Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de enero de 2018.- Cualquiera puede imaginar que en los momentos que vivimos, de hartazgo ciudadano contra los partidos políticos, convertidos en grandes empresas generadoras de cuantiosos dividendos a sus dirigentes, olvidados de todo lo que huela a pueblo, pero con todas las esperanzas en él, porque están vecinas las elecciones presidenciales, ninguno de esos organismos tendría expectativas de captar votos nuevos o de ganar una elección.
La lógica dice que si existe de veras un hartazgo auténtico, la gente debería rechazar cualquier oferta proveniente de esas instituciones, que hace apenas algunos meses dejaron ver su mezquindad, durante los temblores de septiembre pasado, en el sureste y en el centro del país; cuando sus militantes dijeron que no podían aportar ayuda a los afectados porque ya había iniciado el proceso electoral.
Primero lo primero. Los muertos, los heridos, los desaparecidos, los que perdieron todo podían esperar. Lo más importante para esta casta divina era precisar en qué términos iniciaba algo más importante que salvar vidas miserables. Era necesario fijar toda la atención en los que apuntaban a convertirse en candidatos, ya para sumarse o simplemente para cambiar de bandera con quien ofreciera mayores oportunidades.
Se aprobaron las candidaturas independientes y se recurrió a todas las medidas para desalentarlas, seguramente porque la partidocracia aún ofrece mejores ganancias y lejos de aplaudir una fórmula que se antoja necesaria para acabar con estas empresas y para mejorar la vida de los mexicanos, la ciudadanía aún piensa en los partidos como en los mejores recursos para escoger al próximo mandatario del país, aun cuando sabe que resultará más de lo mismo.
Así está hecho el sistema político mexicano y así quieren nuestros políticos que continúe, diseñado para que quienes tienen la suerte de ocupar un cargo, el que sea, se haga multimillonario de la noche a la mañana, con la consigna de permitir que otros también hagan lo mismo. El país no importa. Importa el bolsillo.
El hartazgo existe, pero solo en contra de un instituto político: el PRI. Porque este sexenio se extralimitó. Porque estos cinco años, sus militantes en el poder exhibieron lo peor que tienen. Lo mismo una exacerbada ineficiencia, que falta de profesionalismo, de inteligencia, de preparación y una corrupción desbordada, sin límite, embadurnada de un insoportable cinismo.
Solo en contra del PRI, porque estos últimos años le tocó estar en el poder. Lo mismo hubiera sido si un partido diferente hubiera llegado. Todos los miembros de cada partido han evidenciado que están hechos de lo mismo. A unos les descubren ventas de terrenos muy caros a gente que no tiene para comer; a otros, que han hecho de la crítica a sus adversarios su modus vivendi y a otros más, que se han dedicado a vender candidaturas al mejor postor.
El hartazgo debió desembocar en las preferencias por las candidaturas independientes, porque son las únicas que pueden ofrecer un cambio real. Porque están más cerca de la gente y eso permite que se les exija más, en beneficio del país. Porque un candidato independiente no está ni tiene por qué estar inscrito en el lodazal en que está convertido el Sistema Político.
Pero mucha gente las critica. Se ha dicho que solo un milagro convertirá en Presidente de México a un candidato independiente. Se ha dicho también, que los candidatos independientes que quieren ser presidentes del país, sueñan.
Diferente sería si en lugar de eso, el hartazgo dictara la necesidad popular de ir seriamente en pos de un cambio y del independiente capaz de ofrecerlo, por su probada capacidad, honestidad, inteligencia y otras virtudes.