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Punto de quiebre
Muchos temen que una tercera guerra mundial esté por estallar. En mi opinión, ya la estamos viviendo. La diferencia es que esta guerra no se libra con tanques ni misiles, sino con altas dosis de propaganda, manipulación digital y narrativas que moldean la percepción global. La posverdad, la inteligencia artificial, la digitalización y las redes sociales han transformado los campos de batalla en terrenos virtuales, donde el control de la información es tan letal como un ataque físico. Donde mentiras emotivas equivalen a daños.
En este contexto, el pasado viernes 15 de agosto se celebró en Alaska territorio estadunidense una reunión del más alto nivel entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin. El objetivo declarado: construir un gran acuerdo de paz para la región en conflicto entre Rusia y Ucrania. Pero, más allá de lo inmediato, el encuentro apuntó también a delinear las nuevas reglas del juego en la geopolítica global, con temas como comercio, seguridad e intereses transnacionales en la agenda. Quizá el punto más paradigmático se resume en influencia global.
La reunión, que se prolongó por más de tres horas, finalizó sin el esperado acuerdo de cese al fuego. Aunque hubo avances diplomáticos, el tono relajado del presidente Putin dejó una impresión ambigua. Su comentario en aparente broma de que la próxima cumbre se celebre en Moscú, no fue casual. Las bromas, sobre todo en estos niveles, suelen ser declaraciones del inconsciente o mensajes encubiertos. Proponer una reciprocidad en la “localía” no es solo un gesto diplomático: es una jugada simbólica que refleja el equilibrio de poder que Rusia busca reivindicar.
Más que una cumbre, lo ocurrido en Alaska podría interpretarse como una escenificación del nuevo orden mundial en construcción. Las potencias ya no solo compiten por territorio o recursos, sino por influencia, narrativa y control tecnológico.
La tercera guerra mundial quizá no se anunciará con sirenas ni explosiones. Ya está aquí, silenciosa, sofisticada y mediática. Entender esto no es alarmismo: es el primer paso para adaptarnos a una realidad que ya nos alcanzó.