La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de noviembre de 2020.- El presidente López Obrador confesó haber optado por desviar el caudal del río Grijalva al río Samaria para evitar que Villahermosa se inundara por completo. Sin embargo, la decisión perjudicó a las comunidades chontales de Jalpa, Nacajuca y Centla, las más pobres de Tabasco, que quedaron hasta dos metros bajo el agua.
El presidente se decidió por lo malo para evitar lo peor.
El drama de 160 mil pobres, según cifras de Protección Civil, no es menos porque el presidente sea un mandatario franco y transparente.
López Obrador, como todos los presidentes anteriores, está sometido a diario a discernir entre males mayores y males peores. Lo urgente rebasa a lo importante. El discurso populista de alcanzar la felicidad con base en austeridad, honestidad y lealtad no sirve para frenar la fuerza de las aguas indómitas. No impide que los ríos desborden ni desazolva los cauces bloqueados por la basura, la corrupción del pasado y la negligencia del presente, por errores de cálculo y la irresponsabilidad de la Comisión Federal de Electricidad, como fue admitido de manera oficial.
Entonces, que quede claro, la honestidad del discurso oficial se desmorona. El populismo no blinda contra las catástrofes aumentadas por la negligencia.
“Yo no sé si este Gobierno carece de humanización, pero no se vale que te vendan un discurso en las mañaneras donde todo marcha bien”, reclama el tabasqueño William Morales Alejo, quien decidió mojarse y ser azotado con un látigo, en protesta por la falta de apoyo oficial.
Los pobres mojados tienen la última palabra antes de sucumbir ahogados.