Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de julio de 2018.- Lo primero que llamó la atención fue el vergonzoso silencio de no pocos intelectuales, periodistas y diplomáticos, sobre todo si comparamos la madriza que, en su momento, le recetaron a Enrique Peña.
Y es que cualquiera imagina la reacción adversa que habría recibido el presidente mexicano, si la carta enviada por López Obrador a Trump la hubiese firmada el presidente Peña. Se lo habrían acabado vivo. ¿Por qué?
Porque la carta del Presidente electo mexicano al mandatario de Estados Unidos es lo más parecido a un acto de sumisión.
Por ejemplo, en ningún momento el futuro presidente mexicano rechazó de manera tajante el tema del muro propuesto por Trump y menos negó que sería pagado por nuestro país. Obrador no habló del tráfico de armas y menos de combatir las finanzas de los cárteles criminales.
Tampoco condenó el maltrato a los mexicanos y los insultos que lanza todos los días sobre los violadores y criminales. Además, nunca rechazó las deportaciones masivas a manos de la Patrulla Fronteriza; no condenó la separación de niños mexicanos –a los que se mantiene enjaulados–, de sus padres y menos las redadas en la frontera. Y ni hablar del abandono de los Dreamer.
Es decir, que todo aquello que muchos le reclamaron al presidente Peña –una postura contundente contra el gobierno de Trump por el maltrato a los mexicanos–, estuvo ausente en el primer intercambio epistolar del presidente electo mexicano y el presidente de Estados Unidos.
Sin embargo, de nueva cuenta asistimos al mejor ejemplo del doble trato –la doble moral–, que dispensan buena parte de medios, intelectuales, analistas y comentaristas cuando se trata del presidente Peña y/o del electo Andrés Manuel López Obrador.
Lo cierto es que cada vez es más evidente el miedo mediático al presidente electo, al que muchos de los otrora críticos no le temen sino que hoy –abiertamente–, le tienen pánico. Y es que cada vez resulta más riesgoso para los periodistas criticar al nuevo presidente y mantener sus empleos.
Y no es para menos. En la conferencia de ayer lunes, el presidente electo hizo mofa de los medios que lo cuestionaron y hasta pidió –en tono burlón–, “un aplauso para Milenio y para Reforma”. ¿Qué tal…?
Días antes, en tono amenazante –que hizo recordar a muchos la represión a manos de José López Portillo–, López Obrador lanzó una advertencia clara a los medios, a los críticos y a los periodistas, en general.
Dijo, López Obrador, en uno de los mayores arranques de autoritarismo en sus primeros 20 días de triunfo y –y al hablar sobre la multa del INE a Morena–: “todo esto se ha difundido mucho en los medios conservadores, no se me va a olvidar, no es que quiera yo actuar de manera vengativa. Yo no odio pero no olvido; yo perdono pero no olvido”. ¿Qué tal…?
¿Cuál es la diferencia entre “no les pago para que me peguen”, de López Portillo y “no se me va a olvidar, no es que quiera yo actuar de manera vengativa; yo no odio pero no olvido”.
Propio de un dictador. ¿O no?
Al tiempo.