, el país amado…
«Desde el fondo del tiempo, desde el fondo del niño, cada día José Luis Cuevas dibuja nuestra herida», escribió de su obra, Octavio Paz.
OAXACA, Oax., 9 de julio de 2017.- Calificado como uno de los grandes dibujantes” por The New York Times y considerado junto con Carlos Fuentes “Les enfants terribles” o niños terribles” del arte y la literatura, José Luis Cuevas fue admirado y reconocido en México y el mundo entero.
Artista, dibujante, grabador, escultor, escritor y activista perteneciente al movimiento de la Ruptura con el nacionalismo mexicano en el arte, y autor del manifiesto La cortina de nopal, abrió nuevos espacios para los artistas de su época, ampliando el panorama plástico que se vivía en México a finales de los ’50.
Ávido lector y obsesionado con la obra literaria del gran escritor checoslovaco Franz Kafka cuyo 134 aniversario de natalicio dicho sea de paso, coincide con la fecha en que murió José Luis Cuevas, el 3 de julio pasado.
El maestro Cuevas da forma visual al lado oscuro de la vida, aquello que nos cuesta trabajo aceptar: la muerte, la locura, el delirio, el dolor, seres híbridos y deformados que imaginamos a través de la palabra escrita en la Metamorfosis de Kafka.
Heredero de la grafica de José Guadalupe Posada, la imagen de la muerte se repite en la obra de Cuevas y su trazo brillante, sensible y poético hace que su obra critica, tenebrosa y novedosa se hermane con los grandes del dibujo y del grabado como Rembrandt, Lazansky, Le Brun y de manera especial con Francisco Goya.
Su obra abre un espacio, un mundo habitado por los enfermos mentales de sonrisa fija que dibujaba en el manicomio La Castañeda, los cadáveres de la morgue en los centros de medicina, y los personajes y las mujeres que viven y trabajan en la obscuridad de las largas noches en las calles de la gran ciudad, como la del Órgano.
Visionario y original, José Luis como lo llamamos muchos, crea un estilo muy propio e inconfundible en su arte por supuesto, pero también en su estilo de ser artista, y un nuevo estilo de vivir la CDMX.
Inventa espacios como el Museo José Luis Cuevas, una casona /vecindad bellamente restaurada en la calle Academia muy cerca de la antigua Academia de arte hoy día ENAP Escuela Nacional de Artes Plásticas, en el corazón de la ciudad, el barrio donde el nació.
Y, por años, lo visitamos en su columna «Cuevario» publicada en el diario El Universal, donde compartía con nosotros experiencias vividas de locuras que llevaba a pasear. Bautiza con el nombre de “Zona Rosa”, esa parte de la Colonia Juárez entre Florencia y Niza, Ave. Chapultepec y Reforma, lugar donde yo misma viví al lado de una casa que seria la Galería Arvil en la 7ª Cerrada de Hamburgo.
Fue lugar de cafés donde los artistas e intelectuales se reunían, en Denny’s cenaba Monsi y por la calle de Hamburgo se paseaba Pita Amor y que en la década de los ‘60, se transformo en una zona exclusiva de hoteles, galerías, restaurantes, finas pastelerías y boutiques.
Es en la Zona Rosa afamada por el mismo Cuevas, donde el pintor hace un performance y un mural efímero en una cartelera con duración de un mes.
Un hombre con una vasta cultura y a la vez agradable y simpatiquísimo él, con quien tuve el privilegio y gusto de sostener largas conversaciones.
Uno de nuestros grandes, el maestro Cuevas nos deja, nos deja su enorme obra visual en dibujo y grabado, obra escrita y un museo hermoso así como una colección de arte muy importante para México.
Inmortal, José Luis Cuevas vive en su obra y en el imaginario colectivo. Una luz y una oración para José Luis, ¡México esta de luto!