Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de febrero de 2018.- Quizá a las nuevas generaciones y a muchos mexicanos de menos de 50 años el nombre de John Gavin -un actor y diplomático de raíces sonorenses, con antepasados chilenos y españoles, que falleció el pasado 9 de febrero en California-, no les diga mucho. Sin embargo, la sola evocación de su nombre en el ambiente diplomático mexicano aún reaviva los intensos debates que su estancia en nuestro país provocó como representante de Estados Unidos.
Gavin falleció de neumonía, a los 86 años, en Beverly Hills, aquejado por un proceso leucémico. Se casó en 1957 con Cicely Evans, con quien procreó a sus dos hijas Cristina y María y se divorció en 1965. Posteriormente en 1974, se unió a Constance Towers, actriz y cantante, con quien permaneció hasta sus últimos días.
Juan Vicente Apablasa Jr. -como fue registrado al nacer el 8 de abril de 1931 en los Ángeles-, fue hijo del terrateniente californiano de origen chileno del mismo nombre, y de la heredera sonorense, Delia Diana Pablos, quien a 2 años de su divorcio del potentado volvió a casarse con Herald Ray Golenor, que adoptó a su pequeño hijo y legalmente lo inscribió como John Anthony Golenor Pablos. Más adelante en los sets adoptaría el nombre de John Gavin.
Su amplia biografía señala que asistió a la Academia Militar de San Juan y obtuvo una licenciatura en Economía y Asuntos Latinoamericanos de la Universidad de Stanford.
Hablaba con fluidez español y portugués y fue comisionado a bordo del USS Princeton en Corea, donde se desempeñó como oficial de inteligencia aérea desde 1951 hasta el final de la guerra en 1953. Egresó con el grado de Teniente de Marina.
“Después de su servicio naval, a instancias de su padre adoptivo, Gavin fue contratado por la compañía cinematográfica Universal-International, debido a su varonil aspecto, y a su 1.93 metros de altura, muy similar al físico de Rock Hudson.
Sus primeros papeles los plasmó en las películas Behind the High Wall (1956), Four Girls in Town y Quantez (1957), pero sus estelares dieron comienzo con las cintas A Time to Love and a Time to Die (1958) y Imitation of Life (1959), película que le mereció gran reconocimiento de la crítica especializada. Luego llegaron Espartaco (1960) dirigida por Stanley Kubrick y el thriller Psycho (1960) de Alfred Hitchcock, además de varias series de televisión y otras películas no tan significativas, que filmó en Europa.
En 1967 protagonizó la película mexicana Pedro Páramo (1967) basada en la novela de Juan Rulfo, sobre la que siempre manifestó que había sido uno de las más importantes de su vida actoral. Como hecho singular, constan sus fallidos papeles como James Bond en la cintas Diamonds are Forever (1971) y Live and Let Die (1973), que finalmente serían interpretados respectivamente por Sean Connery y Roger Moore.
Su incursión en la política dio inicio en 1961, al ser designado asesor cultural de la Organización de Estados Americanos (OEA) hasta 1965, cuando formó parte de la directiva del Sindicato de Actores de Cine (Screen Actors Guild), el cual presidió de 1971 a 1973. Contendió por un nuevo período, pero fue derrotado por Dennis Weaver.
De filiación republicana y amigo entrañable del presidente Ronald Reagan -quien también había presidido el poderoso sindicato de actores-, John Gavin fue nombrado embajador de los Estados Unidos en México en junio de 1981 y se mantuvo en el cargo hasta mayo de 1986.
De esta amistad se valdría el titular de una de las más importantes misiones diplomáticas de Estados Unidos, para salvar obstáculos políticos en México y aun en Washington. Todo ello, a fin de llevar adelante una muy particular concepción de la diplomacia.
Una de las principales misiones del embajador fue someter a México a constantes medidas de presión, con el fin de apartarlo de supuestas tendencias izquierdistas que pudieran manifestarse en caso de un posible colapso económico, en las postrimerías del gobierno de José López Portillo.
