
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
OAXACA, Oax., 26 de marzo de 2017.- En la cuna donde nació el primer Presidente indígena de América Latina, en medio de consignas y gritos, incluso de empujones, el Gobernador se daría cuenta de las deficiencias de su equipo de trabajo.
Por increíble que parezca, no fue arropado por contingentes de los pueblos serranos que se han distinguido por ser pacíficos y respetuosos de las autoridades.
La Unión Liberal de Ayuntamientos, de origen progubernamental brilló por su ausencia, los responsables de la seguridad del mandatario estaban impávidos por el acontecimiento.
Los diputados de la región fueron simples acompañantes; en años anteriores, ellos tenían el control político del lugar.
La gran experiencia en estos lides del profesor y diputado federal Cándido Coheto debió de exigirse. Para cualquier mandatario era vergonzoso estar en esa situación, su enojo fue más que evidente.
Si fuese al final del sexenio y producto de una mala gestión gubernamental hasta se podría justificar, ¿pero a cien días de gobierno? Era inverosímil.
El joven mandatario, en algún momento de soledad, se preguntaría sobre las causas del pronto desgaste de un gobierno que apenas estaba iniciando, más si había hecho todo lo posible para entregar buenas cuentas de los primeros cien días de gobierno, creía que había hecho lo humanamente posible por hacer lo correcto y había indicado a sus colaboradores que lo hicieran correctamente.
Las cosas se agravarían con la puesta en marcha de un ejercicio de gobierno, que se lo habían recomendado -incluso le aseguraron que fue de los pocos ejercicios exitosos de gobierno del mandatario anterior, de Gabino Cué Monteagudo-, valía la pena repetir tal ejercicio, con la diferencia de que se le cumpliría a los ciudadanos con un riguroso control y seguimiento.
En todo su gobierno, desde su inicio, había implantado una filosofía administrativa: la administración por resultados. Conocedor de Maquiavelo había abrevado de él que los Estados se conservan y se engrandecen por los resultados de gobierno y no por otras causas.
La primera audiencia pública le podría quitar el mal sabor de la visita a Guelatao. ¡Oh, sorpresa!, las fuerzas policiacas de su gobierno tienen el primer acto de represión, desde luego no deseado por él.
Si un grupo de ciudadanos organizados pretendían entrar a la audiencia pública, desde luego él no se podría negar, por más belicosos que fuesen, era posible que se les permitiera ingresar a través de una comisión de los mismos.
Afuera de la audiencia los signos de un temprano desgaste de su gobierno cobraban signos preocupantes:
Los maestros y alumnos de la Universidad bloquean los accesos de la misma, un grupo de apoyo al rector se presenta en el lugar, estudiantes normalistas intentan ingresar a la audiencia, lo mismo intentan los maestros de la Sección 22.
De pronto la represión, en contra del espíritu de la audiencia pública, escuchar y dialogar con el pueblo. Para el gobernador era evidente, su gente no estaba haciendo su trabajo.
En este contexto, no era posible plantearse un desgaste, a un déficit de gobernabilidad, su gobierno le falta un largo recorrido, la nave había que conducirla a buen puerto, a un Oaxaca libre, democrático, moderno, plural, intercultural, es decir, a un diálogo entre las culturas, a un Oaxaca del buen vivir o de la Comunalidad, que él como Alejandro Murat Hinojosa, no sólo probara las mieles del poder sino la gloria, al reconocimiento de su pueblo y si es posible, de la Nación.
Para ello, necesitaba dar un golpe de timón, ser él el conductor de la nave o resignarse a ser el vicealmirante, cambiar de rumbo, de destino de la nave, cambiar de tripulación, meterle más combustible, más potencia a la nave del gobierno. Para ello, tiene que tener una profunda reflexión sobre el porqué de su presencia al frente de la nave del gobierno de Oaxaca, preguntarle a los dioses del motivo de su presencia en la conducción de un gobierno.
Sabe que necesita de la reflexión pero también de la fortuna, tiene que conducir la nave en medio de la tormenta, en medio del mar embravecido, con un cargamento de ciudadanos pobres, sin esperanza, esperanza que fue robada por el gobierno anterior, sumidos en la ignorancia por una estructura educativa que no es, que no fue, nunca concordante con la naturaleza del pueblo.
El golpe del timón, de nuevo, se le aparece al gobernador como única alternativa, sólo habría que calcular la intensidad del golpe, su profundidad, su fuerza.
Habría que hacer un cálculo adecuado, podría faltarle fuerza o excederse, pero que había que dar el golpe, de eso no cabía duda.
Pero cabría la posibilidad de que el gobernador no diese el golpe de timón, que los acuerdos y compromisos internos le impidieran dar el paso, que en verdad es un prisionero de intereses económicos y políticos, que no puede virar el rumbo de la nave del gobierno, que incluso ni siquiera le permiten tomar el timón.
En esta tesitura, él está perdido y con él Oaxaca.
Estaría condenado a nadar de muertito, a permitir, una vez más al saqueo de Oaxaca, o él mismo corromperse y dentro de seis años ser perseguido como Javier Duarte en Veracruz o esconderse de la gente como Gabino Cué Monteagudo.
El Gobernador deberá decidir entre estar con los poderosos o con el pueblo, pero no debe olvidar, de acuerdo con la historia y el pensamiento de Maquiavelo, que la desmedida ambición y la tremenda envidia son las dos principales pasiones políticas de los poderosos de Oaxaca, pues su excesivo deseo de poder, ya sea en cuanto poder del deseo o deseo del poder del otro, sólo se puede explicar a partir de la posesión del poder.
Son poderosos y ya ejercen dominio en lo largo y ancho del territorio oaxaqueño; siendo más explícitos, tienen la necesidad de aumentar su dominio hacia la gran mayoría de la población oaxaqueña y un gobierno que surge de las urnas, no puede ni debe someterse a estos poderosos.
El pueblo de Oaxaca, por el contrario, su deseo de poder se cifra en la libertad y en no ser dominada por estos poderosos, no es sujeto de ambición sino del odio y del temor que es alimentado por los malos gobernantes.
Habría que recordar que el régimen político de Oaxaca se caracteriza por guardar aun cierta autonomía de los poderosos, si el gobernador decide no dar el golpe de timón; tarde que temprano, el poder político, irremediablemente estará en manos de los ambiciosos y de los envidiosos.
Lo peor que puede pasar también, que se entregue en manos de los ambiciosos y envidiosos de su propio gobierno que pululan en los corredores de palacio de gobierno, que lo adulan y envuelven impidiéndole ver por las puertas y ventanas la presencia de un pueblo que día a día se siente alejado de su gobernador.
Es necesario que el gobernador piense políticamente toda la realidad de Oaxaca, de esta manera verá con los ojos de la política de la gran responsabilidad que tiene.
Tengo la impresión que esta realidad oaxaqueña sólo lo ve desde la perspectiva administrativa y de gestión, por el cual nos parece muy bueno para él pero muy malo para Oaxaca y los oaxaqueños.
Desde la política, le parecerá apropiada la necesidad del golpe del timón.