Cortinas de humo
Lo que nunca ha podido entender la comunidad de los servicios políticos, diplomáticos, inteligencia y seguridad nacional de EU respecto a México es el papel que juegan los recovecos del sistema político. La visita de la vicepresidenta de EU se fijó en la coyuntura electoral para impulsar al frente PRI-PAN-PRD-COPARMEX-embajada de EE. UU.: un conflicto poselectoral de protesta contra el régimen con la presencia de la Casa Banca habría sido un pretexto intervencionista.
El saldo electoral favorable a Morena en terreno territorial y de mayoría absoluta legislativa sin fraude electoral en las urnas le dio el punto de apoyo al presidente de México para darle a su visita su estricta jerarquía simbólica de turismo político y pareció decirle sí a todo a sabiendas de que la cocina legislativa estadunidense sigue en manos de los republicanos.
Los temas vitales para la Casa Blanca eran tres: el muro de la Guardia Nacional mexicana protegiendo la frontera estadunidense, el regreso de México a la subordinación a la lógica de seguridad criminal de la DEA, el FBI y el ejército estadunidense y la restauración del modelo de entrega del las áreas de energía a las empresas extranjeras estadunidenses frenando la reconstrucción del Estado energético.
En los hechos, nada obtuvo la vicepresidenta Kamala Harris en esta agenda secreta apoyada por los sectores miramares de México que quieren que Biden y la Casa Blanca asuman el control del destino de México, sobre todo la corriente entreguista pronorteamericana encabezada por la exembajadora Martha Bárcena. Además, el fracaso de la COPARMEX en el saldo electoral del domingo 6 de junio también decepcionó a Washington. Y, por si fuera poco, el primer guiño del dirigente priísta Alejandro Moreno Cárdenas Alito al mensaje del presidente López Obrador de alianza Morena-PRI para mayoría calificada en la Cámara reventó la confianza dentro de la alianza y regresó el mote de Amlito.
En este contexto poselectoral, el viaje de la vicepresidenta Harris fue un fracaso estratégico para los intereses geopolíticos del gobierno de Biden. Y aunque no gustó mucho el hecho de que el presidente Biden enviara a su segundo en el mando a una visita oficial a México, aquí ha comenzado a gestionarse la interpretación de que más vale tener de interlocutora a una funcionaria sin poder operativo real y con agobio de trabajo por las agendas que Biden ha tenido que delegar por cansancio y por disminución en su capacidad de concentración intelectual.
La falta de comprensión de la vicepresidenta de EE. UU. hacia el modelo de gobierno del presidente López Obrador comenzará a causar dolores de cabeza en Washington. El comunicado estadunidense destacó como victoria el “diálogo sobre seguridad a nivel de gabinete”, pero sin entender que en México el gabinete es formal, el poder administrativo se ajusta de manera estricta al mandato constitucional de que el gabinete no es autónomo y que está formado por “secretarios del despacho presidencial”, que el presidente López Obrador concentra en Palacio Nacional el funcionamiento de las oficinas administrativas de las áreas del gabinete y que la seguridad se gestiona en el gabinete de seguridad nacional que encabeza de manera personal el presidente de la república todos los días a las seis de la mañana.
Y sigue quedando para la interpretación la referencia de saludo del presidente López Obrador a su visitante: “presidente”, palabra que se presta al juego de jerarquías políticas, no confundiendo a la vicepresidenta con su jefe sino otorgándole a ella su verdadera jerarquía informal ante la invisibilidad del verdadero presidente, Joseph Biden. Son bromas, es cierto, muy a la mexicana, pero que a veces el presidente López Obrador sabe usar con genialidad y malicia: teniendo a Kamala Harris, ¿quién necesita al cansado antidiplomático presidente Biden? A México le conviene negociar con una funcionaria con menores poderes, pese a su representación imperial.
La próxima semana comenzará el turismo de seguridad de funcionarios estadunidenses, pero sobre bases no formales y sobre la falta de cuerdos que dejó la visita de la vicepresidenta. López Obrador dio una lección política a los estadunidenses sobre el poder de imagen de la institución presidencial, mientras Biden se quedó en algún rincón de la Casa Blanca.