El pleito eterno: política vs brevedad
Dice la máxima que en una sociedad donde nadie puede ser engañado, tampoco nadie puede creer en nadie. Es duro reconocer que, con la confianza, viene la posibilidad de la traición; pero, por otra parte, es evidente que sería inviable la convivencia si la sospecha determinará todas nuestras acciones. Lo acontecido en la jornada electoral de ayer parece haber alcanzado ese nivel de agridulce conciencia y no es una mala noticia.
Con datos aún muy preliminares, esta elección intermedia parece haber mostrado al menos un par de tendencias muy claras: Que buena parte de la ciudadanía sale a votar porque está convencida de que su responsabilidad cívica sí impacta en la configuración de los poderes legalmente constituidos; y que la polarización patrocinada por los grupos políticos se modera en un sano contraste y equilibrio de poderes en manos de una ciudadanía madura.
La estampa de colores y tendencias partidistas tanto en la conformación de la Cámara de Diputados como en las gubernaturas, ayuntamientos y legislaturas locales refleja una renovada confianza. Pero vamos por partes.
Morena, por ejemplo, ha retenido buena parte de los electores que llevaron a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia en el 2018. Esto, a pesar de que la denominada Cuarta Transformación ha evidenciado carencias tanto operativas como programáticas para llevar a cabo las altísimas metas prometidas, aún no hay evidencias inobjetables del combate a la corrupción y, por el contrario, la autocomplacencia ha sido el reiterado discurso oficial.
En el otro espectro, el PRI y el PAN han recobrado ciertos espacios de confianza entre el respetable a pesar de sus irrebatibles historiales de abusos y corrupción; quizá por una indoblegable reflexión: sus fuerzas políticas institucionales son la opción indispensable para hacer contrapesos a las fantasías del poder hegemónico.
La ciudadanía, sin embargo, castigó con la peor de sus armas, la indiferencia, a los partidos de reciente creación (y a los vacíos de identidad) por varias razones: no quiere que haya más gasto en el sistema partidista, no hay ninguna seguridad de que más partidos favorezcan la pluralidad democrática y, todo parece indicar que, el pequeño grupo de partidos existentes son suficientes para canalizar el encono y la natural indignación social ante los flagelos en el país. Esto último, no obstante, es un serio cuestionamiento a agendas específicas de partidos menores que bien no logran convocar a la ciudadanía o no reflejan los verdaderos intereses del pueblo.
Bajo ese panorama, los escenarios inmediatos podrían ser diversos, pero no necesariamente inusitados: la presidencia de López Obrador y los personajes de la 4T tendrán la imperante necesidad de concretar los actos de relumbrón como las apresuradas inauguraciones de megaproyectos o la captura y castigo a personajes que el ideario colectivo identifica como íconos de la corrupción; y, por su parte, los partidos aliados en oposición deberán combatir contra el clásico fenómeno de la ‘fraternidad en la derrota y autarquía en el triunfo’. Y, finalmente, los liderazgos y los partidos que hoy pueden definir el peso de una tensa balanza seguro ya tienen su esquema de negociación y el valor específico de su fuerza política.
La ciudadanía, insisto, volvió a confiar. Aún hay reservas de confianza en el proyecto del presidente a pesar de la condensada experiencia de decepciones; pero también es capaz de volver a confiar en aquellos partidos que despreció hace tres años a pesar de su extensa exhibición de atrocidades. Allí está la confianza como también su reverso, la posibilidad de la traición.
Ante este escenario, la única herramienta ciudadana que podría reducir los riesgos del potencial engaño es la vigilancia, el seguimiento persistente y sereno a las actividades y decisiones del poder depositado en los representantes del pueblo. ¿Y cómo se hace la vigilancia del poder? Hay que decirlo, no es sencillo: con pluralidad y libertad de medios de comunicación, con organizaciones sociales independientes, con participación ciudadana, con el robustecimiento de las estructuras intermedias de la sociedad y la presión política hacia la verdadera transparencia y rendición de cuentas del poder. No es mala idea ir apoyando estas tareas.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe