Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 3 de octubre de 2017.- México vive un momento terrible con la zozobra diaria de un sismo hasta la incertidumbre de un posible huracán.
Se sufre a diario por un pedazo de pan, agua, por un techo o por las manifestaciones que no consideran contingencias.
Y así, en medio de estos momentos trascendentes el país ha encontrado en las redes sociales un espacio para el desahogo, para sacar un poco del coraje hacia la clase política mexicana, desde una mentada virtual hasta la generación de movimientos que los han hecho salir de su zona de confort, basta ver que hoy todos los partidos quieren “donar” sus prerrogativas.
A tal grado se ha llevado el debate sobre la “donación” que de ser una propuesta de un actor político se ha convertido en una proclama nacional que llevó de la solicitud de un 20% del presupuesto para campañas a un engañoso 100% del gasto ordinario correspondiente al 2017 que propuso un partido político (y engañoso, porque el mensaje es “donar” en 2017 y no hacerlo en el 2018 -año de elección-)
El hartazgo ciudadano ha sido capitalizado por esa clase política de la cual se mofan en redes sociales, se abre la puerta para el desahogo de las mujeres y hombres que se han cansado de tantas injusticias y donde los partidos políticos y algunas instituciones han abonado a la desconfianza y que en un estado de catarsis mediática caen exactamente en el punto donde le son útiles a la clase política.
De un “que donen los partidos” a un “mira, uno ya donó y los otros no lo quieren hacer”; así la transición, sin previo aviso, sin conocimiento de causa, ir con la corriente, con lo que dictan esas oficinas de estrategia comunicacional. Ningún mensaje es fortuito.
Y así se transforma esa demanda en un “clamor popular” donde ciertos medios de comunicación cumplen con la función para la cual firman su convenio, replicar el mensaje, modificar la opinión, cambiar las posturas, hacer que todas las propuestas parezcan espontáneas. Y entre este trabajo se ubican aquellos que tienen su beneficio mensual y otros que simplemente van con la corriente de la desinformación, aquellos que podríamos calificar como los que “no hacen bien su chamba”.
Otro ejemplo de la combinación hartazgo y desinformación es el tratamiento de la información en los trabajos de rescate en las zonas devastadas por los sismos en el país.
Oaxaca y su región más golpeada, el Istmo de Tehuantepec, ha generado un peculiar fenómeno donde el sistema Whatsapp se ha convertido en el medio para la desinformación, el canal para el desahogo y donde los políticos van moldeando las opiniones.
Existen diversos chats grupales donde lo mismo están los afectados por el sismo del 7 de septiembre, sus familiares y varios contactos o enlaces que tienen los gobiernos para llevar ese mensaje “de ayuda” a las comunidades, pero que basta una hora en estos canales para ver cómo se combinan mensajes de hartazgo y posicionamiento político, como señalan a diversos actores políticos y se aplaude el trabajo de otras y otros. Utilizando sí, el hartazgo y la desinformación.
Y el panorama no parece alentador pues vivimos en un país donde la desconfianza es la base de nuestras políticas públicas, donde no se cree en la política, cuando ella no tiene nada que ver con la forma en que ha sido desvirtuada y así las acciones —por pequeñas que sean— parecieran no conseguir afianzar un movimiento que surja de estos sectores que se organizan a través de un teléfono inteligente.
Pero para que ello suceda es necesario saber cuáles son nuestras leyes, qué debemos exigir a los políticos, cómo podemos hacerlos cumplir con la palabra empeñada.
El primer paso ya lo estamos dando, la organización comienza a darse en grupos de sociedad civil, el ejemplo claro son aquellas mujeres y hombres que se unieron para levantar escombros de sus vecinos o aquellos que llegaron desde un lugar que no es su tierra para tender la mano, eso es tener metas claras, pero falta ese paso fundamental, la confianza.
La certeza de que si se trabaja unidos se lograrán grandes cambios para no caer en lo que le sirve a los partidos políticos y a los políticos, donde convierten el hartazgo y la desinformación en puntos canjeables para su próxima elección. De nosotros depende.