Las participaciones federales entran a subasta
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de julio de 2018.- Una vez que se da la designación de un candidato/candidata a cierta posición de elección popular, lo primero que se piensa es en el presupuesto, en los principales operadores, los nombres iniciales que encabezarán su equipo de colaboradores, e incluso en el estratega que diseñará todo el proceso para llevarlo al éxito electoral. Con ello, empieza a trabajar sobre la campaña Constitucional y deja de contemplar ‘la otra’.
Desde ese primer momento el/la recién ungido candidato/candidata –ya oficializado o no- su visión perimétrica se achica centrándose en el camino que él/ella cree que lo llevará al triunfo en las urnas; sin embargo, abandona las otras variables que pueden constituir por sí solo la ‘otra campaña’ o, peor aún, cuando en realidad existe una estrategia alterna que le permitirán obtener el triunfo, o no. Dado el contexto actual, el humor social ya juega en la decisión final del votante, por ello es parte de la fórmula que se debe considerar.
La campaña dentro de la campaña
En el correcto diseño de una campaña, quien aplica la estrategia general y manda en el ritmo de una campaña es el ‘Cuarto de Guerra’ (War Room); mientras el candidato/candidata debe ser solo eso ‘el candidato’ o ‘la candidata’, no el coordinador de campaña, ni la que autoriza sus publicaciones en las redes sociales, ni menos aún, el coordinador de comunicación social.
Sin embargo, la decisión de quienes integran su equipo es una competencia exclusiva del candidato/candidata, en la que debe estar conformado por activos leales a su proyecto. Cuando éste/ésta permite que liderazgos políticos de mayor posición le impongan otros perfiles o el candidato/candidata les da una responsabilidad a sus familiares dentro del organigrama de campaña, desde ese momento empezará a fragmentar la posibilidad de triunfo.
La campaña del candidato y la del partido
Aunque cada vez están entrando en un desgaste muy fuerte los partidos políticos, nuevos o viejos, es un modelo que todavía persiste en América, por lo que se debe considerar en la fórmula de campaña como el brazo articulado del activismo del candidato/candidata, pero no como un ente exclusivo para ganar.
Cuando un personaje llega desarticulado a la candidatura, su dependencia es mayor a la estructura partidista por no haber generado la propia o por lo menos vertientes causales que apuntalen hacia el triunfo en el arranque de campaña. Cualquier partido tiene tantas historias, como compromisos, los mismos que se le cargarán al éxito del candidato/candidata.
La campaña del candidato y la del gobernante
Persiste la tradición en América de la unción del gobernante en turno hacia un candidato/candidata, que incluso hasta le otorga su apoyo financiero y estructural; sin embargo, rara ocasión el ‘Cuarto de Guerra’ pone la lupa sobre los reales intereses del gobernante, que van desde preservar su gobernabilidad, hasta salvaguardar su trayectoria política, elementos en los que pudiera estar, o no, el mismo candidato/candidata.
‘La otra campaña’ -la que activa el gobernante en turno- es la más riesgosa para el candidato/candidata, por ser una estrategia que él/ella no conoce y menos que pueda controlar el `Cuarto de Guerra’.
* Síntesis tomada del capítulo La Campaña Constitucional y ‘La Otra Campaña’ de Diario de Campaña escrito por David Dorantes como consultor en comunicación política
www.daviddorantes.mx