![](https://oaxaca.quadratin.com.mx/www/wp-content/uploads/2024/11/prensa-entrevista-107x70.jpg)
Periodismo bajo asedio
OAXACA, Oax., 20 de noviembre de 2017.- Nuestro respetado maestro, el politólogo alemán Dieter Nohlen, quien ha disertado en Oaxaca en varias ocasiones, enfatiza la importancia de las instituciones pero también del contexto en que estas surgen y operan.
Las instituciones son reglas y roles formales e informales de conducta e incluyen organización, cultura y liderazgo. Quien conoce esas reglas y prácticas aventaja en su operación y, si lo quiere, cobra liderazgo.
Contexto es historia, legados de gobierno, sociedad, creencias culturales, condiciones económicas, lucha política y circunstancias cambiantes, incluido el azar o la suerte.
Oaxaca es ejemplo vivo de que, como dice Nohlen, el contexto hace la diferencia, en este caso para el funcionamiento de las instituciones democráticas, de gobierno y rendición de cuentas.
La historia política y social de México y Oaxaca con sus diferentes legados y circunstancias influyen en la actualidad para condicionar el ejercicio de gobierno y administración.
El primer informe de gobierno de Alejandro Murat prueba con toda nitidez esa premisa
Por una parte, el legado recibido agravó las circunstancias socioeconómicas para la seguridad y el desarrollo humano en una entidad con más de 70% de sus más de 4 millones de habitantes categorizados como pobres.
Dispersa la mitad de esa población en algo menos de 300 municipios, con la mayor plurietnicidad y diversidad cultural de México, y con limitada y estancada conectividad y vías de comunicación, la productividad es menor y el costo de los servicios mayor.
Si a ello se agrega la estructura comunal y ejidal de la propiedad, la baja recaudación, la ruda lucha cotidiana por el acceso, control y usufructo de los recursos disponibles, los bajos niveles educativos y la persistencia de poderes fácticos privatizadores de rentas del Estado, el panorama luce oscuro.
Por la otra, nótese que, de los gobernadores presentes en el informe del gobernador Alejandro Murat, de Puebla a Tlaxcala y de Campeche s Chiapas, ninguno ha afrontado en su primer año las condiciones tan adversas que ha encarado el de Oaxaca.
En casi todos ha habido continuidad y no alternancia (en Puebla no hubo como aquí, en palabras de Cipriano Flores, “desastre aliancista”, habrá que estudiar por qué), y en ninguno los fenómenos naturales, de sequías a inundaciones y terremotos les complicó la acción planeada, programada y presupuestada con las premuras propias del inicio de la administración.
Y es en ese contexto, precisamente, en el que hay que gobernar y administrar.
A reserva de ponderar con más información y análisis el desempeño del gobierno de Alejandro en su primer año de gestión, que se cumple a finales de este noviembre, habrá que valorar positivos y negativos. Ni solo unos y tampoco los otros.
En mi opinión, en los positivos se ubica el notorio esfuerzo por estabilizar los déficits financieros y políticos urgentes heredados: los 3,600 millones de débito a proveedores, feminicidios impunes, ilegalidades graves y diálogos rotos con actores clave.
En la columna del haber hay que anotar todas las acciones de política social incluyente sobre alimentación, salud, vivienda y educación.
Aquí también las acciones en cultura y turismo que van de la Guelaguetza a las primeras inversiones hoteleras y afluencia en niveles importantes.
Aquí todas las acciones para mejorar la transparencia ordinaria y la presupuestaria, y cercanía del gobierno con la gente a través de las audiencias públicas.
Ahí todas las operaciones transversales en favor de mujeres, niños y pueblos y comunidades originarios. Ahí el enorme compromiso para afrontar la tragedia y reconstrucción provocada por el terremoto istmeño.
Además, no olvidar la apuesta por el diálogo y los acuerdos, desde la toma de posesión hasta el formato de la entrega personal del informe al Congreso, en donde Alejandro aguanto con talante democrático las más duras críticas a su gobierno, algunas de ellas justificables.
Desde luego, frente a tanta demanda social, la oferta y las acciones siempre parecerán mínimas e insuficientes.
En la columna del “debe”, es claro que en cada uno de los 5 ejes fundamentales y 3 transversales de gobierno hay pendientes.
Los hay en el patrón geográfico político de las políticas de inclusión; en la coordinación para multiplicar y eficientar la regionalización y dimensión metropolitana de los servicios públicos básicos; en el empleo, el ingreso mínimo y, en particular, en la seguridad más allá de la capacitación policial, y en la remodelación de los instrumentos del estado de Derecho, más allá de la fiscalía y el fiscal autónomos y eficaces con que contamos.
Los hay también en los grandes proyectos logísticos, más allá de la reapertura del aeropuerto de Ixtepec, lo mismo que en la coordinación política con los poderes legislativo y judicial, así como con los órganos autónomos, que no son poder ejecutivo pero forman parte de las instituciones constitucionales y de gobernabilidad democrática del Estado.
Para el próximo año, es claro que el gobernador habrá de aplicar el presupuesto federal histórico aprobado de más de 100 mil millones de pesos con la mayor oportunidad, pertinencia y eficacia en función de los ejes de gobierno.
Pero, sobre todo, habrá que reajustar gabinete y preparar vectores políticos que, considerando factores electorales tales como paridad de género y reelección municipal y legislativa, le forje una plataforma intergeneracional y con perfiles disciplinarios más sólida y efectiva, profesional y política.
El gobierno oaxaqueño deberá tener presente que 2018 será el año electoral sexenal de los más desafiantes y competidos de la historia contemporánea. Y que de su correcto desempeño previo al 1o de julio, de su ejecución y rendición de cuentas dependerá en buena medida el comportamiento de los votantes, que hasta ahora refleja su tradicional y cíclico escepticismo.
Es tiempo de política y políticos, ciertamente, más también de gobierno y administradores inteligentes para aprender más y para seguir sosteniendo la política democrática posible en un contexto local de los más complejos de nuestro gran país-subcontinente. El contexto en el que nos tocó vivir y en el que debemos participar para cambiarlo, porque este, como insiste Nohlen, hace la diferencia.