
Llegará a Oaxaca el 29 Tour de Cine Francés con 7 estrenos
OAXACA, Oax. 2 de septiembre de 2025.- Poco tienen que ver, aparentemente, los bailes ancestrales que forman la parte central de las fiestas en honor de la Virgen de la Ermitana en Peñíscola con la presencia en ese castillo palacio del conocido como Papa Luna, el polémico Pedro Martínez de Luna que adoptó el nombre de Benedicto XIII.
Pero cuando se está en esta villa de la costa levantina y se contempla la imponente mole del castillo que fue su residencia, resulta inevitable buscar la coincidencia, informó Open Comunicación en un comunicado.
Pocas fortalezas gozan de una situación tan privilegiada, enclavada en la zona más elevada de la ciudad. Construida por los templarios sobre los restos de la antigua alcazaba árabe, es una construcción sobria y sólida.
El aragonés Papa Luna, uno de los protagonistas del Cisma de Occidente, que llegó a concentrar tres papas, ejerció durante dos decenios como Sumo Pontífice sobre los territorios que le eran fieles, en medio de constantes negociaciones para poner fin al Cisma. Residió primero en Aviñón, en el palacio de los Papas, que abandonó en 1403 para vivir a caballo de diversas ciudades de Francia e Italia. En 1415 fijó su residencia en Peñíscola, en el antiguo castillo templario, que convirtió en un palacio de leyenda. Rodeado de reliquias y obras de arte, creó una de las bibliotecas más importantes de su época, compuesta por obras de teología, filosofía, arquitectura, medicina, alquimia y magia. Figuraban en ella también tratados bélicos, de astrología y astronomía y obras sobre las propiedades de las plantas. Las piezas más controvertidas de su colección, los «libros ocultos», llevaron a que se arrojasen sobre el papa acusaciones de hechicería y cultos demoníacos.
Desde Peñíscola, Benedicto se enfrentó a los romanos Inocencio VII y Gregorio XII y, tras el Concilio de Pisa, también a Alejandro V y Juan XXIII. Sobrevivió a varios intentos de envenenamiento y siempre se negó a abdicar, incluso tras la renuncia de los otros papas y el nombramiento de Martín V en el Concilio de Constanza en 1417. Su frase yo sigo en mis trece se interpreta hoy como cabezonería cuando alguien se niega a cambiar de opinión o ceder. Pedro Martínez de Luna murió el 17 de mayo de 1423, convencido hasta el fin de que él era el único papa legítimo. Se dijo que sus últimas palabras fueron: Papa sum.
Días de devoción y fiesta
Hoy, su recuerdo sigue permanente en Peñíscola y aunque nada tiene que ver con las Fiestas de la Ermitana, el castillo que él embelleció sigue siendo el principal escenario donde se celebran. De allí parten las danses, unos bailes ancestrales que son la máxima expresión de devoción del pueblo hacia su patrona. Se trata de unas danzas cuyos orígenes son remotos, y evocan la tradición guerrera y campesina de la localidad. Los protagonistas son dansants, llauradores, gitanes, cavallets, pelegrines y moros y cristians. Este espectáculo acaba con el castell, que consiste en una torre humana formada por jóvenes unos encima de otros y coronado por un niño que trepa por la torre como si fuera un árbol. Los últimos días de esta fiesta tienen lugar los desfiles de Moros y Cristianos, que llenan de colorido las calles de Peñíscola. Fuegos artificiales, verbenas, conciertos, concursos, competiciones deportivas, encierros taurinos y suelta de vaquillas, pasacalles con charangas, y diferentes actos religiosos configuran el resto de actividades de estos festejos tan arraigados en el pueblo, que se viven con fiesta y devoción.
Así lo expresa el Alcalde de Peñíscola, Andrés Martínez Castellá: La Virgen de la Ermitana nos acompaña en cada celebración, en cada anhelo, en cada incertidumbre, en cada conmemoración. Forma parte de nuestra tradición y fe, pues la hacemos partícipe, testigo y garante de los momentos más importantes de nuestra vida." Por su parte Ramón Simó, Concejal de Turismo de Peñíscola comenta: Las danzas, la danza batalla y la música son mucho más que una expresión artística; son memoria viva de nuestro pueblo, un lenguaje ancestral que se transmite de generación en generación. La elegancia de sus pasos, la riqueza de su vestimenta y la armonía de su ejecución nos conectan con siglos de historia y recuerdan quiénes somos.
