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CIUDAD DE MÉXICO, 2 de noviembre de 2020.- Los últimos días de octubre y el inicio de este mes nos marcan a los mexicanos, porque son reflejo de nuestra acentuada comunalidad y origen cultural. Por más templos construidos sobre nuestras manifestaciones religiosas propias y nuevas embestidas teológicas, nos congregamos en torno a la convivencia de nuestros seres queridos que habitan en el mundo no físico sino en aquel en donde la felicidad se alcanza y la igualdad es una realidad.
Y justo a propósito de remembranzas, fue el dos de noviembre del primer año que la filósofa (mi madre) no andaría corriendo con su mandil manchado entre la vendimia de sus amadas flores y la preparación de la molienda de cacao para elaborar chocolate, desvenar chiles y freír especias del exquisito mole, además de tener todo lo indispensable para el guiso delicioso que con carnes de pollo o guajolote más cerdo, en una masa que se guisa al vapor, con tomate y chile, se adereza con asiento al que se le agregan hojas de aguacate y hierba santa, para dar el magnífico platatamal, sí, así como se lee, PLATATAMAL.
Ya en otro momento me referiré a esa intención que hay que detener ya, de querer cambiar el nombre a esa comida xoxeña que se llama así platatamal. Por hoy, se trata de comentarles que alrededor de las diez horas de ese día, las balas se escuchaban desde Radio Universidad.
Las voces de alarma eran intensas y decían que helicópteros y tanquetas con cientos de elementos de la Policía Federal Preventiva allanaban los patios de Ciudad Universitaria, en una decisión rápida, motivada por la convicción de que “los estudiantes son los cruzados, los paladines del ideal” presto, me dirigí a la zona cero, sin embargo, solo llegamos a las inmediaciones de una tienda cercana a distintas tiendas automotrices sobre la calzada Eduardo Mata.
Justo frente la tienda comercial se encontraba un acorazamiento de la Policía Federal Preventiva ahí estaban, las vallas, tanquetas, pipas y, no sabemos cuántos efectivos policiacos detrás de esos implementos.
La vista rápida permitió un conteo y sumamos no más de treinta brazos para luchar por una causa noble, al grito de: “no a la violación de la autonomía universitaria” nos enfrentamos a las vallas por algo así de, pienso, quince minutos, la adrenalina de la lucha concluyó con gritos detrás nuestro que nos advirtieron la llegada de un pelotón de policías que se acercaron sobre la avenida en dirección al conocido crucero de Cinco Señores. No hubo más opción que correr hacia la agencia automotriz y hacia el fraccionamiento San José la Noria, lo que ahí pasó. Lo narramos en otra ocasión.
Así fue que volví a casa, donde, a pesar de que el platatamal fue servido, acompañado de la ingesta obligada de mezcal, compartido como parte de la visita de amigos y familiares en un ambiente de gran algarabía; la batalla, marcó su primera visita, en la que no fue ella quien pusiera la mesa de la fiesta que nos enseñó a disfrutar y compartir, por sobre todas las cosas.