La Constitución de 1854 y la crisis de México
Raúl Ávila | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 18 de noviembre de 2018.- La atípica transición mexicana de 5 meses entre elección y asunción de la Presidencia de la República entra en su recta final.
No es cualquier transición porque en esta edición, a diferencia de 2000, 20006 y 2012, el partido que está asumiendo el poder propone cambios profundos en varios ámbitos bajo una sofisticada justificación histórica.
En relación con la justificación, se propone la cuarta transformación del país.
La primera habría reaccionado, en el contexto amplio de la primera Revolución Industrial, a la modernización conocida como las “reformas borbónicas” de finales del siglo 18 y habría consumado la Independencia en 1821-1824 en contra del Rey.
Entonces, en lugar de Monarquía e Imperio la burguesía rural y la coalición eclesiástico-militar concretaron una república no laica y cuasi-confederal.
Precisamente, la segunda transformación tendría su motivo principal en la lucha en contra de la Iglesia conservadora, terrateniente y usurera para separarla del Estado, garantizar la soberanía nacional y la integridad territorial frente a las potencias extranjeras.
En ese tiempo, el llamado movimiento de Reforma, apoyado en fuerzas regionales y burguesía rural en ascenso se extendió desde 1854 con el inicio de la Revolución de Ayutla hasta la muerte de Juárez en 1872 y el final de la República Restaurada, en 1876, que al año siguiente dio paso al Porfiriato.
La tercera, en el contexto de la segunda revolución industrial y el cambio en la hegemonía en el sistema-mundo hacia el eje anglosajón, se alzaría mediante varias coaliciones sociales y políticas en contra de la dictadura, la desigualdad y los persistentes asedios sobre los recursos naturales.
La cuarta transformación, inserta en el contexto en que se acumulan la tercera y la cuarta revoluciones industriales, encuentra su motivo en la reconcentración del dinero –lícito e ilícito a escala global- aliado con poderes –formales e informales– a costa de las mayorías sociales desaventajadas y el daño a las instituciones que han logrado capturar.
En este punto deseo detenerme.
Las instituciones son patrones reiterados de conducta que definen nuestras formas de actuar y de pensar.
Las instituciones sociales (familia, iglesia, escuela, clubes), políticas (poderes públicos y organismos autónomos), económicas (propiedad, capital, trabajo, mercado) y culturales (educación, religión, saberes, creencias) se forjan en la historia y se modelan en la construcción constitucional y el derecho internacional para facilitar los derechos a través de diversas garantías y medidas.
A lo largo de los últimos 30 años, las instituciones económicas han sido remodeladas vía Constitución, orden jurídico y ciertas prácticas en sentido neoliberal para incentivar el individualismo y la libertad, la competencia y la propiedad privada, antes que la igualdad, la solidaridad y la cooperación.
En esos 30 años, las instituciones políticas también se orientaron hacia un esquema de libertad, pluralidad y competencia por el poder gubernamental que ha sido alternado entre partidos que terminaron por crear un oligopolio en su beneficio.
Sin embargo, al mismo tiempo la libertad, la diversidad cultural y la competencia debilitaron a todas las instituciones sociales, desde la familia hasta los sindicatos y las figuras asociativas y comunitarias.
En consecuencia, se ha recrudecido la lucha entre clases pobres y muy pobres (entre 53 y 73 millones de mexicanos), de un lado, y ricas y muy ricas, del otro. La informalidad y la ilicitud que ello propicia son causa de la polarización, la violencia y el crimen que nos desgarran.
Si la cuarta transformación se justifica, entonces deberá hacer que desde la Constitución y las leyes, pasando por la práctica social y las creencias, las instituciones económicas moderen el egoísmo y la envidia, a la vez que aumenten la nobleza, la solidaridad y la confianza.
Si la cuarta transformación no separa el dinero del poder y los pone a dialogar en favor de la sociedad y la cultura, entonces terminarán por obstruirse y destruirse.
Para ello, es indispensable que los cambios al régimen político, a las instituciones del poder, se rediseñan e implementen con base en la experiencia y los mejores saberes.
Trátese de re-presidencialismo y re-equilibrio de poderes, centralismo institucional funcional, democracia pragmática (representativa-deliberativa-participativa-popular) y/o nuevo sistema de partidos y órganos autónomos, el caso es que deberá modelarse dentro de la Constitución y con buenas prácticas.
Si esta es ignorada o se sigue manipulando para fines instrumentales, la cuarta transformación podría derivar –como sus antecesoras– en otro motivo para que (re) emerja su antítesis.
La 4aT debe asomarse al espejo de sus predecesoras para no repetir sus errores.