
Participa Nino Morales en Consejo Nacional de Morena
Punto de quiebre
Seguramente, estimados lectores, han escuchado en los últimos años, meses o incluso días la palabra gentrificación, y con ella les han surgido muchas preguntas: ¿Qué es la gentrificación? ¿Se puede evitar o resolver? ¿Es un fenómeno exclusivo de México? Y, probablemente, muchas más interrogantes relacionadas con este tema.
La Real Academia Española la define como el proceso de renovación urbana de una zona, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por otra de mayor poder adquisitivo. El término proviene del inglés gentrification, derivado a su vez de gentry (clase social alta) y el sufijo -fy, que indica la acción de transformar algo.
Existen también otras definiciones y matices. Por ejemplo, algunos expertos la interpretan como una sustitución de habitantes de bajos ingresos por personas de ingresos medios, sin necesariamente llegar a un nivel alto. Es, sin duda, un fenómeno global presente en ciudades como Nueva York, Barcelona, Toronto, París y prácticamente en todas las urbes del mundo, en mayor o menor medida. Desde mi perspectiva, responde a diversos factores, entre ellos:
1. El crecimiento poblacional.
2. La falta de vivienda en proporción al número de habitantes.
3. La especulación inmobiliaria.
4. La lógica de la oferta y la demanda.
Seguramente hay otras causas, pero estas junto con factores económicos más amplios me parecen las más determinantes.
En este contexto, las recientes marchas en la Ciudad de México, los foros organizados sobre el tema y el creciente interés público revelan una preocupación legítima. Sin embargo, también hay señales preocupantes: la posibilidad de que, a través de vacíos legales, se justifique la ocupación ilegal de predios. Esto pone en entredicho la propiedad privada y el estado de derecho.
¿Distractor político o clamor popular?
Las manifestaciones violentas en la Ciudad de México, que incluyeron la destrucción de propiedad privada, un museo y otros espacios, han desviado la atención del fondo del asunto. Se convierten en un eficaz distractor frente a los serios señalamientos del gobierno estadounidense y la creciente pérdida de control de la agenda nacional por parte del gobierno federal. La narrativa oficial, cada vez más errática y carente de rumbo, reduce un tema profundo y complejo a hechos violentos y discusiones estériles.