Exhiben multipremiada cinta La Soledad de María Conchita Díaz en FIC
Diario de San Martín
En las páginas que siguen
se encuentra de todo, y más,
y lo contrario de todo.
Giles Deleuze, Lógica del sentido
Entonces empiezo a cargar la página. En la mañana del domingo suenan los cohetes, el barrio despierta con los olores del campo y el pregón del pan, el atole. En la mesa esperan los tamales; las palabras.
En alguna ocasión escuché al maestro Andrés Henestrosa decir que el oaxaqueño no estructura su pensamiento en palabra escrita, pinta; que lo hace con imágenes. Tomo esto como el principio de la escritura que carga necesidad y carencia.
Encuentro que la tradición es el origen de la rebeldía y que ésta, la rebeldía, es el principio de la tradición.
De niño me gustaba dibujar, lo hacía en las hojas del cuaderno. Mi madre un día, allá en el barrio, revisó mi mochila de la escuela, abrió mi cuaderno y se quedó maravillada: cuántas cosas le decían aquellos dibujos.
Me gano la vida como “pastor de letras”, editor; realizo la práctica cotidiana con la imagen que me dejaron los maestros. Sé bien que me debo a una tradición -la literatura oaxaqueña- y en ella recojo esta escritura.
Para realizar mi trabajo parto del “no saber”. Nada encuentro más pedante que la gente que sabe. Los maestros dicen: las palabras vuelan sobre el lomo de las palabras, ¿cómo saber lo que dicen las palabras? ¿desde dónde podremos leerlas? Escribir no es sumar una letra tras otra; el escribir está cargado de intenciones. Leer, no es unir dos palabras y enviar la imagen al cerebro para que traduzca esas pocas letras (dos palabras unidas), que está repleto de diccionarios, repositorios armados con nuestras palabras-imágenes. ¿Cómo encontrar sentido a la escritura?
La tradición, el camino más corto para descifrar la escritura, tiene por base el apegarse a la escritura ya hecha por otros, a lo ya practicado y dicho. Cuando mi madre -indígena, analfabeta, viuda responsable de cinco hijos- revisó mi cuaderno repleto con dibujos, esperé la reprimenda; pero en su rostro estaba la sonrisa. Ella, que no sabía leer, había encontrado otra forma de la lectura, distinta a la que se recoge de sumar grafías, letras; aquellos dibujos le contaban una historia y ella se sentía orgullosa en ese momento, por saber “leer” lo que su pequeño hijo había escrito en el cuaderno.
¿Quién podrá decir que sabe leer lo escrito en los cuadernos de los hijos? Nadie, el camino de cada signo, la grafía, parte de referencias personales, intransferibles que nadie conoce, ni aquél que escribe-dibuja el signo.
Reviso apuntes. ¿Qué dicen los maestros? La escritura es un gesto que oculta el estado de ánimo, una marca, una mueca, una señal para recordar un momento determinado, una cuenta. Homero, padre de la literatura en Occidente, utilizó la figura retórica de la enumeración como principio de la narración. Cuenta, suma; y al contar narra.
El que escribe regresa al principio, aborda la repetición; con la escritura busco las palabras nunca leídas ¿Entonces cómo esperar que alguien entienda esta escritura? Nunca fue dicha.
Pasan las horas del domingo, en la calle se escucha el ladrido de los perros, el ulular de una ambulancia; la vecina pide a gritos que apaguen la bomba de agua. Respiro, mis dedos se llenan de una extraña energía, entonces escribo; empiezo a cargar la página.