Respuesta a la violencia e inseguridad
Raúl Ávila | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 3 de febrero de 2019.- Luigi Ferrajoli recibió el lunes pasado en la Universidad de Barcelona, un doctorado honoris causa más por su extraordinaria contribución a la filosofía y teoría del Derecho
En su discurso, el creador de la doctrina del Derecho como un sistema de garantías para la eficacia de los derechos humanos propuso tipificar como delito contra la humanidad las conductas que provocan el empobrecimiento sistemático de la población.
Lo que equivaldría a una suerte de genocidio económico y social.
En su ya extensa obra el exjuez y profesor italiano ha insistido en que las crisis de los ochenta de la soberanía nacional, la ciudadanía, el estado de bienestar y la legalidad, y los remedios que se les aplicaron a través del neoliberalismo económico y la globalización jurídica han provocado más daños y perjuicios que beneficios en las dos décadas recientes.
Más competencia y más desigualdad, más riqueza y más pobreza, más ganancias y más precariedad, más población y más migración, más interacción comercial y más polución, más poderes ilegales y más inseguridad, violencia e impunidad han generado más desconfianza, incertidumbre y miedo.
A su vez, tales fenómenos han sembrado campo propicio para la reacción populista de izquierda y derecha bajo la promesa de orden, seguridad y conservación de lo propio, aun a costa de los derechos de los otros, sobre todo de los considerados ajenos y extraños (migrantes, indígenas, géneros alternativos, etc).
Es ahí cuando la propuesta garantista de Ferrajoli cobra relevancia jurídica y proyección política global.
Urgen garantías para que los gobiernos nacionales en todos sus niveles y los sectores de la economía y la sociedad se sometan a la Constitución, de modo que se abata la flagrante captura ilícita del estado y, lo peor, de la nación misma, de las naciones, pueblos y comunidades.
Urge que las instituciones internacionales refuercen y conviertan sus organizaciones en verdaderas salvaguardas de los equilibrios entre los derechos de las mayorías depauperadas del mundo y sus expoliadores.
Urge que la voluntad de un solo hombre, ya sea líder político, empresarial o de cualquier comunidad –desde la familia hasta las organizaciones civiles y sindicales– no pueda ser omnímoda y menos impune.
Urge, por lo tanto, un sistema reestructurado de garantías institucionales de los intereses humanos que impidan la exclusión y la victimización y que, por el contrario, propicien el florecimiento de la dignidad de individuos y grupos.
Si México logra remover los obstáculos que deprimen su potencialidad y recoloca garantías funcionales para frenar el abuso y los excesos, moderar la opulencia y la indigencia, devolver confianza y canalizar sus vastas energías sociales y naturales para bien, entonces nos habremos regenerado para protagonizar el siglo 21.
Si los países como México y otros muchos no lo hacen así y tampoco rediseñan la arquitectura de las instituciones internacionales para ponerlas al servicio de la humanidad y la naturaleza amenazadas, entonces no hay viabilidad en el futuro.
Un sistema de garantías es esquema de derechos, obligaciones y responsabilidades con prevención y remedios efectivos en toda esfera de acción, de la interpersonal a la internacional.
Si los mexicanos y la humanidad vamos a emanciparnos de los ídolos y demonios que nos seducen y enajenan será porque actuemos con decisión para garantizar los mínimos vitales y los máximos proporcionales para todos.
Si ello requiere tipificar el genocidio socioeconómico, en cualquier modo de producción y régimen político que se instrumente, habrá que respaldarlo.
Larga vida a Ferrajoli esperando que, como lo hizo hace casi 20 años cuando tuve el honor de acompañarle al Tribunal Superior de Justicia, vuelva a Oaxaca en donde sus lecciones también son objeto de mucho estudio académico, aunque todavía insuficiente práctica en la vida pública e institucional.