Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
En realidad, estas páginas no son una investigación, un ensayo, mucho menos un tratado sobre el pueblo del Quinto Sol, los nombro de esta manera porque el concepto, la palabra indígena tiene tanta carga peyorativa, que en verdad, no nos la merecemos. Propongo que nos llamemos y nos definan como pueblo del Quinto Sol.
Invitamos a todos los mexicanos que juntos iniciemos una nueva era para nuestro México. Que sea una construcción de todas y todos, cimiento por cimiento, piso por piso, para que desde las alturas podamos contemplar ufanos nuestra gran obra.
Fue característica de nuestros pueblos antiguos la realización de grandes obras, si fuimos capaces de edificar una ciudad en medio de un lago, de qué no podemos ser capaces, entre todos, hasta de construir un México con signos de Comunalidad, en donde se pueda sintetizar el cosmos, la naturaleza y el hombre.
Por los antiguos nos acostumbramos a vivir por eras, por soles, de duraciones variables, según se cuenta. Los soles son una de las formas de explicar el origen del cosmos, de los dioses, de la propia humanidad, es una periodización tan válida como cualquier otra, pero para nosotros tiene un significado grandioso y de compromiso para la existencia misma.
Los antiguos nos enseñaron a vivir por ciclos de cincuenta y dos años, una era podían durar muchos ciclos. Todo es un empezar y un terminar. Las eras nos permiten un mejor entendimiento de nosotros y la posibilidad de una mejor construcción de nuestro porvenir.
El mundo cristiano al hacer de los ciclos por trecientas sesenta y cinco días no alcanza a edificar gran cosa, los ciclos largos significan mejores oportunidades. Se aprende a sublimar, a cultivar, avivar lo mejor de nosotros mismos, venciendo la inercia de la materia. Nos da tiempo para vencer a nuestras pasiones que tanto daño nos hace, para purificar nuestros deseos, nos da la oportunidad para conocernos mejor y conocer a los demás, no se puede transitar por el mundo al mando de la ignorancia.
De verdad, invitamos a todos los mexicanos a convertirse en sol, en divinidad, que es el fin que debe tener cada ser humano que busca la realización del hombre.
Sería extraordinario proyectar un nuevo México por cincuenta y dos años, para que de una vez por todas podamos ir resolviendo nuestros problemas fundamentales con visión, con razones, con métodos democráticos, con las técnicas adecuadas, con la epistemología adecuada, y no estar inventando al país cada seis años a ideas particulares de partidos y de personajes, los cuales no siempre tienen el mejor sentido de los tiempos.
Durante quinientos años, diez ciclos de cincuenta y dos años, no somos de los mejores países del mundo, tenemos muchas grietas en nuestra casa, todavía nuestros caminos son sinuosos y no llevan a ninguna parte, cuando mucho un uno por ciento de todos los mexicanos tiene resuelta su vida por varios de nuestros ciclos.
Con flagelarnos no logramos gran cosa, si nuestro país empezó su vida independiente con un abrazo, el de Acatempan, por qué no empezar un nuevo ciclo con un abrazo entre el México mestizo con el México del pueblo del Quinto Sol, para ser UNO pero diferenciado, aceptado, de buena convivencia. Pensemos un México como una Universidad, es decir, unido en la diversidad.