Mis reflexiones personales en torno a su actividad diplomática en nuestro país, formaron parte del tomo “UnomásUno, 10 años 1977-1987” dirigido por Manuel Becerra Acosta, que coordinó Gonzalo Álvarez del Villar.
Comenté que desde su óptica, las protestas de nuestro país por sus continúas intervenciones, se debían a que “los mexicanos tienen la piel muy sensible”.
Las presiones, ejercidas en torno al problema del narcotráfico y la corrupción de los funcionarios encargados de combatirlo, así como por medio de la economía, le sirvieron para disminuir la actividad diplomática mexicana en el grupo de Contadora.
Los analistas políticos dieron cuenta de la controvertida gestión de Gavin al frente de la embajada de EU en México, tal vez con más vehemencia que la propia Secretaria de Relaciones Exteriores, que para muchos pecó de timidez ante la audacia del funcionario estadunidense.
La guerra de papel durante su gestión en México
El paso de John Gavin por México provocó una guerra de papel, alimentada por sus propias declaraciones. Empero, estas son observaciones hechas luego de su partida de México, y no durante su gestión diplomática, durante la cual -se dijo- a nuestro país se le quiso imponer una política exterior, interior y económica de acuerdo a los dictados del conservadurismo estadunidense.
Recuerdo que mantuvo entornos displicentes y aún despreciativos contra algunos medios informativos mexicanos. Como reportero asignado a la “fuente” diplomática, participé en varias de sus conferencias de prensa, algunas de la cuales el periodista Carlos Ramírez reseñó en su libro “Operación Gavin”.
“Sus fricciones con la prensa comenzaron desde el momento mismo de su nombramiento y aún como ex embajador tuvo por ahí 2 o 3 roces más con la prensa mexicana -escribió Carlos Ramírez-. No era, en realidad, una aversión específica contra la prensa de México, sino con la prensa en general, incluyendo a la norteamericana.
“…En su despedida de México, a mediados de mayo de 1986, impidió a la prensa mexicana estar presente en su último discurso en la Cámara Americana de Comercio, donde atacó a los periodistas y declaró que “toda la prensa mexicana” es corrupta y que mentía por dinero: “en Estados Unidos la prensa miente por convicción”, aclaró. Estos criterios dominaron el ánimo del diplomático para enfrentar a la prensa mexicana. En una ocasión, en una conferencia de prensa en 1985, el embajador recibió una pregunta por escrito y la consideró demasiado política. La leyó en público y pidió que el reportero se identificara.
-¿De qué medio es usted? -preguntó el embajador.
-De canal 11 -respondió el reportero.
Gavin esbozó una sonrisa de conmiseración, arrugó el papel, lo tiró hacia atrás por sobre su hombro e ignoró al reportero y a la pregunta”, contó Ramírez.
A diferencia de su antecesor, Julián Nava, quien en su oportunidad expresó que la actividad diplomática estadunidense en México era muy difícil, por lo que alguien que desconociera la historia entre los dos países no podría funcionar muy bien, Gavin intentó -y logró- ganar publicidad y descrédito ahondando en estas discordancias históricas, que hicieron muy abrupto su desempeño como representante de Estados Unidos.
Tan profundos, peligrosos y complicados fueron los problemas creados, que ello costó a Gavin la pérdida de credibilidad frente a su jefe, el secretario de Estado, George Shultz y también ante su gran amigo el presidente Ronald Reagan, quien terminó por anteponer los intereses nacionales de su país, a la amistad del embajador.
Este renunció el 7 de abril de 1986, señalando que dejaría oficialmente la embajada el 30 de mayo; finalmente, abandonó el territorio mexicano 12 días antes.
Algunos de los temas controversiales de su gestión estuvieron enmarcados en 3 puntos fundamentales:
Narcotráfico: la muerte del agente de la DEA, Enrique Camarena, endureció el trato de EU hacia México y la actuación del embajador John Gavin contribuyó a entorpecer la relación bilateral. Se aprobaron sanciones contra México y también cierres temporales de la frontera.
