Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de noviembre de 2020.- Es experto en la autopromoción y el engaño. Sin embargo, la profundidad de su patología no se revela hasta que gana poder.
Contundencia, autoconfianza y carisma son algunos de sus rasgos. Es audaz y de voluntad fuerte. Tiene la visión de crear algo nuevo o rehacer una empresa o un país. desafía la sabiduría convencional y no se ve ralentizado por la duda ni la crítica. Es perfecto en épocas de crisis y parece el líder perfecto para reconstruir.
Es el tipo de persona a las que las juntas corporativas tienden a seleccionar como CEO, especialmente en tiempos de agitación, cuando el status quo falla. Pero una vez que está en el poder, sabemos quién es realmente: no es confiado, sino arrogante. En lugar de ser audaz es simplemente impulsivo, carece de empatía y explota a los demás sin reparos, ignora los consejos de expertos y trata a aquellos que difieren con desprecio y hostilidad. Sobre todo, exige lealtad personal. Es, en definitiva, un narcisista furioso.
¿Conoce a alguno así? Pululan en el ámbito político y aparecen bajo la etiqueta de populistas. Pero también hay muchos en el ámbito empresarial que pueden causar mucha destrucción. ¿Algunos casos? Enron, Uber o Theranos.
El narcisista es egoísta y carece de integridad. Incluso es probable que actúe deshonestamente para lograr sus fines. Sabe que miente y eso no le molesta. No se siente avergonzado. También es a menudo imprudente en la búsqueda de la gloria, a veces con éxito, pero a menudo con consecuencias nefastas.
Lo que es peor, es que el narcisista cambia la empresa o el país que dirige y esos cambios pueden durar más que su propio mandato. Las voces divergentes son silenciadas, la adulación y el servilismo recompensados. Entonces campea en la organización el cinismo y la apatía.
En las culturas individualistas, sin trabajo en equipo y con baja integridad, prolifera este narcisista. Sobre todo en tiempos de incertidumbre y peligro, cuando buscamos un héroe, una persona segura de sí misma que dice: ‘Tengo una solución'».
Pero el narcisista es peligroso. Posee menor integridad en relación con otras personas y cuando logra cierto éxito, refuerza su creencia de que sabe mejor que otros e ignora los consejos de los expertos y sólo confía en sus propios instintos.
En la toma de decisiones corporativas el narcisismo está asociado con una mayor tendencia a tomar riesgos, pero no con mejores rendimientos financieros.
Como resultado, el narcisista a menudo siente que no reciben la admiración y el crédito que merece, y pueden parecer patológicamente consumido por el resentimiento, lo que a su vez genera petulancia, agresión, descalificación pública y abuso.
¿Por qué toleramos a este matón? Tal vez por compasión, porque creemos que agrede y golpea porque tiene una historia de fracasos y desprecio, porque asumimos que es vulnerable y en lugar de desprecio y enfrentamiento merece compasión. Ese es el pretexto. Pero realmente ¿Toleraremos dejarnos avasallar, engañar y manipular en aras de que el narcisista perpetue la creencia de que es el mejor?
Todos tenemos historias de un abusador. Pero también sabemos que cuando se le enfrenta su aparente poderío se desmorona. Puede ser con evidenciar defectos graves y altamente perceptibles, con oposición férrea en los medios de comunicación o con un voto en contra en las urnas.
El narcisista es un ogro que podemos vencer.