Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 3 de enero de 2021.- La renovación del calendario gregoriano es uno de los acontecimientos que marcan la vida de las personas. A lo largo y ancho de nuestro planeta, el cambio implica celebración, y particularmente en el mundo occidental dotamos de significado lo que ocurre entre la noche del 31 de diciembre y la mañana del primero de enero. Es parte de una tradición profundamente arraigada, que deja atrás los sinsabores, reconoce lo aciertos, y marca un nuevo calendario a partir de propósitos que cumplir. Las 12 uvas son solo el reflejo más material de esta construcción mental que nos ha acompañado por siglos. Con campanadas o con cuenta regresiva de por medio, sabemos que algo nuevo traerá el año que comienza.
2020 fue un año atípico en toda la extensión del término. Los rumores que empezamos a escuchar sobre un nuevo virus que azotaba la ciudad de Wuhan en China, precisamente en su arranque, parecían provenir de otro planeta. Para quienes vivimos en este hemisferio significaron una amenaza, pero no imaginamos cuánto podría afectar la confirmación de tales rumores la vida cotidiana que llevábamos. Para los habitantes de Europa la advertencia fue más cercana. Cuestión de geografía y de amenaza potencial considerando el alto flujo de frecuencias áreas entre Europa y Asia. Aún padecían los fríos del invierno, cuando Italia y España empezaron a mostrar los efectos de aquel virus desconocido sobre su población. De la región de Lombardía en el norte de Italia recibimos nuevas imágenes, ahora más aterradoras: camiones militares trasladando ataúdes. La primera imagen de Wuhan, en la que reinaba la incertidumbre, ahora se complementaba con una imagen más cercana: el virus se convertía en pandemia.
Hacer un balance de 2020 es muy difícil pues apenas en el primer trimestre el Covid-19 se había convertido en el centro de atención internacional. No había otra noticia en el imaginario político, económico y social. Cada uno de estos aspectos empezó a entenderse e interpretarse a partir de la pandemia. Es más, incluso las dinámicas del ocio se transformaron, frente a la imposibilidad de que se siguieran realizando conciertos en vivo o se abrieran los estadios a los aficionados al deporte. El futbol clausuró al jugador más importante: el público, y empezaron a circular nuevas escenas, ahora de la adaptación del deporte y el espectáculo a los nuevos tiempos. A la fecha, es una incógnita la realización de las Olimpiadas de Tokio, pospuestas al verano de 2021, un hecho inédito, que recuerda la cancelación de la fiesta deportiva más importante a nivel mundial en las ediciones de 1940 y 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial impidió realizarla en las sedes de Helsinki y Londres, respectivamente.
En América Latina los saldos del Covid-19 provocaron una tormenta inesperada. Los países de la región tuvieron que enfrentar un fenómeno sin registro previo; adaptar los sistemas de salud para priorizar la atención de los enfermos graves, y establecer estrictas medidas de confinamiento social que transformaron la forma de convivir, la forma de comprar e incluso la forma de ir al cine. No hay que ahondar en cómo a la crisis sanitaria se sumó la crisis económica y cómo sus efectos se sintieron por el resto del año. Al confinamiento más estricto de marzo, abril y mayo, sucedió un lento periodo de recuperación local, en el que el turismo siguió siendo restringido. El ideal de conocer nuevas ciudades y vivir nuevas experiencias fue suspendido. Y apenas con el fin de año renace en algunos puntos específicos y manteniendo las medidas de distanciamiento originales.
Al balance del año hay que añadir un gran protagonista: el personal médico que ha enfrentado en primera línea esta pandemia. Sin médicos y enfermeras dispuestos a ayudar a los pacientes más graves, estaríamos derrotados. Ellas y ellos son los héroes de una historia que nadie esperaba vivir. El fin de año, además de permitirnos recordar a nuestros amigos que partieron de esta vida, fue la ocasión para poner en nuestras oraciones a quienes luchan por recuperar el aliento y la vida en las salas de terapia intensiva. Junto con ellos, dos instrumentos médicos fueron objeto de amplias discusiones en la esfera pública: el cubrebocas y los ventiladores. A pesar de algunas contradicciones en las indicaciones sobre el uso del primero, hoy sabemos que no hay mejor instrumento para prevenir el contagio que éste, que mantiene cubiertos nariz y boca mientras interactuamos con los demás. La reducción de las probabilidades de contagio es notoria. Hemos aprendido a vivir y comunicarnos con él en los últimos meses, con la esperanza de que no se vuelva norma a futuro. Ahora, saludamos con menos efusividad, pero con el mismo cariño a nuestros seres queridos.
Frente a las palabras e imágenes que marcaron el 2020, hoy podemos alegrarnos de que también el cierre de ese mal año envió señales de alivio para el mundo, especialmente para los países más afectados, con el desarrollo y aprobación de varias vacunas que hoy son realidad. Vacunas como las de Pfizer BioNTech, actualmente en implementación en nuestro país, Oxford-AstraZeneca, Moderna, e incluso la vacuna rusa Sputnik V, son el último objeto de atención mediática que dejó el año que se fue. Para bien, son también el motor de un nuevo año, la materialización de los anhelos de que se acabe la pandemia iniciada en China, y que la comunidad internacional transite a un nuevo acuerdo de cooperación técnica que prevenga futuras amenazas como la que no se previno a tiempo. En la esfera más cercana, las vacunas existentes representan la oportunidad de que millones de personas que siguen en confinamiento, particularmente los adultos mayores, tengan la posibilidad de retomar su vida y salir de casa sin miedo al contagio.
Si 2021 será el año de la esperanza y sobre todo de la recuperación sanitaria y económica, debemos considerar que el tiempo vuela. Estamos arrancando un año nuevo con posibilidades reales de que vivamos las mejores experiencias que suspendimos el año pasado. Es más, hay una última imagen que me gustaría referir y que pone en perspectiva esta afirmación: la celebración del año nuevo en Wuhan, primera ciudad en padecer los efectos de la nueva enfermedad. Con el fin de 2020, una multitud se congregó en las calles para celebrar. Aún con cubrebocas, miles de chinos celebraron aventando globos al cielo, mientras contemplaban juegos artificiales. La escena provoca sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo nos deja una lección: problemas complejos como la pandemia que marcó el 2020 son superables. La solución viene de las redes de cooperación y apoyo que reivindican a la especie humana como una especie que se adapta a los cambios, aunque sean inesperados y de gran magnitud. Bajo esta premisa van mis deseos de que 2021 sea un año pleno, con precauciones y sin miedos; pero un año distinto, feliz, próspero, para todas y todos.
@pacoangelm