
Los spots de Trump y la Derrota del Estado mexicano
Vale la pena detenerse en el reciente mensaje de Donald Trump: “Felices Pascuas a todos, incluyendo a los lunáticos de la izquierda radical que luchan y conspiran con tanta fuerza para traer de vuelta a nuestro país a asesinos, capos de la droga, presos peligrosos, enfermos mentales, conocidos pandilleros de la MS-13 y maltratadores de esposas. Felices Pascuas también a los jueces y agentes del orden débiles e ineficaces que permiten que continúe este siniestro ataque contra nuestra nación, ¡un ataque tan violento que jamás será olvidado! El soñoliento Joe Biden permitió deliberadamente que millones de criminales entraran a nuestro país, sin ningún tipo de control ni verificación, mediante una política de fronteras abiertas que pasará a la historia como el acto más calamitoso jamás perpetrado contra Estados Unidos. Él fue, por lejos, nuestro PEOR y más incompetente presidente, un hombre que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Pero a él, y a la persona que dirigió y manipuló el Auto Pen (¡quizás nuestro VERDADERO presidente!), y a todas las personas que HICIERON TRAMPA en las elecciones presidenciales de 2020 para que este idiota altamente destructivo fuera elegido, les deseo, con gran amor, sinceridad y afecto, ¡¡¡una muy Feliz Pascua!!! (traducción Google)” Este texto, difundido durante la Semana Santa, revela más que una grosera provocación, refleja la pérdida del más elemental sentido del decoro y respeto. El odio y el insulto son moneda corriente, al igual que la manipulación deliberada de la verdad. Al amparo del prejuicio y del respaldo de un ánimo colectivo radicalizado por la polarización, Trump se asume con licencia para gobernar al margen de la legalidad, arrollando principios, instituciones y valores propias de la democracia norteamericana. La agresión a universidades, periodistas independientes, jueces que fallan contra decisiones ilegales, despachos jurídicos autónomos, así como las deportaciones sin cumplir con el debido proceso —basadas en una ley de guerra del siglo XVIII aplicada solo en dos ocasiones— son síntomas de una deriva autocrática. La imposición de aranceles sin aprobación del Congreso y la reducción del aparato gubernamental por decreto son parte de esta involución. La intención es clara: reducir la Constitución y anular a quienes buscan hacerla valer. Sus odios hacia Joe Biden hacen presentes los de López Obrador a Felipe Calderón, de por medio está una derrota electoral no superada. Cualquier semejanza con México no es casualidad. Ambos países viven y padecen la incontenibe ola populista que amenaza con destruir libertades y el orden democrático. En México ya ocurrió; en Estados Unidos es más difícil que la tiranía prevalezca. Allá, la resistencia es amplia y diversa: los medios de comunicación, los mercados, el Congreso, la oposición demócrata, gobernadores, las celebridades, líderes de opinión, empresarios, instancias autónomas como la Reserva Federal, y hasta algunos miembros de su propia coalición, se oponen a esta regresión autoritaria. Es una lección de civismo en defensa de las libertades, lección que en México, lamentablemente, se presentó marginalmente, que fue arrollada y que, además, el presidente tuvo a su favor el apoyo popular y de la élite, este recuento mucho dice de las fragilidades para que la democracia cobre vigencia, autenticidad y permanencia. Al igual que López Obrador, Trump recurre a la victimización. Un delincuente sentenciado desde la cúspide del poder se presenta como perseguido por sus adversarios, quienes realizan las actividades regulares de escrutinio social al poder. Se declara víctima de la trampa electoral y a EU le asigna condición de víctima a partir de imaginarios abusos por parte de aliados comerciales, tratados internacionales y enemigos internos. En su visión, el país más poderoso del mundo es, paradójicamente, víctima de todos. La victimización, más que un estado mental o emocional, es una estrategia calculada, como la polarización. No se busca justificar las acciones de autoridad, sino movilizar adhesiones a partir del rencor social y la insatisfacción con el orden establecido. Para entender esta época, es imprescindible explorar las causas profundas del descontento, caldo de cultivo del populismo y su impulso destructor de la legalidad, las instituciones y las libertades. La victimización es el punto de encuentro entre el líder populista y la sociedad agraviada. Se manipula la memoria histórica, pero también se alimenta de una realidad concreta que genera indignación. La mayor ironía es que quienes concentran el poder invoquen el agravio para actuar contra los intereses de quienes dicen representar.