Una manera de autocuidado es nombrar lo que sentimos: Iveth Luna Flores
Un testigo excepcional, un nexo imaginario que aporta nuevas luces dentro de la lógica del arte y la imaginación a una historia muy conocida: así es Nayeli Cruz, la tehuanita que llegó de Oaxaca a Coyoacán para convertirse en la cocinera de Frida Kahlo, y cuya mirada cuenta la legendaria relación entre la pintora atormentada y lúcida, exuberante y festiva, y el inmortal Diego Rivera, el más grande muralista de México, desbordante en su producción y en sus excesos. Una obra mítica, una pintura que podría ser la fusión de ambos talentos y por lo tanto una pieza excepcional, esconde una saga de devoción y entrega, de amor a ambos personajes, y se convierte en el eje de una trama retorcida de falsificación, violencia y venganza en Buenos Aires, muy lejos de donde fue pintada, para recordarnos que nada es lo que parece, que siempre podemos contar con otra versión de los que suponemos hechos incontrovertibles, aun de nuestra propia vida. |
En La cocinera de Frida (Planeta), Florencia Etcheves retoma el relato policiaco que ha distinguido otros de sus libros para mezclarlo con la fascinación irresistible que siguen ejerciendo hasta nuestros días la figura y la obra de Kahlo, emblema de las mujeres mexicanas al inmortalizar en su propia imagen atuendos y peinados, y al plasmar en sus pinturas la abundancia de la naturaleza en frutas, plantas y animales, pero también su historia, que es la de las pasiones que la marcaron, y el dolor y la furia que deja ver cada uno de sus cuadros. La cocinera de Frida ilustra la prevalencia de los mitos latinoamericanos del siglo 20, artistas cuya calidad e imágenes deslumbrantes revelaron la riqueza de las tradiciones que los nutrieron y que los hicieron gigantes aun en vida. El precio récord que han alcanzado algunas de sus obras más famosas, y los inevitables robos, despojos y falsificaciones de que han sido víctimas son parte también de su legado intrigante, en un mundo con sus propias reglas despiadadas. |