Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de noviembre de 2020.- Como todo espectáculo, “el circo de la política” es insaciable y requiere, casi a diario, de nuevos atractivos, si es que aspira a cumplir de manera eficaz con su papel de “engañabobos”.
Por eso, los dueños de “el circo político” deben tener una amplia reserva de bufones, trapecistas, focas aplaudidoras, payasos, hombres de piedra y, sobre todo, las infaltables fieras, esas que en jauría hacen temblar hasta al más pintado de los críticos.
Y es que el “circo político” en que se ha convertido el gobierno de Obrador, no es y no podía ser la excepción.
Se trata, como saben, de un espectáculo en el que empiezan a escasear los payasos, los trapecistas, las fieras y las focas aplaudidoras, al extremo de que el dueño del circo –el presidente mismo–, debió ser parte del elenco para saciar los distractores que reclama un gobierno fallido.
En efecto, apenas el “Día de Muertos” vimos al dueño del circo, a López Obrador, convertido en “fantoche” al que manos expertas aplican “una limpia” para alejar los malos augurios y las peores vibras; espectáculo llevado a cabo en el corazón del país, en el mismísimo Palacio Nacional.
Sí, sin duda se trató de una escenificación digna de toda “república bananera” que se respete; espectáculo que, en el fondo, busca una identidad entre el presidente mexicano y el México más atrasado.
Y era urgente el nuevo “numerito”, luego que “un garbanzo de a libra”, un Juez que aún no se somete al poder presidencial, desechó una orden de aprehensión contra el otrora poderoso Luis Videgaray –ex secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores de Peña Nieto–, y a quien la domesticada Fiscalía General pretendió acusar de “traición a la patria”, por el presunto soborno de la empresa brasileña Odebrecht.
Es decir, que el gobierno de López pretendió montar un nuevo “circo político” con Videgaray, luego del fallido espectáculo de Emilio Lozoya, quien sin pruebas acusó al gobierno de Peña Nieto y al propio Videgaray, de recibir un presunto sobornos de Odebrecht, para financiar la campaña presidencial en 2012.
Sin embargo, la acusación de la Fiscalía General contra Videgaray fue desechada por el mismísimo ex presidente fundador de Odebrecht, Luis Alberto Meses Weyll, quien dijo que es falso que se hayan entregado sobornos a personas distintas a Emilio Lozoya.
Meses Weyll reiteró que sólo se entregaron sobornos a Lozoya, a nadie más en México; que tampoco soborno a legisladores para aprobar la Reforma Energética y menos para financiar la campaña presidencial de Peña Nieto, en 2012.
Por eso, frente al nuevo fracaso del “circo del poder”, los promotores del espectáculo de Palacio sacaron “de la chistera” un nuevo payaso, al siempre lopista Emilio Zebadúa, quien por años se desempeñó como uno de los colaboradores más cercanos a Rosario Robles, a pesar de su sabida pertenencia al “establo político” de Obrador.
Hoy Zabadúa aparece de manera fortuita como testigo colaborador no sólo para señalar con su dedo oportunista y delator a Rosario Robles, sino a otros funcionarios de primer nivel del gobierno de Peña Nieto.
Es decir, que ante el desvanecimiento de las presuntas pruebas contra Rosario Robles y contra figuras del gobierno de Peña, como Videgaray, el gobierno de Obrador “sacó de la chistera” a un nuevo payaso que podría ser el deleite “del respetable”, al tiempo que distrae a los electores y desvía la atención de los verdaderamente grave; el fracaso en todos los frentes, del gobierno de López.
Lo simpático del tema es que AMLO debe recurrir al extremo de los “testigos colaboradores”, cuando decían tener una joya de la corrupción, con la supuesta “investigación ejemplar” llamada “La Estafa Maestra”.
¿Qué pasó con la premiada investigación periodística? ¿No que sería la piedra angular para exhibir la corrupción y a los corruptos de todo el sistema político mexicano?
Lo cierto es que –como aquí lo exhibimos en repetidas ocasiones–, la “investigación periodística” motejada como “Estafa Maestra” no tiene un solo dato duro capaz de llevar a prisión a nadie, menos a Rosario Robles.
Y por eso, ante el fracaso de la “joya periodística”, ante el fallido espectáculo del trapecista Emilio Lozoya y ante el desvanecimiento de las pruebas contra Videgaray, hoy aparece como la estrella del “circo político” el traidor Emilio Zebadúa; un oportunista del poder y la política que logró engañar a Rosario Robles a pesar de que siempre fue un “lopista embozado”.
Y sí, Zebadúa, igual que Lozoya, dirá lo que le ordenen que diga el presidente Obrador y su pandilla; difamará y calumniará a quien le ordenen difamar y, al final, salvará el pellejo y escapará con los bolsillos llenos de dinero.
Por eso la pregunta: ¿Hasta cuándo se dejará engañar la sociedad mexicana, por los payasos del poder y la política?
Al tiempo.