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CIUDAD DE MÉXICO, 17 de septiembre de 2016.- La muerte es inevitable y muchas veces imprevisible.
En México, la cultura de la previsión no está muy extendida. Según cifras de la Secretaría de Gobernación citadas en un punto de acuerdo de la Cámara de Diputados, sólo uno de cada 500 mexicanos tiene testamento.
Precisamente con el propósito de fomentar la cultura testamentaria, la Secretaría de Gobernación, en conjunto con los gobiernos locales y el notariado mexicano, desde 2002 se ha lanzado la campaña «Septiembre, mes del testamento», la cual ofrece varias facilidades para hacerse de este documento.
Entre éstos, la reducción de honorarios por parte de los notarios de todo el país hasta en 50% y la ampliación de horario de atención de las notarías, incluso hasta los fines de semana.
El tercer beneficio del que se goza a lo largo del mes de septiembre es el de la asesoría gratuita de los especialistas.
Con esta campaña se han alcanzado más de cuatro millones y medio de registros de testamento, pero aún queda para que los mexicanos tengan asimilada esta cultura.
El cobro en las notarías se hace con base en aranceles fijados en cada entidad el cual depende de la zona en la que esté. En general, la reducción a éstos será a la mitad.
¿QUÉ ES UN TESTAMENTO?
«El testamento es el documento por el que una persona decide, de manera libre y consciente, quienes serán sus sucesores y beneficiarios respecto al patrimonio que tenga al tiempo de su muerte. No se trata de la transmisión del patrimonio actual, sino al momento de su muerte», explica Héctor Galeano Inclán, presidente del Colegio Nacional del Notariado Mexicano.
Coches, joyas, bienes inmuebles, centenarios, acciones de sociedades civiles y mercantiles, de clubes deportivos. Todo puede heredarse.
El objetivo de hacerlo es no dejar que la ley decida. «A falta de una voluntad expresa la ley va seleccionando un orden entre los parientes más cercanos, para que se vuelvan los beneficiados por este patrimonio», explica el especialista. Primero son los hijos, luego el esposo o esposa, padres, hermanos, tíos, primos, hasta el cuarto grado de parentesco.
Cuando ya no se tienen parientes puede pasar, por ejemplo, a institutos de beneficencia.