Cortinas de humo
¡AMLO azuza a los “mata-periodistas”!
La palabra del presidente es, en una sociedad patriarcal como la mexicana, lo más parecido a la palabra divina.
Es decir, cuando el mandatario apunta su furia contra un adversario político; cuando difama y calumnia a enemigos y/o periodistas, los seguidores y fanáticos asumen que desde Palacio recibieron una “licencia para matar”.
Y es que si los periodistas son el mayor dolor de cabeza del presidente y si desde Palacio el mandatario sataniza a sus críticos, ¿por qué no ayudar al presidente matando periodistas y adversarios político?
Es la lógica del poder autoritario, vertical, dictatorial; lógica del “hombre fuerte” en donde no hay lugar para la protesta y la crítica y en donde el destino de quien se atreva disentir es la muerte; la muerte política y/o física.
Y si el presidente sataniza a los periodistas, el cacique del pueblo, el gobernador o el jefe criminal de tal o cual región, se asume con derechos plenos para sacrificar la vida de los periodistas que lo critican, custionan y que se atreven a decirle a los ciudadanos las corruptelas de sus autoridades.
Y es que por el poder que en dictadura tiene un presidente, como López Obrador –que llegó al cargo con la mayor legitimidad de la historia–, la palabra presidencial es palabra divina y, por tanto, se debe cumplir.
Por eso la escandalosa cifra de 54 periodistas asesinados durante los 38 primeros meses de gobierno de AMLO.
Y también por eso cada día son más las voces globales que exigen al mundo poner freno a la masacre de periodisas en el gobierno de López.
Masacre que pudo llegar a 55 víctimas en las últimas horas ya que la noche del martes 1 de febrero del 2022, fue atacado en su casa, de Isla Mujeres, el periodista Nezahualcóyotl Cordero García, por un matarife a sueldo
Por suerte el comunicador logró alertar al vecindario sobre el ataque y así logró evitar el crimen. El periodista ya había sido amenazado de muerte.
Pero también es cierto que no caen al vacío todas las críticas sobre la ineficacia del gobierno para contener la epidemia que ha convertido a México en campeón “mata-periodistas” y en el paraiso de impunidad para los matones.
Resulta que Pedro Vaca Villareal –Relator Especial para la Libertad de Expresión, de la Comisión Inteamericana de Derechos Humanos–, urgió al gobierno mexicano a reconocer y contener la epidemia criminal contra periodistas.
Y como primer paso popuso poner fin a la estigmatización y satanización de los periodistas mexicanos desde Palacio, con la venia presidencial, a través del escandaloso bodrio conocido como “¿Quién es quién en las mentiras?”.
Así lo dijo el Reltor para la Libertad de Expresion de la CIDH: “Hoy, ante la escalada de violencia me corresponde pedir la suspensión de este espacio, porque enrarece los mensajes firmes que se deben escuchar de respaldo a la labor periodística y de rechazo a la violencia contra periodistas… ya que envía un nensaje confuso sobre la intención gubernamental de garantizar la libertad de prensa”.
Dijo que la sección “¿Quién es quien de las mentiras?” es “un espacio totalmente extraño a los estándares democráticos de libertad de expresión”.
Según versiones periodísticas, el Relator ha esperado más de cinco meses una respuesta del gobierno de Obrador, para que representantes de su gobierno les expliquen a los expertos de su oficina en Washinton cuál es el objetivo de esa sección en las mañaneras de los miércoles.
Así lo expuso: “para mi es lamentable, sobre todo porque ha pasado mucho tiemo, han pasado meses: lo canalicé (la denuncia) por las vías formales, he insistido en varias oportunidades y no hemos recibido respuesta”.
En pocas palabras, se confirma que al gobierno de Obrador no le importa frenar la epidemia criminal contra periodistas.
Al final, Pedro Vaca Villarreal lamentó expresiones de Obrador contra los periodistas como aquella de que “son muy pocos los periodistas que están cumpliendo con el noble oficio de informar”.
Una declaración como esa, dijo, “puede ser entendida por la sociedad como una forma de disminuir la relevancia del problema”.
Lo cierto es que con esas declaraciones, con el linchamiento y satanización de los perioditas, el presidente mexicano azuza a los “mata-periodistas” y confirma que la muerte de informadores es, en la mayoría de los casos, un crimen de Estado.
Al tiempo.