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El nuevo museo en el Estadio Alfredo Harp Helú comprende varias salas dedicadas a la historia y al presente del equipo más ganador del país, los Diablos Rojos del México, y dos salas de exposiciones temporales.
En la Sala temporal B se presenta la exposición Francisco Toledo, sobre beisbol. En ella, es posible confirmar que cualquier tema que el maestro abordaba y cualquier material que usaba lo convertía en arte: una hoja de papel, un lienzo, metal, vidrio, madera, arcilla; todo lo transformaba en dibujo, pintura, escultura, grabado, fotografía, siempre en formas nuevas cuya única constante era una manera poética de estar en el mundo.
Al abordar el beisbol, el maestro entendió que no solamente se trata de un juego en un diamante verde, hermoso y mágico, sino que puede funcionar como una metáfora para comprender la experiencia cotidiana, con los desafíos, las alegrías y tristezas, los triunfos y la humildad de cada día, y de cada vida. El maestro sabía que el beisbol reúne a las personas y construye comunidad, pues el propósito de ganar un juego depende del esfuerzo individual, pero es compartido por la afición, y solamente ocurre con la colaboración entre los jugadores del equipo. Por ello, cuando Toledo se ocupó de este tema, además de las características extraordinarias de sus obras, sumó empatía y afecto a cada pieza que se encuentra en la exposición.
En esta sala del museo encontramos un bateador en el momento de esperar el lanzamiento, otros a punto de golpear la pelota, otro bateador de mica empezando a correr, un cácher listo para recibir una pelota lanzada que gira inesperadamente y regresa para dar varias vueltas; grabados con escenas completas de un juego que puede ser real, o el mejor juego imaginado por los aficionados de los Diablos Rojos del México.
En esta exposición, también están papalotes que son campos de pelota en el aire; las maquetas que el maestro hizo para la reja que rodea al Estadio Alfredo Harp Helú, que es también una escultura enorme, que puede convertir todo lo que ocurre dentro en una experiencia estética.
Desde luego, el maestro Toledo también dibujó calaveras que juegan las distintas posiciones en el campo; porque en la experiencia humana después de la vida, también es posible continuar jugando beisbol.
En la otra sala temporal se encuentra la exposición “El mejor campo de pelota para vivir” que está basada en una idea del libro de memorias de don Alfredo Harp Helú, Vivir y morir jugando Beisbol. Esa muestra inicia con una cita: “Sucedió hace aproximadamente 13000 millones de años, en el centro del diamante hubo una gran explosión, millones de partículas se dispersaron en todas direcciones, formaron más de 100000 millones de galaxias que contienen billones de estrellas y planetas…”.
Aquí se hace referencia a que el mundo, cada país y cada ciudad también son parques de pelota, y la experiencia que compartimos con otras personas puede compararse con un juego de beisbol en el que encontramos alegría, triunfo o derrota, voluntad, paciencia, riesgos, estrategia, esfuerzo y sacrificio, competencia, integridad, empatía y todas las emociones que nos hacen humanos. El juego de beisbol es la vida.
El juego de beisbol es la vida. Por ello, en esta sala se presentan obras de dos artistas de Oaxaca que también abordaron el beisbol como una manera de comprender. Adán Paredes presenta pelotas suspendidas que son estrellas que forman una galaxia, cuyas sombras son mundos conocidos, sobre bats atados que son historias y experiencias. Y Víctor Vásquez presenta esculturas de beisbolistas en juego que se forman con barro rojo gracias al fuego.
En las dos salas temporales del Museo de los Diablos Rojos del México está implícito que el arte y el beisbol pueden ser formas de comprender el mundo. Y con ello se sugiere que el sentido de cada experiencia puede coincidir con el propósito de la vida de cada persona; es decir, no es suficiente estar en el mundo para acceder a una experiencia estética, sino que es necesario construir una coherencia entre la manera en que uno desea vivir y la forma en que se vive en comunidad.
Por ello, es un acierto que el Estadio Alfredo Harp Helú cuente con un museo con espacio para arte, no solamente porque brinda a los aficionados al beisbol la posibilidad de conocer el trabajo de diferentes artistas, y porque ofrece a los artistas la forma de comprender implícita en el beisbol; sino porque reúne de manera muy sencilla y amable esas dos formas de metáfora, que coinciden en un nivel profundo: solamente se gana el juego si cada jugador logra superarse a sí mismo, solamente se logra una buena obra si cada artista se arriesga a desaparecer para reinventarse a sí mismo; y solamente se obtiene el triunfo y una experiencia estética, si sucede algo que en arte llaman “accidente afortunado”, porque está fuera del control del artista, y en el juego fuera del control del jugador o del entrenador; y en la vida fuera del control de cada persona, pero ocurre.
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