Cada uno de los grupos integrantes participan en la procesión por la tarde acompañando a la imagen durante la vuelta por todo el viejo burgo, formando dos filas delante de ella y bailando durante todo el trayecto; els moros i cristians dan escolta a la imagen que va a hombros de marineros. Tras la procesión en la Plaza de Armas, frente al eremitorio de la Patrona y a los pies del soberbio castillo templario-monasterio-papal, actúan los diferentes grupos manteniéndose vivo este destacado elemento popular. La parte coreográfica se compone de bailes de espadas, de palos, de arcos y de cintas, a los que se añaden algunas peculiaridades como los pequeños escudos "broqueles".
Curiosamente, los hombres visten unas enaguas almidonadas similares a las de las mujeres que también se dan en otras fiestas similares en localidades del norte de España. En Peñíscola se cree que su origen está en el desprendimiento de las mujeres que al regresar sus hombres de una batalla, victoriosos, pero con las ropas destrozadas, les cedieran una de sus varias enaguas "para tapar sus vergüenzas" , y con ellas bailaron una danza triunfal, conservándose después el rito. Algunos opinan que, en realidad, se trata de unas fingidas parejas mixtas nacidas de la prohibición de la intervención de mujeres en las danzas religiosas al igual que se impedía la celebración de estos bailes en las iglesias.
Otro símbolo singular de las fiestas de Peñíscola son "Els cavallets" que lo constituyen un grupo de muchachos o mayores que, en cuatro parejas, cargan con un armazón, simulando un caballo y danzan imitando combates a caballo. Este grupo de danza ha sido muy popular, en el pasado, en las tierras valencianas.
Pero la fiesta ha comenzado varios días antes. Generación tras generación llega con el primero de septiembre el volteo de campanas. Es la llamada a la fiesta. A partir de ese día empieza todas las noches la novena a la Virgen (rezo comunal del Rosario en la ermita), lo que hace que los peñiscolanos ya sientan que las fiestas que se aproximan.
Un origen remoto
La tradición asegura que tienen su origen tras la Reconquista, una vez repuesta al culto la imagen de la Patrona ocultada durante la dominación islámica. Pero la primera noticia que hay de la celebración de las fiestas en honor y homenaje a la Patrona María de Ermitana, lleva fecha del 3 de agosto de 1664, en que una sesión del Ayuntamiento ratifica su celebración y normal desarrollo. Sobre la existencia de las ancestrales danzas procesionales, la noticia más antigua conocida está fechada el 15 de septiembre de 1677, sin embargo, parece que mucho antes ya se celebraban.
De hecho uno de los actos importantes de las fiestas, que tiene lugar una semana más tarde son los llamativos desfiles de escuadras moras y cristianas que conmemoran las batallas de la Reconquista entre moros y cristianos, que tuvieron lugar desde el siglo VIII al XV, resaltando la tradición y los varios siglos de convivencia e intercambio cultural entre ambas culturas. La «Entrada Mora» es uno de estos actos destacados que representa la llegada de los moros a la ciudad. Un espectacular desfile donde las comparsas moras, ataviadas con trajes tradicionales muy coloridos, invaden las calles al ritmo de música y danzas. Y, por supuesto, también hay una «Entrada Cristiana», otro espectáculo igualmente impresionante en el que las comparsas cristianas representan a los caballeros y soldados de la época, llenando las calles de un aire medieval con sus trajes, escudos y banderas.
El cuidado y detalle de estos trajes son el principal atractivo de los desfiles; muchos de estos atuendos son obra de artesanos locales que los elaboran con mucho mimo e invierten meses y meses de labor en cada pieza. En los de las comparsas cristianas habitualmente predominan el color rojo y dorado, simbolizando poder y riqueza, mientras que los moros optan por colores vibrantes como el verde y el azul, evocando al cielo. Estos desfiles suelen dar por finalizadas las fiestas, rematados por un castillo de fuegos artificiales de gran nivel, en el que la espectacularidad de los propios fuegos se acentúan con el escenario del Casco Antiguo de Peñíscola, la magnífica playa y el monumental Castillo del Papa Luna.