Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de agosto de 2018.- Demasiado pronto brindan por el acuerdo comercial alcanzado por México y Estados Unidos. No hemos ganado nada y todo indica que el triunfador fue Donald Trump.
Triunfador entre comillas, porque ese acuerdo se puede caer en el Congreso de EU.
Pero Donald Trump ganó al romper un ambicioso bloque comercial de América del Norte, que incluye a Canadá.
La idea original era proyectar, a futuro, una zona de libre comercio con intereses comunes y posibilidades de que las personas transiten tan libremente como las mercancías.
Trump es un enemigo de los bloques regionales –desechó el TPP, aplaudió el Brexit y rompió el TLC–, algo que parece compartir con nuestro presidente electo en términos de comercio.
Él quería un acuerdo bilateral con México y lo ha conseguido. Está feliz con ese nuevo esquema y nos deja a los mexicanos durmiendo solos con el elefante.
Se acaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y queda reducido a uno bilateral, que terminará en dieciséis años y será revisado cada seis, con la tormenta político-comercial que ello implicará de manera cíclica.
México no pierde todo, pues seguiremos comerciando con Estados Unidos y conservaremos muchas ventajas del TLCAN que van a liquidar.
Se agregó un capítulo energético, el cual habrá que conocer completo, pero se explica a partir de que nuestro país ya hizo una reforma constitucional en la materia que abre a la inversión privada, nacional y extranjera, el sector hidrocarburos.
Este capítulo fue particularmente elogiado por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, lo que da una garantía escrita de que la reforma energética seguirá en pie y no la van a tirar como él y su grupo político ofrecieron desde que se aprobó en el Congreso.
López Obrador tuvo en la mesa de negociaciones a un representante, Jesús Seade, quien después de reunirse con Trump el lunes (junto con Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo) declaró su total beneplácito por el acuerdo.
“Quedo muy satisfecho, es un buen acuerdo. Yo creo que supera las expectativas que probablemente todo mundo tenía en México”, dijo el representante de AMLO en las negociaciones.
Con los pies en la tierra, no hay mucho que festejar. Todo indica que para México el acuerdo bilateral es mejor que nada, y hasta ahí.
Nuestros negociadores y Trump acabaron con el TLCAN, si se consuma la marginación de Canadá.
Canadá es una pieza clave en este acuerdo que buscaba la integración de América del Norte. Y de momento está fuera.
De nada sirve decir, ahora, que queremos un acuerdo trilateral, como señalan Peña Nieto y AMLO.
Eso debió ponerse en la mesa del acuerdo.
Cedimos ante Trump. Marginamos a Canadá.
Cambiamos un tratado trilateral de América del Norte por uno bilateral con Estados Unidos que se va a revisar cada seis años y se termina en dieciséis.
Nos comprometemos a comprarles más productos agrícolas a Estados Unidos (¿no que la idea del presidente electo era al revés?).
Se aumenta el porcentaje de contenido regional (de 62 a 75 por ciento) de autopartes, lo que resta competitividad a los vehículos hechos en América del Norte.
Y lo peor del acuerdo es lo que mencionan algunos especialistas, como Enrique Quintana en sus Coordenadas de ayer en estas páginas:
Al tratarse de un nuevo acuerdo comercial, diferente al TLCAN, lo tiene que discutir y votar el Congreso de Estados Unidos, donde Trump no las tiene consigo dada su previsible derrota en las elecciones de noviembre.
Es decir, este acuerdo se puede caer.
Sería una gran noticia que en un par de días Canadá aceptara el acuerdo como lo planteó Trump y la parte mexicana. Se rescataría su esencia trilateral.
Pero es difícil que eso suceda y tal vez nos tendremos que conformar con lo que nos puso el gobierno de Estados Unidos sobre la mesa. A fin de cuentas es mejor que nada, pero no hay mucho que festejar.