Relaciones políticas: nunca como en los años de gestión del embajador Gavin, EU intentó manipular las campañas políticas, ni a hacer tan evidente su injerencia dentro de los sectores más reaccionarios de México. Su relación con el PAN y la Iglesia motivó, como era de esperarse, ácidas críticas al jefe de la delegación de EU en México. El intervencionismo fue explícito y públicamente criticado. Con vistas a las elecciones de julio de 1985, en septiembre de 1984, se suscitó la reacción del entonces presidente del CEN del PRI, Adolfo Lugo Verduzco, quien no vaciló en criticar la “imprudente” intervención de del embajador en asuntos internos, ya que, con anterioridad el PRI había manifestado su inconformidad por la presencia del PAN en la Convención del Partido Republicano en Dallas en agosto de 1984, avalada personalmente por Gavin.
La campaña contra México: Aun cuando se ha acusado reiteradamente a Gavin como el orquestador del boicot turístico contra México -debido a la inseguridad de las carreteras en el norte del país-, fue evidente el peso del embajador en disipar este affaire, utilizando sus contactos y sus amistades personales en Washington. La campaña comenzó a finales de 1984.
“Atesoraré el recuerdo del tiempo que he servido a mi gobierno bajo su mandato, le dijo Gavin a Ronald Reagan en su carta de renuncia dada a conocer el 7 de abril de 1986, a un nutrido grupo de corresponsales extranjeros acreditados en México.
Poco antes de su partida, John Gavin me concedió una larga entrevista exclusiva, en la que estuvieron presentes 2 o 3 de sus más cercanos colaboradores en el área de Prensa, entre ellos Arturo Montaño, quien por mucho tiempo fue el enlace de los periodistas mexicanos con la embajada. La entrevista ocupó las 8 columnas en el UnomásUno.
En su misiva de renuncia al presidente Reagan, John Gavin reconoció que “se ha logrado mucho durante este período. Hemos asistido a México en tiempos de crisis y hemos ensanchado la senda de la amistad para los hombres y mujeres de buena voluntad en ambos lados de la frontera. Hemos reafirmado el principio de que una relación madura entre las naciones -al igual que entre las personas-, puede florecer solamente en atmósfera de respeto mutuo”, dijo el polémico embajador, quien visiblemente consternado -a pocas horas de los sismos de septiembre de 1985-, emprendió al lado de Nancy Reagan un recorrido por las zonas más afectadas de la ciudad de México, certificando las tareas de rescate y apoyo del personal y equipo estadounidense enviados por el gobierno de su país.
En sustitución de Gavin, el 14 de agosto de 1986, el presidente de Estados Unidos propuso al Senado la nominación de Charles J. Pilliod III, quien fue confirmado el 15 de octubre de 1986.
Luego de presentar sus cartas credenciales en Palacio Nacional -poco antes de cruzar la puerta hacia uno de los pasillos del histórico inmueble-, abordé a Pilliod. Le pregunté que si consideraba podría hacer un mejor papel que el de John Gavin al frente de la embajada de Estados Unidos en México.
Me miró sonriente. Tomó mi brazo y como en confidencia, en español me dijo: John Gavin quizá es más guapo que yo, pero yo soy mejor actor que él”.
Granos de café
… Resulta más que evidente que Andrés Manuel López Obrador, por su innata ignorancia, ofreció al mejor postor las candidaturas plurinominales de su partido al senado de la República. Así lo prueba la designación de Napoleón Gómez Urrutia, sobre quien pesa el señalamiento de fraude por 55 millones de dólares contra los integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM), cuya dirigencia heredó tras la muerte de su padre Napoleón Gómez Sada, líder de dicha agrupación durante 40 años.
No existe otra explicación para la decisión del señor López Obrador, quien semanas antes del destape comenzó la defensa a priori del autoexiliado Gómez Urrutia quien huyó junto con su familia, a Canadá, luego de la explosión el 19 de febrero de 2006 de la mina de Pasta de Conchos donde fallecieron 65 mineros.
