El entrenador triqui
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de febrero de 2020.- No, con el título de hoy no pretendemos recordar el clásico de la narrativa mexicana de Edmundo Valadés: La Muerte Tiene Permiso.
En realidad sólo recordamos lo que por meses aquí denunciamos; la alianza de Estado entre bandas criminales –como la de El Chapo–, y el gobierno de López Obrador. Y es que luego de la reiterada promesa de amnistía al crimen –que en su campaña formuló el candidato López–, y luego de contundentes evidencias de la impunidad del gobierno federal a todos los tentáculos del cártel de El Chapo, no existe duda de la alianza de Estado con las bandas del crimen.
Y si aún lo dudas, apenas en días recientes el presidente Obrador protagonizó dos eventos en los que reconfirma la hipótesis de la alianza de Estado con las bandas criminales. El primer caso se produjo cuando, el pasado sábado, en un evento con la Guardia Nacional, Obrador ordenó a ese cuerpo de seguridad tratar bien a los criminales y respetar sus derechos humanos.
Es decir, que mientras los criminales se apoderan del país y aterrorizan a la oblación, AMLO les extiende la mano, le brinda impunidad y les promete un trato amable y respeto a sus derechos humanos.
Así lo dijo: “Los delincuentes son seres humanos que merecen también nuestro respeto; el uso de la fuerza tiene límites y no se debe combatir el malo con el mal. Es mejor enfrentarlos con justicia y siguiendo la sabia recomendación de nuestros antepasados: “Haz el bien, sin mirar a quien”.
Luego dijo que la creación de la Guardia Nacional es para garantizar la paz y tranquilidad “sin excesos, sin autoritarismo, respetando los derechos humanos”. ¿Qué debemos entender con el anterior mensaje? ¿Qué significa que el presidente diga que los criminales “también merecen nuestro respeto”? El mensaje es claro.
El presidente Obrador les dice a los criminales que pueden seguir actuando con total impunidad, con total libertad y protección por parte de su gobierno; a pesar de crímenes sin nombre como el de la familia Le Barón, a pesar de la epidemia de feminicidios; de las escandalosas 45 mil muertes violentas en poco más de 14 meses de gestión.
Lo peor, sin embargo, es que mientras que López Obrador exige respeto a los derechos humanos para los criminales, no respeta los derechos humanos de miles de niños con cáncer; no respeta los derechos humanos de millones de mexicanos sin servicios médicos de calidad; no respeta los derechos humanos de millones de desempleados, de millones condenados a una educación de ínfima calidad…
Mientras AMLO pide respetar los derechos humanos de los criminales, el mismo presidente ordenó la muerte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y coloca a una incondicional en la CNDH, precisamente para servir de tapadera a la violación de derechos humanos de los ciudadanos, en el gobierno de Obrador.
Pero el extremo de la insensibilidad política y social del presidente; de la apatía y hasta el “valemadrismo” de Estado que protagoniza Obrador, lo vimos todos luego de los dos más recientes feminicidios de escándalo, cometidos en la capital del país. Nos referimos al espeluznante crimen de Ingrid –a manos de su pareja–, y al intolerable secuestro, tortura, violación y muerte de la niña Fátima, de sólo 7 años.
En el caso Ingrid, tanto Obrador como las mujeres que presiden Morena y legisladoras del mismo partido, además de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, buscaron desviar la atención y minimizar la gravedad del crimen.
Obrador mismo dijo que era más importante la mentirosa rifa del avión que la epidemia de feminicidios y llegó al extremo de inventar un decálogo de su gobierno dizque a favor de las mujeres; decálogo mentiroso, insulso, ofensivo y que a nadie en su gobierno le importa.
Pero la gota que derramó el vaso de la estulticia presidencial, de la doble moral del Partido Morena y sus dirigentes mujeres; de la estupidez de sus legisladores y la ineficacia de todos los gobiernos de Morena –en donde el crimen gobierna–, fue la respuesta que dio el presidente a la muerte de la niña Fátima, de sólo 7 años que fue secuestrada, torturada, violada y asesinada, luego de unas semana de permanecer desaparecida.
A pesar del crimen de espanto, a pesar de la ineficacia del gobierno federal y del fracaso del gobierno der Claudia Sheinbaum, el presidente López culpó a la descomposición social que, según él, produjo el neoliberalismo.
Así lo dijo: “El grado de descomposición social es un efecto del modelo neoliberal. Son crímenes que tienen que ver con odio, crímenes que tienen que ver con problemas sociales, familiares, es una enfermedad social que no sólo se resuelve con policías y cárceles o mano dura”.
Luego apareció el predicador López Obrador, que pidió “apurarnos con la Constitución Moral” porque según su “chabacana” estulticia “tiene que haber bienestar material y del alma, por lo que se tiene que moralizar (pues) siendo buenos podemos ser felices y así todos ayudemos a generar una sociedad mejor”. Sí, con López Obrador la muerte tiene permiso. ¿Es un honor estar con un presidente criminal como Obrador?
Al tiempo.