
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
OAXACA, Oax., 29 de enero de 2018.- Las características del actual proceso electoral, así como se va desarrollando, ponen de manifiesto que la estrategia de la acumulación impuesta por el capitalismo, el imperialismo y la globalización, por fin acabó con los principios revolucionarios.
No hay en la contienda por la Presidencia de la República un solo candidato que sostenga líneas de identidad ideológica y praxis política alineada a sus apotegmas ideológicos.
La derecha ha reculado a la izquierda a dejar de pensar y luchar por mejores condiciones de vida, por el reparto igualitario de la riqueza; sin restar la importancia a algunos hechos y acontecimientos de actualidad. Las redes sociales nos llevan hacia donde al poder económico conviene y nos distrae, al grado de que hay quienes se desgarran las vestiduras por situaciones qué, siendo graves en el acontecer diario, hacen olvidar los problemas principales del país.
Así, podemos referir escenarios de componendas electorales que, a partir de una serie de acontecimientos generan percepciones. Solo eso, percepciones porque, datos que lo comprueben no los hay, tal vez en un futuro si los conozcamos, pero por el momento solo conjeturas.
Lo grave del proceso electoral y sus resultados es, esa angustiante afirmación de que solo hay un candidato de izquierda y, a partir de ahí descalificar todo lo que no se aposte a los pies del salvador. Esa posición extrema evidencia solo lo que está de moda, alcanzar el poder para el poder mismo. ¿Qué importa en esas circunstancias el proyecto de nación, si contra ello solo sabe victimizarse?
Me permitiré aquí la siguiente escenificación que muestra la conveniencia del acomodo en el resultado electoral, por ejemplo, quienes tiran la piedra piensan que no importa el sacrificio del mesías, si él garantiza con su muerte canonizar a sus siervos. ¿Proyecto ideológico? no, para nada, llegar al Congreso es la meta, él con la aportación de las dietas se garantiza otros seis años de campaña; mientras, hay que seguir “bajando” recursos, que eso es lo importante; ¿federalismo? no, no importa, además ni sé que es eso; ¿desarrollo local? nada, eso no es útil. ¡Además! para qué perder el tiempo en eso, si la mafia del poder abruma y es mayoría.
Ya vendrá otra oportunidad, queda aún la esperanza de que Lula en Brasil llegó hasta el cuarto intento, así que, nada pasa, aquí los santos a colectar limosnas, para cuando la resurrección sea posible. Perdonen la sátira pero, en verdad conociendo a quienes arropan esa “única propuesta de izquierda” no dan más que para hacer estas afirmaciones porque, comentando con algunos de ellos afirman que “El Che” se llamaba José y no son exageraciones.
La definición de las elecciones ponen en grave riesgo el estado mexicano, que cada vez más, va de una monarquía literaria como la calificara el autor de “cincoesquinas” a la concreción de un estado autoritario, fortaleciendo estructuras y legalizando las acciones anticonstitucionales que garantizan el uso de instituciones que pronto de manera más violenta se volverán contra los mexicanos. Como ejemplo, la Ley de Seguridad interna, ya comentada aquí.
En situaciones de estas estriba descalificar a quienes no piensen y actúen como los proclives a la beatificación, porque en el escenario próximo las afrentas pueden hacer la diferencia entre luchar juntos o que nos lleve el diablo separados. Olvidan algunos la reflexión Marxista de que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su arbitrio, en circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en circunstancias directamente encontradas, dadas y heredadas del pasado.
La tradición de «todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla la mente de los vivos.”
Tanta circunstancia amorfa para algunos, bien definida para los poderes fácticos, encuentra remanso en letras y música, que tal si recordamos aquello de que “…será que te embellece ser feliz” de Luis Eduardo Aute o la lectura apasionante del amor de Ricardo por Lily, a propósito de Mario Vargas Llosa.