Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de junio de 2020.- Vienen días decisivos para los trabajadores mexicanos.
Fechas en las cuales se definirán nuevos entramados normativos pero también la influencia extranjera sobre la vida laboral.
El entorno sobre el cual se trabajará es el tratado bautizado por Donald Trump como T-MEC.
Se tienen varios escenarios.
En México, Ricardo Monreal empuja un período extraordinario del Congreso de la Unión para discutir cuáles leyes serán reformadas.
—Son seis o siete -me dijo.
Una de ellas es la Ley Federal del Trabajo.
La presión desde Washington es actuar en dos vías:
Por una parte, abrir la democracia sindical, ya ordenada por la ley, pero los plazos corren y no hay elecciones abiertas en ninguna central o gremio.
Por eso vemos los mismos dirigentes de siempre, con las mismas prácticas de siempre.
De esto debe dar cuenta María Luisa Alcalde.
En segundo lugar aparece la política salarial.
No se ve cómo los obreros mexicanos ganar igual a sus pares estadunidenses y canadienses.
MOMENTO DE CAMPAÑA
Esos dos elementos son claves.
Estados Unidos y sus poderosas centrales -basta la AFL-CIO- han sido insistentes en exigir reglas iguales para evitar competencia desleal.
Su dirigente Richard Trumka ha prometido estar vigilante y deberán corresponderle amigos suyos como Napoleón Gómez Urrutia, Napito, y Pedro Haces.
Precisamente éste, secretario general de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM) organizó una videoconferencia de la cual dio información ayer.
Basta leer el último párrafo de su boletín para advertir a un Donald Trump en lisa con su anti mexicanismo de fondo:
“Por su parte, Pablo Solorio, futuro agregado laboral, aseveró que la implementación de la reforma laboral en México es una prioridad para el gobierno de Estados Unidos y parte fundamental de este proceso, dijo ‘será apoyar en lo posible para que los trabajadores mexicanos tengan mejores condiciones laborales’”.
DE BIEBRICH A ALFARO
Desde hace decenios no se veía una confrontación tan fuerte entre un gobernador y el presidente.
Lo hace Enrique Alfaro en momentos de alta tensión y, más allá de sus razones o sinrazones, pronto se verán las reacciones.
Si son racionales, las secuelas las padeceremos los jaliscienses con menores participaciones o retrasos en las entregas.
Pero si la venganza es mayor, vendrán tiempos de desestabilización con grave deterioro de la imagen política de Alfaro.
Ya se asomó por allá la CNDH de Rosario Piedra, diligente con la oposición y consecuente con sus aliados.
Como sea, este episodio revive Sonora durante el gobierno de Luis Echeverría:
Carlos Armando Biebrich, ex secretario particular del propio Echeverría, lideraba un frente de gobernadores para impulsar a Mario Moya Palencia.
Postulado José López Portillo, Echeverría llamó a Biebrich y le ordenó irse al PRI-DF.
Sin siquiera sentarse a pesar de la invitación presidencial, Biebrich lo confrontó:
-No ando buscando chamba… ¿Qué más se le ofrece?
La respuesta fue siete campesinos muertos y 16 heridos el 23 de octubre de 1975 en San Ignacio Río Muerto y la defenestración persecución de Biebrich.