Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de febrero de 2019.- Haciendo un comparativo con las creaciones plásticas, es un arte hacer comunicación política. Cuando todo armoniza, atrae y conecta al espectador; un ejemplo es el pequeño cuadro llamado La Gioconda, que es la obra más posicionada en la opinión pública de todo el mundo, de todos los tiempos.
Cuando hay saturación, genera en la audiencia rareza al grado de incomprensión; caso como La Noche Estrellada de Vicent Van Gogh, en la que hay belleza, pero no un mensaje cierto o claro.
Sería muy largo y tedioso detallar los componentes de una comunicación política exitosa, pero todo empieza por la narrativa con tres activos principales que debe tener:
1. Contenido estratégico (Autoridad)
Andrés Manuel debe plantarse cada mañana con una previa investigación y desarrollo de un contenido estratégico por parte de un Cuarto de Guerra (War Room) de Comunicación Política, no al revés, tras exponer el presidente de México empezar a apuntalarlo con datos correctos que debió tener antes. Más crucial es advertirlo de riesgos temáticos, con recomendaciones de salidas técnicas. Por lo anterior, empieza a minar su autoridad pública.
2. Homologación del mensaje (Agrupación)
La fortaleza de Andrés Manuel es el pulso que tiene del humor social, pero como presidente de México es su talón de Aquiles, con tanta exposición mediática empieza a contrastar su mensaje en el que notoriamente ya no puede él mismo mantener homologado lo que dijo en campaña, en transición y ahora de mandatario; menos aún, es evidente que todo su gabinete no está alineado hacia éste. Por lo anterior, queda claro que no hay agrupación comunicacional por lo que empiezan a desasociar con la audiencia.
3. Armonía holística (Kinésica)
Aunque es un asunto titánico homologar la lingüística y la paralingüística del presidente de México con todo su gabinete, resulta muy contrastante para la opinión pública la fortaleza de la figura de Andrés Manuel contra la debilidad de Porfirio Muñoz o las menguadas formas de Octavio Romero. Más contrasta su actuación tan carismática contra el montaje de los eventos públicos, teniendo todo exactamente igual a los de Enrique Peña Nieto, con sumo cuidado en los detalles aptos para la pulcra transmisión televisiva.
Por lo anterior, el contraste de la kinésica empieza a afianzar al colectivo social que son lo mismo. Así es la comunicación política, un verdadero arte, en la que juegan un papel crucial la idea del personaje creador, la composición de la pieza, la armonía del todo, que se recompensa con la emisión asertiva del mensaje. Andrés Manuel López Obrador como único artífice, no está armonizado con su gabinete del Gobierno de la República; además que la composición de sus mensajes están empezando a caer en inconsistencias, por ello lo desmienten.
Su desgaste empieza en las conferencias de prensa matutinas que duran casi dos horas, con un tinglado de cuatro en promedio, sin permear en vocerías de su equipo. Articular elementos comunicacionales asertivos no emana de una idea atesorada en la cabeza de un personaje, es una estrategia diseñada y compartida.
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