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OAXACA, Oax. 3 de abril de 2021.- A los 21 años de edad, Steven Spielberg filmó en 1968 su primer cortometraje, Amblin’ (Vagabundeando), un agridulce cuento romántico sin diálogos. Dura 25 minutos y sucede en desoladas carreteras estadounidenses hasta alcanzar una playa. Spielberg lo hizo con soltura y algunas secuencias llamativas, cuando era estudiante de cine. Al año siguiente Amblin’ ganó el premio a Mejor Cortometraje en el Festival de Atlanta.
El cineasta nacido en 1946 consiguió así llamar la atención de Sid Sheimberg, ejecutivo de la productora Universal, quien lo contrató para asistir y luego dirigir episodios de series televisivas como “Galería Nocturna”, “Marcus Welby”, “El nombre del juego”, “Columbo”, “Owen Marshall, abogado”, y “El psiquiatra”.
En 1970 Spielberg había intentado en vano realizar alguno de sus propios guiones. No logró financiamiento, pero era constantemente llamado a dirigir y escribir guiones para la televisora ABC. Al año siguiente, el joven realizador consiguió que le asignaran la dirección de Duelo, una historia de Richard Matheson, escritor conocido popularmente por sus argumentos para la serie “Dimensión Desconocida”.
A Spielberg el guion de Matheson le sirvió para hacer una intrigante película televisiva de 74 minutos, mezcla de road movie con western, en la que los antagonistas utilizan automotores en vez de pistolas. Spielberg solicitó como protagonista a Dennis Weaver, con quien trabajó en algún episodio de la serie McCloud y al que admiraba por su interpretación de un trastornado gerente de motel en la película de Orson Welles Sombras del mal.
El cuento que Matheson amplió como guion es sencillo, contundente. Un agente viajero sale en su Plymouth Valiant a cumplir un trato. En el camino su flamante auto rojo se ve obstaculizado por el misterioso conductor de un tráiler desvencijado, que primero entorpece su ruta y después lo persigue, cuando el automovilista rebasa al camión. El conductor del Valiant intenta primero quedarse rezagado, después descubre que el trailero lo acecha a cada tramo del camino y hace varios intentos por aniquilarlo dentro y fuera de su vehículo. Por último, el automovilista tiene que huir del perseguidor hasta que consigue precipitarlo con todo y tráiler al fondo de un barranco. El Valiant rojo acaba en el abismo también, pero su conductor sobrevive.
De acuerdo con las reglas de la productora, Spielberg tenía diez días para rodar y otros diez días para editar el producto televisivo y presentarlo en el programa “La Película de la Semana” del canal ABC. Nunca había hecho un largometraje en locaciones y su productor George Eckstein dudaba que cumpliese el plazo reglamentario. De entrada, le dijo que Billy Goldenberg, el compositor de la banda sonora, debía escribir los temas musicales durante la filmación. Spielberg hizo que el músico participara en el rodaje acompañando al conductor del tráiler, el invisible Carey Loftin.
El director eligió una ruta desértica que traviesa las comunidades de Canyon Country, Agua Dulce y Acton, en California, además de filmar secuencias en la autopista Sierra, en la carretera del cañón Soledad y en la autopista del bosque de Los Ángeles. Intentó cumplir el rodaje en diez días, pero tuvo que dilatarse tres más. Estaba preocupado porque debía estrenar Duelo en “La Película de la Semana”. Consiguió completarla a tiempo.
La historia de terror y suspenso que Spielberg entregó a los estudios Universal tuvo éxito en televisión. Se exhibió muy poco en cines estadounidenses, sin embargo, al estrenarse en salas de Inglaterra recibió tal atención que Universal decidió convertirla en un largometraje de 90 minutos, e hizo que Spielberg rodase escenas adicionales para la nueva versión.
Duelo recibió el Emmy por Logros notables en Películas de Largometraje para Programas de Entretenimiento y por Edición de Sonido de 1972; el Globo de Oro por Mejor Película para TV de 1972, y el Gran Premio del Festival de Cine Fantástico de Avoriaz en 1973. Se la considera una de las mejores películas hechas para televisión, es una obra de culto y a Spielberg le aseguró el interés de Universal para financiarle tres películas más, la última de las cuales fue su primer gran éxito de 1975: Tiburón.
En Duelo, Spielberg estableció muchas de las características de sus futuras películas: un empleo eficaz de la música mezclada con efectos sonoros memorables, como el extraño rugido del tráiler, que después retomó como el imposible rugido del escualo asesino en Tiburón. Decidió con acierto nunca presentar al chofer del tráiler, a quien los espectadores sólo pueden vislumbrar cuando saca un brazo por la ventanilla de su cabina, y cuando fugazmente el protagonista percibe que usa botas de piel de lagarto. Así, el villano de la historia se funde con su ominoso tráiler.
Los imaginativos ángulos de cámara, la eficaz dosificación de escenas de persecución con breves intervalos de suspense psicológico, la sucesión de escenas de aparente monotonía, interrumpidas por súbitos sucesos catastróficos, consiguen que el espectador siga la historia en tensión creciente, hasta el desenlace que implica tanto un triunfo como una enorme pérdida. Esto acontece también en las historias de Spielberg que van de Tiburón a La lista de Schindler y muchas otras películas del ahora millonario hombre de cine.
Duelo fue realizada en el mismo año que otro producto basado en automóviles inundaba salas de cine: The Love Bug (Cupido motorizado) la comedia romántica de la fábrica Disney que se ha repetido en la década de 1990 como Herbie. A diferencia de aquel previsible entretenimiento, Duelo sentaría bases para otras dos famosas películas sobre automóviles fatídicos: The Car (El auto), una historia menor pero muy solicitada por el público que dirigió en 1977 Elliot Silverstein. Y Christine, notable película de horror adaptada de una novela de Stephen King por el consistente John Carpenter.
50 años después de su filmación, Duelo sigue siendo una película que deja entrever un problema fundamental de la sociedad estadounidense: su gratuita tendencia autodestructiva derivada de la intolerancia hacia el otro, hacia quienes reclaman su derecho de ocupar y transitar tanto una carretera como un territorio, el cual ciertos individuos acaparan sin razón ni derecho. Cabe equiparar —como lo hizo Jorge Luis Borges sobre el desoladamente bello libro de Ray Bradbury, Crónicas marcianas— que Spielberg, en esta obra fílmica “de apariencia fantasmagórica, ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street”.