Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 26 de abril de 2020.- En estos momentos de crisis pandémica y económica, parece normal que la gente cuestione seriamente la personalidad de los gobernantes y de los políticos en lo general. Los analistas los descalifican por no estar a la altura de la circunstancias, nos dicen que la mediocridad es la norma de su actuación e incluso se les llega a considerar como ineptos.
Sin embargo, es posible, en contingencias severas como las que se tiene, la personalidad del gobernante y del político, surja, crezca y puede madurar sin límite. Cada momento de estos personajes es siempre algo nuevo que les suma, se acumula a sus experiencias anteriores.
Lo más importante que queremos destacar, es que gobernantes y políticos, pueden ir mucho más lejos, no sólo con acciones nuevas sino con acciones imprevisibles. Lo que distingue al buen político es su enorme voluntad para la acción.
En la historia política de los estados podemos encontrar ejemplos de esta imprevisibilidad, tenemos el caso del presidente Cárdenas quien tomó la decisión de la expropiación petrolera sin que nadie se le esperara, o la decisión de Miguel Hidalgo de no tomar la capital de la Nueva España, cuando estaban dadas las condiciones propicias.
Esperamos, por tanto, en estos momentos, que nuestros gobernantes y los políticos sean creativos, imprevisibles, y marquen una salida adecuada a la crisis que estamos viviendo. En lo particular, nuestra historia lo muestra, los gobernantes y políticos mexicanos son muy creativos, claro, hay excepciones.
Este impulso creativo, desde luego, invierte la causa—producto. Es indudable que el producto le da cuerpo a la causa. En política importa mucho el producto y no la causa, al gobernante se le mide por sus resultados políticos y no por ser un hombre bueno, que incluso puede ir a misa cada domingo. El buen gobernante siempre debe estar enfilado en los productos de sus acciones.
Para ser siempre exitoso, el gobernante siempre se debe ubicar en la imprevisibilidad, en la originalidad, en la naturaleza de las personas. Saber, conocer a detalle de la naturaleza humana. Recuérdese cómo Hobbes construye su teoría del Estado bajo la idea de que “el hombre es el lobo del hombre”. Sin el conocimiento de la naturaleza humana mucho se puede hacer pero no gobernar y hacer política.
Si tiene un gran conocimiento de la naturaleza humana, incluso su no naturaleza como algunos teóricos afirman, se vuelve muy importante su instinto. El gobernante y el político deben ser muy instintivos, deben trabajar esta virtud. Recuerdo a un gran político de Tamaulipas que le decían el Meme Garza, quien aseguraba, al llegar un lugar, que con el mero olfato podía predecir el resultado de las elecciones.
Ser intuitivo es una virtud que se adquiere con el ejercicio, con la práctica, con la preparación, con la formación, el cerebro es una parte del cuerpo que se puede ejercitar y volverlo más eficaz, se puede ser más inteligente día con día con el ejercicio y con la formación, es algo que cuesta trabajo, disciplina y voluntad.
Con esto queremos decir que gobernantes y políticos, nunca es tarde, aún pueden acceder al poder de la intuición, es decir, actuar con precisión antes de que llegue el análisis. Los tecnócratas mataron la intuición en aras del análisis, ahora, en tiempos de crisis, vemos a gobernantes y a políticos esperar mucho del análisis antes de tomar las decisiones.
Ni modo, habría que decirlo, siempre gana la necesidad material de las cosas políticas en un mundo diverso y múltiple, se huye de la singularidad y de la simplicidad de la realidad.
De verdad, cómo se extrañan la presencia de aquellos mariscales de la política, que en plena batalla adversa, podían salir victoriosos, por la simple intuición sobre el desarrollo de la batalla.