Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de marzo de 2018.- Los amigos de López Obrador se han preocupado por aclarar que el tigre se va a soltar “sólo si hay fraude”, y no si pierde a la buena.
Una pregunta: ¿si hay fraude según quién?
Según él. Y nunca ha aceptado una derrota en su ya larga vida de político en campaña.
El problema es grave para la democracia y la paz del país, si pierde. Tratará de forzar un levantamiento social en algunos puntos del territorio, porque siente que es el dueño del tigre, es decir, del pueblo enojado.
Pero el problema será mucho peor para México si gana.
Es que este mismo chantaje se lo hará a las instituciones que sostienen la democracia, la pluralidad, la división de poderes y la estabilidad económica.
Hoy por hoy tiene la fuerza de movilización suficiente para hacer temblar a un Instituto Nacional Electoral medroso y proclive a ser anuente a sus caprichos.
Sin embargo, como presidente de la república, el poder del chantaje y de la coerción se multiplican pues va a contar con todos los instrumentos del Estado para utilizarla.
No es un demócrata, y no seamos ingenuos al esperar que el olmo de peras una vez que se siente en la silla presidencial.
Cuando tenga el primer problema serio con la Suprema Corte, le va a echar al pueblo encima. Al tigre, pues, ya que el domador, según dijo en la Convención Bancaria de Acapulco, es él.
Los populistas son ineficaces para gobernar. No necesitamos reforzar ese argumento con los antecedentes en nuestro pasado reciente y otras latitudes. Desgracian al país que toman.
Y la culpabilidad de la desgracia no la va a asumir el gobierno de López Obrador, sino que va a buscar quiénes se la paguen.
La Corte es una candidata natural a ser atacada por el tigre porque, ya los sentenció el candidato de Morena, “nunca han sacado un fallo en favor del pueblo”.
El Congreso, donde está la expresión política de la pluralidad nacional, va a ser el causante de la ineficacia del gobierno de AMLO.
Contra el legislativo va a ser lanzado el tigre que tendrá en sus manos el gobierno.
Si decae la actividad económica, los empresarios serán culpables. Contra ellos irá el pueblo.
Y si el Banco de México no accede a las exigencias del gobierno populista, contra esa institución autónoma irá la furia popular.
No es una invención ni un supuesto: así actúa el populismo. Y así lo dijo López Obrador en la reunión de Acapulco.
“Si pierdo porque hay fraude, no voy amarrar al tigre”, dijo.
Y las elecciones en México están organizadas y sancionadas por el INE y el TRIFE. Ambas instituciones han sido calificadas por López Obrador como apéndices de la mafia del poder.
Está cantado -y la tonada ya la sabemos-, que si pierde López Obrador habrá estallidos sociales en algunos puntos del país.
Tiene el respaldo de la CNTE, de zonas populares controladas por líderes afines a él, de la guerrilla en Guerrero, y de quienes le creen que es víctima de una “mafia del poder” que impide, mediante el fraude, su llegada a Palacio Nacional.
No todos lo van a seguir, pero de que habrá problemas sin duda los habrá.
A pesar de ello, de los riesgos que implica su amenaza para la tranquilidad post electoral, será mucho peor si gana la Presidencia.
Le echará encima el pueblo afín a él a las instituciones que son el soporte de la democracia y de la economía, cuando empiece a frustrarse por la imposibilidad de hacer todo lo que quiere.
Si pierde, que se enoje, haga berrinche, marche y grite.
Y si gana, ahí sí, cuidado.