Diferencias entre un estúpido y un idiota
Al triunfo de las revoluciones del siglo pasado que se hicieron por medio de las armas generalmente sus líderes y gobernantes así como sobre todo la clase triunfante instrumentaron un basta y amplia estrategia ideológica de afianzamiento a partir de lo que consideraron propio como fue el caso de México en que lo que se conoce como el nacionalismo revolucionario, sirvió a los intereses sobre todo de los capitalistas nacionales por sobre los del exterior a partir de la glorificación, endiosamiento, manipulación de la historia así como la creación y recreación de pasajes francamente míticos en que los personajes que identificaron con esa historia, parecen más semi dioses que nada.
Esa historia fue el sustento de la educación oficial y a finales de los 50 y principios de los 60 adquirieron preponderancia en los libros de texto gratuito en que se formaron las generaciones que después gobernaron hasta la fecha, así como escritores, intelectuales, académicos y opinadores en lo que en la imaginaria popular se le conoce como los masiosares y que en el partido único surgido del movimiento de 1910 tuvieron a sus más preclaros representantes y hoy agrupados en el reciente movimiento político le dan un nuevo aire a esta ideología y las prácticas consecuentes.
La segunda temporada de preeminencia del nacionalismo revolucionario que deidifica símbolos como el pasado indígena, los impostados héroes nacionales como los niños que murieron en la defensa del castillo de Chapultepec en una de las invasiones norteamericanas, el “gran abuelo” último emperador del cruel y expansionista imperio azteca, el acuñamiento de frases francamente kitsch como aquella de “va mi espada en prenda voy por ella” o la que escribió un literato y político sobre el nigromante algo así como no soy digno de pisar por donde pasasin limpiar el polvo de mis sandalias, la creación de la imagen de bronce del prócer de Guelatao que le daba cuerda a sus gustos gastronómicos y etílicos con cargo al erario o episodios de acciones de gobierno como la “nacionalización” de la industria eléctrica o la del petróleo.
La entronización de lo indígena con hechos francamente ridículos y de pena ni tan ajena como cuando la esposa del presidente de la república que reposicionó el nacionalismo revolucionario se disfrazó con el traje de la mujer Yalalteca que el tocado no había sido tratado adecuadamente y al dirigirse a recibir a la entonces reina de Inglaterra le llovió sobre mojado pintándole la cara de negro ante la nada risa simulada de doña Chabela, aunque también hay que anotar alguno que otro acierto como la creación de instituciones para el apoyo a las culturas originarias como el FONART.
Hoy de nueva cuenta estamos experimentando por tercera vez el auge de la ideología que ha sostenido a los regímenes y a las estructuras económicas y sociales del País, en tiempos en que la globalización, la economía dominante a nivel mundial, el desgaste de los partidos políticos tradicionales y los movimientos sociales más significativos desgastados y sin respuesta a los nuevos retos, han hecho el surgimiento y predominio de corrientes, formas de pensamiento, ideologías al parecer ya rebasadas así como a sobre todo aquellas antisistema y a sus más preponderantes líderes y representantes que en personajes como Erdogan, Chávez y Trump entre otros, podemos ver las consecuencias más recientes. Una buena parte de esta ideología tuvo su origen y sustento en los estudios de ideas antropológicas de lo que se conoce como la Antropología Nativista que en profesionales de esta disciplina como Gamio, Aguirre Beltrán, Bonfil, los conocidos como ”campesinistas” y los surgidos después de la segunda mitad del siglo pasado y que fueron “enriquecidas” por sus alumnos sobre todo profesores bilingües e intelectuales indígenas educados por ellos con prácticas nuevamente kitsch, frases supuestamente originarias en español que han servido hasta la fecha para congraciarse y adular a los poderosos en turno como las limpias impostadas a los candidatos y gobernantes, el dar el bastón de mando a los que gobiernan? o aquellas de “la madre tierra”, el Anáhuac vive, los anahuacas y toltecayotls sin fin.
Para documentar nuestro pesimismo, Oaxaca ha sido imagen y bastión de esta ideología desde su inicio a partir de usar la imagen sobre todo de “la tehuana”, el Istmo oaxaqueño en los antiguos billetes de diez pesos o en las obras de los grandes pintores sobre todo del muralismo y costumbres como el tequio que en no pocas veces los gobiernos utilizan como explotación de la mano de obra y materiales de la región para ahorrar o de plano hacer uso personal de los dineros públicos por los ahorros sustanciales que ello representa o la entronización del perfecto timo conocido a fuerza de repetirlo en los últimos 20 años como “la máxima fiesta de los oaxaqueños”: ¡Soltáme pasado!
Gerardo Garfias Ruiz