Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 27 de noviembre de 2016.- Al terminar sumamente cuestionado el gobierno de la Alianza encabezada por Gabino Cué Monteagudo, vale la pena descubrir los pedazos de la ruina, en afán de dejar esta experiencia a las futuras generaciones de gobernantes oaxaqueños, se debe reconstruir pedazo a pedazo los componentes de un gobierno, que de inicio, se comprometió por un gobierno de cambio y de eficacia.
En plena campaña del año 2010, la estrategia del candidato de la Alianza entre los partidos PAN, PRD, PT y Convergencia (hoy MC), fue un concepto que comenzó a calar profundo en la conciencia colectiva de los oaxaqueños. En los Valles Centrales, en el Istmo, en la Costa, en la Cañada, en la Cuenca, en la Mixteca, en la Sierra Sur y en la Sierra de Juárez, el concepto ganaba terreno.
El viento transportaba una nueva, hinchada de esperanza, deseada, requerida, pedida a gritos, muchas veces hasta con angustia, después de que el PRI, gobernante de varias décadas, dejaba muchas cuentas pendientes. Este concepto que resonaba en todos los rincones de la patria chica del gran Patricio de América, fue un concepto que embriagaba por deseada, por dulce, por soñador: el cambio.
No cabía la menor duda, el proyecto estaba dado. Por la situación casi congénita de los oaxaqueños, llena de injusticias, de dependencia, de subdesarrollo, de falta de claridad en el destino, el cambio cayó en tierra fértil. Ante la realidad lacerante, quién en su sano juicio no podría desear el cambio, incluso el candidato del partido gobernante formuló un proyecto semejante: transformación. Sin embargo, por el desgaste natural del ejercicio continuo y prolongado de gobierno, el proyecto transformador no pudo triunfar.
Así, la realidad oaxaqueña, una sociedad enferma de pobreza, marginación, injusticia para sus pueblos y comunidades, le era indispensable, en términos médicos, una cirugía mayor, amputar la gangrena social, si se me permite el término. El cambio significó, de inicio, por tanto, un cambio de la situación original, un cambio social, económico, político y moral, ni más ni menos.
Qué desgracia, qué torpeza, “Oaxaca si cambió” pero por la evolución natural de las cosas, por el arrastre de los cambios que produce la ciencia, la tecnología y las prácticas sociales. El cambio esperado, el ansiado no llegó, en respuesta los ciudadanos reprobaron en las urnas al gobierno de la Alianza, al gobierno del “cambio”.
Traicionar el proyecto es un grave error en política, minimizarlo es mucho más grave, o transformarlo en realizaciones administrativas es una manera de simularlo al afirmar que “se cumplieron con el 96% de las metas y acciones plasmadas en el Plan Estatal de Desarrollo 2010-2016”. Simular “el cambio” con metas y acciones administrativas que todo gobierno debe de cumplir es una verdadera afrenta a la dignidad de los ciudadanos oaxaqueños.
El cambio, ni duda cabe, debe estar conectado a una firme voluntad, al interés de todos, a un sentimiento generalizado, sobre todo a la enorme determinación de realizarlo. Su fracaso en Oaxaca lo explica esa falta de voluntad, esa falta de determinación del responsable de instrumentarlo: Gabino Cué Monteagudo.
En los años finales de su gobierno, el disimulo no aguantó más, por la vía de un correo envió sus informes de gobierno, la condena pública fue intensa, se enclaustró en palacio, gastó millones del erario público en publicidad para transformar la percepción negativa de los ciudadanos. Todo fue inútil, la sentencia es demoledora: Gabino Cué Monteagudo el peor gobernador de Oaxaca de los últimos tiempos.
Gabino Cué Monteagudo falló como gobernante, como ciudadano y como persona, le ganó la dictadura de lo inmediato, nunca pudo ver lejos, su mirada fue siempre corta, su pensamiento fue en pretérito, no pudo hacer lo que sencillamente tenía que hacer. En alguna ocasión Winston Churchill dijo: “No es suficiente que hagamos lo mejor; a veces tenemos que hacer lo que se requiere que hagamos”(Citado por: Felipe González. En Busca de Respuestas: el Liderazgo en Tiempo de Crisis. Edit. Debate. México, 2013, p, 33).
Un hecho es evidente, Gabino Cué Monteagudo no se abrevó del pueblo, no fue al pueblo, siempre quiso que el pueblo fuera a él, sus Audiencias Ciudadanas lo expresan, su atención a los ciudadanos fue siempre en cómodos lugares, rodeado de sus cortesanos, qué lejos de un gobernador que pudiese ensuciarse sus impecables zapatos. Su mal humor fue constante, su incomodidad fue evidente. Nunca entendió que gobernar es atender a la gente y tener aguante a prueba de todo. Los seis años de su gobierno se puede dividir en dos: uno de impulso y cinco de incomodidad. Al final de su gobierno la presencia de los reporteros le era molesto.
Lo más grave es que ante la falta de institucionalización de los componentes del gobierno, sus fragilidades, como las dependencias del Poder Ejecutivo, de los órganos autónomos del Estado, del Poder Legislativo, del Poder Judicial, de los partidos políticos y de la proliferación de organizaciones sociales demandantes, requirieron de un gobernador con capacidad de liderazgo, por esta ausencia del líder que requería el Estado, pronto asomó el rostro la arbitrariedad, la corrupción y la incompetencia. Todavía Oaxaca necesita de un liderazgo fuerte, sus frágiles instituciones lo requieren.
La democracia necesita de instituciones fuertes y de un gobernador republicano, si esta combinación está ausente, la falta de liderazgo es un caos, sin embargo, puede suceder que un liderazgo fuerte puede transformarse en discrecionalidad, abuso, arbitrariedad en el ejercicio del poder, el rostro del autoritarismo se concreta.
La historia de Oaxaca se debate entre frágiles instituciones y presencia de liderazgos fuertes, de aquí de su régimen bonapartista. Con Gabino Cué Monteagudo se combinó la ausencia de liderazgo con instituciones frágiles ocasionando la crisis permanente del régimen político.
La fortaleza de las instituciones es condición básica para tener un régimen republicano y democrático, como lo es para tener un régimen comunitario cuya base son las comunidades indígenas. Sin embargo, en cualquier circunstancia un líder debe tener las siguientes características: “Las características básicas del liderazgo exigen la existencia de un fuerte compromiso——no mercenario—–con un proyecto; la capacidad para hacerse cargo del estado de ánimo de los otros, como condición para influir en él; la facultad de coordinar equipos humanos y de procesar información relevante para avanzar hacia los objetivos; y la fortaleza emocional”(González Felipe: 2013, 51).
Parece ser que Gabino Cué Monteagudo o en algún momento de su paso por los corredores de palacio de gobierno, no creyó firmemente en el proyecto del cambio, su voluntad vaciló más de las veces, los titubeos en política no se valen. Esta actitud dubitativa ante el proyecto le restó credibilidad ante su equipo de gobierno y de trabajo. La falta de compromiso se manifestó como desgano. Al definir el expresidente de España como un compromiso no mercenario, quiere decir dar todo por el todo por el compromiso sin esperar nada a cambio, sólo el afán de ver cristalizado un sueño, un deseo, una voluntad, sobre todo, un bien para el pueblo.