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OAXACA, Oax. 15 de julio de 2023.- La exposición Metamorfosis de la tierra, de Ave Pacheco, Gustavo Tanús y Luis Zárate, fue inaugurada la tarde de este viernes y estará abierta al público hasta el mes de agosto.
Sobre la misma, el siguiente texto de Guillermo Santos:
¿Qué nos impide pensar en una de estas esculturas, en una de estas cerámicas, como en un microcosmos? Si uno se acerca lo suficiente y es capaz de tomar con las manos, o con la mirada, una de estas piezas, pronto se descubre a sí mismo adentrándose en un objeto que tiene sus propias leyes, su propio clima, una superficie con grietas y caminos y formas, un objeto cuyas características lo hacen único.
Más allá de la materialidad de las piezas, cuya base es la cerámica de alta temperatura, ¿cuál es el hilo conductor de esta exposición? A veces es mejor que cada obra hable por sí misma, y no forzar demasiado las ideas, sobre todo cuando existe cierta naturalidad, como es el caso. Hay obras que son capaces de habitar el silencio de un taller y compartirnos algo de esas horas de trabajo propias de la intimidad de un creador.
En el caso de la cerámica, esto resulta más evidente que en otro tipo de técnicas, pues parece devolvernos una mirada interior.
La naturaleza de nuestro planeta coincide con un conjunto de metamorfosis desde su remoto inicio.
Estas creaciones fueron moldeando el aspecto terrestre, reconstruyendo el paisaje y creando zonas inhabitables y otras de enorme riqueza geológica. Cada vez que un artista toma trabajo cerámico, uno lo imagina como un auténtico creador de mundos en miniatura. Como el modelado, o el amasado, o el cocimiento y bruñido y luego esmaltado, fueran fases de la edificación que buscan tener cierta concordancia con las fases de la tierra.
No es necesario citar el Popol Vuh o la Biblia para imaginar la relación que lo humano posee con el barro. Eso somos, gente de tierra. Bastará decir que nos parece un hecho milenario, acaso anacrónico, el gesto de moldear, una y otra vez, formas que acabarán siendo objetos de contemplación para los demás.
¿Cuál es el motivo, el deseo que impulsar a alguien a construir estas piezas? ¿Será el de imitar o el de inventar o el de completar lo que la naturaleza nos otorga? Hay cierta poesía en estas cerámicas, como si cada una fuese un haikú o un verso.
Los obeliscos de Gustavo Tanús se suceden ante nosotros como divisores del espacio. Cada uno es como una escala o un tótem dejado a la deriva, acaso olvidado para ser recobrado por la mirada ajena.
A veces parecen ovoides que quieren romper la regularidad, la circularidad, e ir hacia arriba. La obsesiva mirada de este ceramista insiste en que es necesario regresar sobre una misma forma para encontrar todas las diferencias. El deseo de vagabundear es evidente en su trabajo: para encontrarse hay que perderse primero.
Ave Pacheco, en cambio, decidió edificar con las formas naturales. De modo que los círculos del corazón de una semilla pueden iterarse e ir tejiéndose como si se tratara de un capricho vegetal. Sus piezas están a punto de ser otra cosa, como si estuviesen mutando o cambiando de posición cada cierto minuto. E invitan al espectador a descubrir que son tanto una cosa como la otra, y que la armonía es posible dentro de todos los cambios que vivimos, hace falta nada más prestar atención.
En Luis Zárate la conciliación entre forma y materia, entre geometría y trazo expresionista, parece ser la constante. Sus cerámicas son espacios habitables, que uno recorre como quien se adentra en un jardín. Durante el transcurso de las décadas, es posible observar cómo su lucha se traduce en el intento de encontrarle sentido al laberinto de las imágenes. O de producir imágenes que se mimetizan con el ambiente. Sus insectos y animales y plantas están imbricados con el barro, están fundidos con él.
Los espectadores verán indicios de las metamorfosis de la tierra. De los cambios que suceden del pensamiento interior al acto exterior, cómo el espacio público se va poblando de pensamientos íntimos. O de cómo somos invitados a la concreción de esas metamorfosis y encontramos sentido en objetos que han inventado su propia medida y justificación. Todo esto percibe como un poema silencioso.