¿A quién corresponde defender?
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de abril de 2020.- El peligro de encontrarnos en medio de una tempestad de contagios con un sistema de salud famélico por los «ahorros» y descabezado, no es culpa del subsecretario López-Gatell sino del presidente López Obrador.
López Obrador puso a un médico amigo de la familia presidencial al frente de la secretaría de Salud.
Nombró como titular de la Cofepris (un verdadero tapón para la distribución de medicamentos) a un arqueólogo que trabó amistad con él cuando trabajaba en las ruinas de Comalcalco.
Ordenó ahorros inhumanos, que desprotegieron a personal médico y a hospitales, para invertir en caprichos petroleros.
El responsable de todo ello se llama López Obrador, y no López-Gatell, quien obedece órdenes y justifica de manera penosa la desubicación de su jefe.
Ahí se equivocó mi amigo Javier Alatorre, pero no mucho más.
El conductor estelar de TV Azteca (empresa en la que he colaborado por más de 18 años) acertó al decir que no había que creerle al encargado de combatir la pandemia, porque ha mentido de manera recurrente e irresponsable.
De haber hecho caso, al pie de la letra, al subsecretario, una buena parte de la población estaría muerta o en terapia intensiva.
López-Gatell se ha dejado seducir por el canto de sirenas políticas y se desvive por agradar al presidente, que es el responsable de las decisiones finales en salud, materia que cree dominar como un galeno.
Imposible no coincidir con Alatorre, pues acatar algunas recomendaciones del subsecretario implica arriesgar la vida.
Desde luego que es necesario el aislamiento social para atenuar la parte álgida de la pandemia, pues no cabe discutir si la economía está por encima de la vida humana.
Sin embargo no hay que obedecer al subsecretario López-Gatell cuando dice que el presidente no tiene fuerza de contagio. Le justificó mítines multitudinarios y abrazos a diestra y siniestra en plena crisis.
Ni de chiste hacerle caso al funcionario con payasadas norcoreanas que endiosan al primer mandatario, quién sabe con qué fines.
Hay que desobedecer al encargado de combatir la pandemia cuando nos dice que los cubrebocas no sirven. Miente. Se lo dice el mundo. Y lo hace para salvarle la cara a los ahorros y reacciones tardías de su jefe, el otro López.
Una desgracia ha sido hacerle caso a López-Gatell en la no aplicación de pruebas rápidas de Covid-19.
Los 50 mil estudios que se han hecho es por personas que llegan con malestar, pero no por un mapeo hecho por las autoridades de Salud para detección temprana de focos de contagio.
López-Gatell prohibió, en días clave, que hospitales privados realizaran pruebas de Covid-19, para estar en sintonía con su jefe y minimizar el avance de la pandemia.
El 16 de marzo la Organización Mundial de la Salud pidió a los países que hicieran la mayor cantidad posible de pruebas de Covid-19 para detectar casos en su primera etapa, y tres días más tarde el subsecretario dijo que no servían esas pruebas.
Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, denunció el seis de abril que el subsecretario bloqueaba la adquisición de pruebas para los habitantes en esa entidad. Curioso caso: López-Gatell daña al estado gobernado por quién se ha atrevido a discrepar de López Obrador y es aspirante natural a la Presidencia.
The New York Times publicó el fin de semana que, para volver gradualmente a la normalidad, Estados Unidos necesita triplicar la cantidad de pruebas que actualmente se hacen (45 por cada cien mil habitantes, deben subir a 150). Aquí se desdeñan.
López-Gatell nunca corrigió al presidente cuando dijo que el cornonavirus «ni a influenza llega», o que se combate con tréboles y billetes de dos dólares.
No dice toda la verdad López-Gatell al presentar la contabilidad de afectados por el virus. Así lo reclaman más de una decena de gobernadores. Ahora resulta que, hecha la suma, hay más muertos en los estados que en la república (!!).
¿Le creemos? ¿Le hacemos caso al que quiere quedar bien con el jefe antes que con la nación?
Él mismo dijo que en los casos de infectados, por la falta de pruebas, había que multiplicar por un factor de 8.2. Especialistas han publicado que en países donde no hay mediciones la multiplicación debe ser por 40. Y peor aún si no se usan mascarillas ni hay sana distancia en lugares públicos.
El responsable de combatir la pandemia come guajolotas en una banca de la vía pública, codo con codo con las autoridades del sector salud, que son sus jefes pero también son sus subordinados.
Su amigo el presidente le festeja la gracia e invita a los reporteros a que sigan los hábitos alimenticios y de higiene del otro López, el encargado de combatir un virus que está prácticamente en todos lados.
Terrible hubiera sido que los estados hicieran caso al subsecretario y usaran como material médico las batas y cubrebocas inservibles que les mandaron para «el Covid-19».
Cuidado, sí, mucho cuidado con los llamados a boicotear a una cadena de televisión por «desafiar a la secretaría de Salud».
El primero en desafiarla fue el propio Presidente al convocar a la población, a finales de marzo, a salir a comer a las calles. Lo hizo luego de un mitin en Oaxaca.
Ahí algunos de los que hoy fingen estar escandalizados por lo que dijo Alatorre, llamaron a López Obrador un gran «científico».
Son hipócritas.
Desde luego hay malestar en distintos analistas y medios cuando se nos quiere poner a la economía por encima de la vida humana. Coincido con ellos. Primero tiene que bajar el pico de contagios, despresurizar la saturación de hospitales y luego retomar gradualmente la cotidianeidad.
Pero cuidado con darle alas al estatismo confiscatorio de medios y agresor de periodistas, que pide que le suelten las riendas en el gobierno. Van ganando terreno en el ánimo del López responsable de la crisis en el sector salud, que no es Gatell, sino Obrador.