El episcopado ante el segundo piso de la 4T
El “privilegio” de ser presidente en México
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de febrero de 2021.- En el México de hoy, del nuevo siglo, ostentar el cargo de presidente, de “primer mandatario” o de “jefe del ejecutivo”, es lo más parecido a lucir el cargo de un rey en los tiempos medievales.
¿Por qué?
Porque más que vivir en una democracia representativa, en donde el mandatario debe rendir cuentas de sus actos y en donde está obligado a sanciones ejemplares por su mal desempeño, en México habitamos una auténtica monarquía decimonónica, en donde el monarca hace y deshace a placer, sin que nadie sea capaz del menor señalamiento crítico.
Pocos o nadie alza la voz si el rey López Obrador miente, si engaña, si oculta la verdad sobre el fracaso en el tratamiento de la pandemia; nadie se atreve a llamarle fracasado a un gobierno que nos lleva de vuelta a la quiebra económica como la de 1932, y nadie se escandaliza por la muerte de 170 mil mexicanos a causa de una pandemia mal manejada y que amenaza con aislar a México del mundo.
En cambio, son muchos los que aplauden que el rey Obrador presuma su salud, luego del contagio de Coronavirus, con un paseo en su lujoso Palacio, en donde cuenta con todas las atenciones, los médicos y medicinas, mientas que cientos de miles mueren a diario en el abandono total.
Pocos denuncian el escandaloso engaño de la vacuna rusa; nadie se atreve a censurar el manejo clientelar y electorero del programa de vacunación y son muy pocos los que le llaman “gobierno criminal” a aquel que a causa de sus malas decisiones provoca miles de muertes, sea por la pandemia, sea por la violencia o por la destrucción del sistema de salud.
Si, nos guste o no, en el México del siglo XXI, del 2021, es todo un privilegio ser presidente mexicano; un privilegio no rendir cuentas por ninguna de las graves fallas que comete el mandatario López Obrador; un privilegio que le aplaudan por los fracasos de escandalo.
¿Lo dudan?
En efecto, nadie quiere que pase a mayores la enfermedad de López Obrador. Sin embargo con sus excesos mediáticos, AMLO ofende, indigna y confirma que vivimos en una monarquía decimonónica.
Obrador defrauda a las familias de 170 mil mexicanos muertos –por la negligente atención a la pandemia–, cuando por más de 13 minutos pasea por su lujoso Palacio, sin usar “cubre-bocas” y con un discurso mentiroso en el que sin pudor y sin pena engañar a los ciudadanos.
Y es que resulta falso todo o casi todo lo que dice Obrador en el video en cuestión; tan falso como el maquillaje bajo el que oculta los estragos de la enfermedad. Pero es más indignante cuando nos enteramos que en los 13 minutos de perorata presidencial, perdieron la vida 13 ciudadanos, que no recibieron el trato privilegiado de un presidente mexicano, en su Palacio.
Y sí, qué bueno que el presidente-rey de México no debió hacer fila para ser atendido en un hospital Covid; para conseguir un médico y una cama; qué bueno que no debió hacer fila para conseguir un tanque y/o un concentrador de oxigeno; qué bueno que no hizo filas y filas y filas.
Sí, qué bueno que López cuenta con todo lo necesario para ser atendido como rey frente al contagio de Covid. Qué bueno que en su Palacio lo revisan decenas de médicos y enfermeras, con los mejores equipos para garantizar la salud del presidente-rey mexicano.
Pero qué malo que más de 170 mil mexicanos hayan perdido la vida por no contar con una cama de hospital, por no tener un médico especialista, por carecer de medicamentos suficientes y adecuados; qué malo que ninguno de los 130 millones de ciudadanos mexicanos –salvo el presidente–, puedan contar con un sistema sanitario de primer mundo en su propio Palacio.
Lo peor, sin embargo, es que a pesar de que México pasó al tercer lugar de muertes en el mundo, a causa de la pandemia –sólo detrás de Estados Unidos y Brasil–, el mandatario mexicano dice que todo va bien, que no modificará su estrategia contra la pandemia y que comprará miles de vacunas.
Es decir, la respuesta que reciben los ciudadanos desde Palacio –el palacio en donde el presidente-rey cuenta con la mejor atención del mundo–, son mentiras, mentiras y más mentiras.
Por eso las preguntas: ¿Hasta cuando el presidente-rey dejará de mentir a 130 millones de mexicanos, muchos de ellos sus seguidores? ¿Hasta cuándo será sancionado el presidente mentiroso; por su parloteo engañoso?
Pero no es todo. En medio del terror por el descontrol de la pandemia y de los cientos de miles de muertos a cusa del Covid, el INEGI confirmó lo que muchos especialistas advirtieron desde hace meses; que el gobierno de AMLO falsificó las cifras reales de contagios y muertos por Coronavirus, al grado de que el verdadero número de fallecidos podría ser de 250 mil.
De ese cuarto de millón de mexicanos muertos, por lo menos un tercio perdieron la vida en sus casas, sin atención en un hospital público y privado; los abandonó el Estado, mientras que el presidente-rey recibe toda la atención.
¿Y qué dicen frente a ese crimen de Estado los contrapesos naturales del “poder ejecutivo” mexicano?
No hay respuesta porque tampoco hay contrapesos.
Y es que, como todos saben, los Poderes Legislativo y Judicial están sometidos por el presidente-rey. Y ese sometimiento es otro de los privilegios de ser presidente en México; el privilegio de que no existen contrapesos para castigar los errores y fallas que nos llevan a la ruina.
Pero tampoco es todo.
Al tiempo que López Obrador le dijo al mundo, desde su Palacio, que recuperaba su salud, el INEGI reportó que el gobierno de Obrador llevó a México a una crisis económica igual a la de 1932 del siglo pasado.
Es decir, Obrador nos lleva a la peor crisis económica en un siglo.
¡Y quién sancionará al mal gobierno de Obrador?
Nadie, porque en México los malos presidentes son aplaudidos, cual reye que llevan a su pueblo a la ruina.
Por lo pronto, una parte del mundo ya sancionó y aisló al presidente Obrador; países como Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y hasta Cuba, cerraron sus puertas a vuelos comerciales a México.
¿Quién sancionará, en México, al peor presidente de la historia?
Al tiempo.