Respuesta a la violencia e inseguridad
CIUDAD DE MÉXICO, 23 de octubre de 2020.- En el nuevo partido político ELIGE de la Ciudad de México, destaca la propuesta de trabajar para que la sociedad sea capaz de generar procesos, tecnología y ciencia que genere mejoramientos económicos y sociales.
Para generar ese estado social el partido que preside Mariana Morán busca la participación y concientización de la innovación a través de seminarios, talleres y programas de difusión. Compartir marca un parteaguas entre el quehacer político secular y el arribo de las TIC.
A nivel mundial los partidos políticos son una institución desgastada y rota. Actores y promesas son los mismos. La exigua participación en las votaciones es espejo del desinterés de la ciudadanía. Y justo en el punto de quiebre, cuando la institución caduca se desvanece, emerge un nuevo sentido del poder alejado de los discursos políticos unívocos y exhaustivos.
Irrumpe entonces una cultura política radicalmente diferente, una que se alimenta de una praxis comunitaria, colaborativa y participativa “heredada” de las tecnologías sociales.
La cultura digital es una ola de regeneración social, de ahí su fuerza política, porque conecta con movimientos como el placer por el conocimiento compartido y por la creación de contenidos, el rechazo al adoctrinamiento ideológico, renuencia a la verticalidad organizacional, fórmulas más abiertas y puntuales para la colaboración, nuevos códigos para relacionarse y socializar, reconocimiento a los liderazgos que crean valor, sensibilidad por los temas más cotidianos y personales, una visión global de la realidad local y la creatividad permanente como motor de la innovación.
En tales contextos, hay esperanza de nuevos liderazgos, pero tanto en la Red como en la vida real, ahora sólo se reconoce la autoridad, no la jerarquía. Además, se privilegian las causas sobre los dogmas.
Al mismo tiempo, las tecnologías 2.0 descubren talentos creativos y estimulan la imaginación. Esto vaticina que la política será más divertida y la retroalimentación entre los medios tradicionales y los on line, abre ya nuevas oportunidades para la comunicación política. Ahora, cualquier iniciativa con repercusión en la Red tiene su impacto en los medios de comunicación convencionales. La viralidad se vuelve referencia moderna y contemporánea. Así aparecen juegos, vídeopolítica, ciberacciones, wikis…
El adoctrinamiento tradicional se vuelve obsoleto y la gamificación aparece en el campo político para generar acuerdos y compartir una cultura de respeto e inclusión.
Al mismo tiempo, las tecnologías 2.0 refuerzan el poder de la palabra. Son, más que nunca, hipertextuales. Consignas, publicidad, propaganda… tienen poco predicamento en un entorno exigente con las ideas.
Los nuevos activistas son, fundamentalmente, constructores de relatos y de interpretaciones. Su pasión por la escritura, por el texto, por el mensaje, crece y convive muy bien con la cultura de la imagen y el culto estético.
Pero no se trata de una autotelia de lo estético, sino que tiene raíces en lo fundamental para los seres: vida y familia. Es a partir de ahí que se despliegan los intereses y valores personales y comunitarios, es en la familia donde crecen razones y expectativas del ser, hacer y tener.
En la era de la digitalización, ahora aprendemos nuevas formas de conectarnos y priorizar. La familia se vuelve eje de nuestra percepción del mundo y prioridad en las acciones y decisiones.
La política en la era de la digitalización, en sí, derrumba programas viejos e impulsa candidaturas abiertas de personas de centro, libres de intereses personales o sectarios. Triunfa la sociedad sobre los políticos de carrera.
Nuevos partidos políticos como ELIGE, de la Ciudad de México, tienen “alma” de la era digital.