Inexplicablemente el gobierno de la Ciudad de México -entonces a cargo de Marcelo Ebrard-, lo exoneró del cargo de fraude por los 55 millones de dólares cuando el actual jefe de gobierno capitalino Miguel Ángel Mancera, era procurador de justicia del Distrito Federal.
Para el mesías tropical la reivindicación de Gómez Urrutia -como ha calificado públicamente su defensa- es un asunto de justicia.
Sin embargo, Napoleón Gómez Urrutia tiene impedimentos legales para ocupar un escaño en el Senado, de acuerdo a lo dispuesto al artículo 32 Constitucional que establece:
“La ley regulará el ejercicio de los derechos que la legislación mexicana otorga a los mexicanos que posean otra nacionalidad y establecerá normas para evitar conflictos por doble nacionalidad. El ejercicio de los cargos y funciones para los cuales, por disposición de la presente Constitución, se requiera ser mexicano por nacimiento, se reserva a quienes tengan esa calidad y no adquieran otra nacionalidad…”
Efectivamente Gómez Urrutia es mexicano por nacimiento al haber nacido en Monterrey. Sin embargo en 2014 solicitó la nacionalidad canadiense, lo cual le impide -de acuerdo al numeral antes citado-, ser miembro del Senado. Cabe precisar, que de haber tenido la doble nacionalidad por vía materna o paterna, en este supuesto no habría ningún impedimento para integrar el Senado, de esto existe el precedente de Vicente Fox.
Tampoco hay posible justificación que acredite la legalidad de su dirigencia, puesto que nunca laboró en las minas, como lo exige la ley. Por el contrario, Gómez Urrutia nació y creció envuelto en oropel. El economista por la UNAM y con posgrados en las universidades de Oxford y Berlín vive a todo lujo en una exclusiva zona residencial de Vancouver, en un condominio de 670 metros cuadrados con un valor estimado en 1.8 millones de dólares, como lo consigna un reportaje de la revista “Proceso”.
Además obtuvo la nacionalidad canadiense otorgada por el exprimer ministro Stephen Harper, lo que no sorprende dado el monopolio que las mineras de ese país mantienen en México.
El reportaje de “Proceso” asegura que las mineras canadienses poseen concesiones que abarcan casi la mitad del territorio nacional; tienen impuestos ridículamente bajos, contaminan y envenenan las tierras donde medran, pagan salarios miserables, se burlan de las leyes laborales y a base de corrupción despojan a campesinos e indígenas.
Carlos Pavón, líder de los opositores a Gómez Urrutia, exigió a las autoridades federales actuar contra éste, por el delito de evasión de 55 millones de dólares pagados por Grupo México como indemnización por la privatización de la mina de Cananea en 1989, y que en 2003 fueran otorgados a los mineros, sin embargo, el dinero presuntamente habría sido usado por Gómez Urrutia como cuenta personal.
En abril de 2013 el sindicato minero confirmó que el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito concedió al autoexiliado líder, un amparo contra la “ficha roja” emitida por la Interpol que lo mantenía prácticamente maniatado en Vancouver, Canadá.
Y ahora el dueño de Morena pretende ilusoriamente que ese controvertido personaje vuelva a México cobijado por el manto de impunidad que le significaría convertirse en senador, con lo que prácticamente borraría de un plumazo toda acción en su contra…
Por su parte Olga Sánchez Cordero -otras de las postulaciones de Morena al Senado-, tampoco puede ser candidata, de acuerdo a lo que disponen los artículos 58 en relación con el 55 fracción V, párrafo segundo de la Constitución Federal, que establecen:
Artículo 58:
Para ser senador se requieren los mismos requisitos que para ser diputado…”
Artículo 55 fracción V:
“…No ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ni magistrado salvo que se hubiere separado de su cargo, de manera definitiva, tres años antes de la elección”. Así o más claro…Sus comentarios envíelos al correo [email protected]