¿A quién corresponde defender?
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de agosto de 2019.- Ayer estuvo Ivonne Ortega en Oaxaca. Durante su conferencia de prensa se le vio todo, menos contenta, como debía estar si de verdad tiene ganados nueve de diez distritos electorales federales en Oaxaca, como vociferó quien la trajo.
La trajo Ulises Ruiz, su nuevo y oficioso aliado.
Soy de los que piensan que el futuro del PRI no debía interesar solamente a los priistas. México necesita, hoy más que nunca, un sistema de partidos fuerte pero antes que nada saludable.
En la teoría política la principal finalidad de los partidos políticos es la competencia por el poder. Los partidos buscan conquistarlo, retenerlo o recuperarlo. Partidos enfermos nos han hecho padecer gobiernos enfermos que han hecho impedido que México, al final de cada sexenio, alcance siquiera las metas proyectadas por cada presidente.
Dos han sido las enfermedades que han puesto al PRI en pronósticos de extinción: la división y la corrupción. Ambas le han hecho perder la Presidencia de la República en el año 2000 y en 2018.
Al margen de que el momento político de cada uno ya pasó y sus estrellas ya no brillan, Ortega y Ulises son la personificación de ambas enfermedades. Son su retrato, su imagen fiel.
No sé si lo que más le convenga al PRI es que Alejandro Moreno sea su nuevo dirigente. Lo que sí me resulta difícil de entender es cómo en este momento tan delicado de la vida del PRI se vea con naturalidad la postulación de personajes como Ivonne Ortega y como Ulises Ruiz, siendo que uno de los requisitos exigidos por los estatutos del PRI para ser presidente es la honorabilidad.
No entiendo por qué tuvo que llegar tan lejos la grosera pretensión de Ulises de dirigir al PRI. La honorabilidad era el primer filtro que escrupulosamente se tuvo que observar. Si no, ¿para qué lo ponen?
Ha sido público y notorio el historial de incongruencias, inconsistencias y corrupción que han marcado el desempeño de ambos en su paso por el servicio público. Ivonne se dice feminista, pero como gobernadora solo el 10 por ciento de los puestos clave fueron para mujeres. De esas cuatro mujeres una era su hermana.
Ivonne se define progresista, pero en 2009 el congreso bajo su control con el voto de 24 de los 25 diputados determinó que en Yucatán tanto el matrimonio como el concubinato solo podían darse entre un hombre y una mujer y cerro la puerta a los matrimonios entre personas del mismo sexo que hoy dice defender.
Si con algo se asocia lo que fue el gobierno de Ivonne es con la corrupción. En 2012 el Diario de Yucatán dio a conocer en un reportaje titulado El niño terrateniente que el sobrino de la ex gobernadora de cinco años de edad se había convertido en el dueño de más de 156 hectáreas de tierras.
El Gran Museo del Mundo Maya es otro caso emblemático. Terminó costando el doble de lo que se había proyectado. La obra de más de 800 millones de pesos le fue entregada al nieto de Carlos Hank González. Y la lista se prolonga.
Con Ulises pasa lo mismo. La historia ya lo juzgó.
Hoy se erige en promotor de la democracia interna. Democracia interna es el nombre de su facción. Pero cuando tuvo la oportunidad histórica de democratizar al PRI oaxaqueño dolido, descompuesto, en una profunda crisis después de haber perdido la elección a gobernador en 2010, lo convirtió en un club de amigos y en su metáfora favorita: una burbuja.
La guerra contra los corruptos es otra de sus banderas.
Hoy su principal operador financiero, Miguel Ángel Ortega Habib, sigue siendo buscado por la Interpol por delitos contra las arcas del estado.
Hoy el ex gobernador de uno de los estados más pobres de México, es dueño de un hospital de primer mundo en la Ciudad de México.
Yo me pregunto ¿Cómo es que un ex gobernador que durante su gestión dejó inconclusos más de 50 hospitales, se haya convertido en un próspero empresario de la salud? Tampoco que esperen los priistas inclusión y tolerancia. Al margen de cualquier juicio que se pueda emitir sobre los sucesos de 2006 y sus protagonistas, queda claro que Ulises sentó un precedente de tiranía, intolerancia, represión y muerte ante los órganos internacionales de impartición de justicia.
A Ivonne hoy la abrazó el diablo. No pudo siquiera leer que Ulises escogió esta fecha como un acto de provocación. Ulises mañosamente la trajo a Oaxaca en el cumpleaños del gobernador.
A Ulises no le importa Ivonne ni le importa el PRI. Él se siente agraviado y busca venganza. La está usando. Se están usando mutuamente, aunque parece que la yucateca no sabe que hay sumas que restan. Ulises todo lo que toca lo marchita.
El mito del operador electoral estrella murió. Perdió su propia elección en lo que antes era su casa.
Por ello llega hoy agazapado, en la penumbra. Aparece de repente, sin que nadie lo espere. Tiene que venir a Oaxaca casi en secreto.
Los priistas tendrán la decisión en sus manos. Pero deben tener presente, muy presente, la experiencia de nuestra última elección presidencial. Hoy muchos mexicanos se lamentan porque sienten que se equivocaron.
La pregunta y la respuesta son muy sencillas: ¿Por qué creer en la palabra de quienes han hecho de la mentira, la manipulación y la incongruencia su estilo de vida en público y en privado?
Los priistas no pueden darse el lujo de equivocarse. No esta vez.