Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax., 12 de marzo de 2018.- Me pareció poco probable pero, al paso de distintas anécdotas comprobamos que la hipótesis era cierta. He tratado de convencer a quienes conozco y con quienes hablo de la hermosa tierra donde nací que, no son “tlayudas” sino que, lo correcto es “Clayudas”.
El éxito ha sido poco alentador y, siempre me rebota el argumento fácil de “como sea, son deliciosas”.
De los episodios más recordados son de un domingo en Tlacolula, en el que la idea era desayunar allí y recorrer el tianguis, nos entretuvo el paso por El Tule y las circunstancias nos llevaron a Mitla, dónde después de visitar las columnas y admirar las grecas en la ciudad de Mictlán, maravillados por esa concepción del inframundo, con el cálculo abrazado de los días que de vida te quedan. Sumados a esa exactitud en la medición del tiempo y calando la historia de una ciudad más, enterrada bajo los muros de la conquista, llegó la tarde y tuvimos que pasar a comer a un lugar a la salida de la Mitla nuestra.
Dimos lectura a la carta mientras nos convidaron pruebas de mezcal, comenté en voz alta que trajeran una Clayuda para compartir en calidad de entrada, un comensal al paso escuchó y cuestionó: ¿cómo dijo? ¿qué pidió? Contesté apresurado y con sorpresa una Clayuda, dijo ¡ah! Qué bueno que no salió con la palabrita esa de Tlayuda, esas solo caben en la cabeza de una primera dama que no supo pronunciar y que por ser esposa de gobernador, todos siguieron diciendo tlayudas pero, lo correcto es clayudas.
Eufórico dio datos y expresiones que no comentaré pero, el hecho con quiénes compartí la mesa ese día quedó registrado.
En la misma zona en diferente ocasión pero ahora sí en Tlacolula, llegamos al mercado, era la época de la fiesta de muertos, todos los santos o fieles difuntos, había una larga fila de mujeres de diferentes edades ofreciendo a la venta toritllas, le dije a mi amigo, uno de quiénes me acompañaban: te demostraré que son Clayudas y no tlayudas, me acerqué a una de las vendedoras y le pregunté señalando unas tortillas grandes de un diámetro aproximado de 30 centímetros, tal vez un poco más grande, ¿qué es eso? y me contestó la mujer de más o menos 60 años de edad ¡clayudas! ¿Cuántas? A seis por veinte. Le insistí y me respondió enérgica ¡clayudas! Sonreí y di las gracias. Delante había un puesto de comidas con sendo anuncio en cartulina naranja fluorescente donde entre otras cosas, se leía perfecta la oferta de “tlayudas”.
Me acerqué a la señora joven que atendía la cocina del puesto de comida y le dije como son las tlayudas y me dijo, son estas tortillas grandes mostrándome la enorme tortilla. Entonces le dije, oiga pero la señora que allí las vende dice que se llaman Clayudas, la respuesta nos dejó atónitos porque la joven señora dijo: es que ella no sabe ¿no la ve?
La tercera fue una conversación que en Facebook se dio hace apenas unos días sobre la palabra. Me sorprende que se afirme que quienes hacen, para alimentarse milenariamente de ese tipo de tortillas, pierdan por ser nativas de una comunidad la originalidad del nombre de esa tortilla.
He sugerido a todos con quién comento esto, que algún día acudan al mercado Benito Juárez en el centro de la capital de Oaxaca, al mercado de Abastos o algún otro mercado y pongan atención de cómo, quiénes producen y venden esas grandes tortillas las ofrecen y escucharán perfectamente que dicen “lleva blandas, lleva Clayudas”.
Al final de varias, muchas ocasiones, la hipótesis, se volvió teoría. Los que saben, le cambiaron el nombre a las tortillas que hacen quiénes las elaboran desde el origen de sus comunidades.